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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El líder renuncia a sus compromisos

La actuación de Rajoy está repleta de rectificaciones y de gestos hacia el exterior Los ministros asumen que los recortes se prolongarán en los Presupuestos de 2013 Algunos barones presionaron para extender el copago a la atención hospitalaria

“Nos hubiera gustado no tener que hacerlo”, es la frase que más repiten los dirigentes del PP y miembros del Gobierno, con Mariano Rajoy a la cabeza. Sirve para definir la forma en la que el Ejecutivo ha renunciado a compromisos expresos de la campaña electoral y el reconocimiento implícito de que la presión exterior de los mercados y la UE lleva al Gobierno por un rumbo distinto al previsto. El último episodio ha sido el del copago farmacéutico, rechazado expresamente por Rajoy el pasado 17 de marzo. “No voy a introducir el copago en sanidad” y “yo no voy a subir los impuestos, no”, aseguró el ahora presidente del Gobierno en una entrevista con el director de EL PAÍS, Javier Moreno, cuatro días antes de las elecciones generales. Las dos cosas las ha hecho sin explicar el cambio de criterio.

Ahora, miembros del Gobierno admiten que persiste entre ellos el pánico por la situación económica, la sombra de la intervención y la sensación de que, como Alicia en el País de las Maravillas, siguen al conejo blanco que corre permanentemente sin saber hacia dónde va y hacia dónde les lleva. La encuesta de Metroscopia publicada el domingo en EL PAÍS señalaba que la mayoría considera que el Gobierno improvisa.

Otro caso es la amnistía fiscal, rechazada incluso por votantes del PP, negada cuando eran oposición, y que según admiten fuentes del Gobierno es difícil de presentar a los ciudadanos cuando se les está pidiendo un esfuerzo. En ese camino, el presidente actúa con la tesis de que las elecciones están lejos y, por tanto, está más determinado por el exterior. Por eso, toda su actuación está repleta de gestos hacia fuera, como la rectificación del pacto de reforma constitucional de agosto para reducir del 0,6 al 0% la previsión de déficit para 2020. Las elecciones en Andalucía y Asturias fueron entendidas como toques de atención, pero el temor al castigo en las urnas no está sobre la mesa de Rajoy. En otros ámbitos del PP sí preocupa lo que pueda pasar dentro de un año en Galicia.

Otro gesto al exterior fue el de la dura reforma laboral, que, en aspectos concretos, será matizada ahora, una vez que Europa tomó nota de su determinación.

Desde dentro, Rajoy solo tiene un condicionante: la presión de sus barones regionales que sufren el agobio de unas cuentas imposibles de cuadrar por el descenso notable de la recaudación fiscal. Ya en 2011 todas las comunidades sufrieron ese descenso de recaudación que disparó el déficit y ahora los presidentes del PP temen que se mantenga esa tendencia. En el Gobierno el temor es que haya que intervenir en los próximos meses alguna comunidad con problemas insalvables.

De hecho, en privado dirigentes del PP admiten que habrá serias dificultades para cumplir a final de año las previsiones de déficit del 5,3%, porque tal y como han pronosticado el FMI y el Banco de España las medidas de reducción de gasto llevarán a un descenso de la recaudación. Por eso, muchos temen que los incumplimientos se mantengan en los próximos meses en forma de subidas del IVA y otras expresamente negadas antes. De hecho, cuando en junio entren en vigor los Presupuestos que ahora se tramitan, el Gobierno debe empezar a elaborar los de 2013 que podrían ser aún más duros. El copago supone en la práctica aumentar los gastos de los pensionistas. Teóricamente se cumple el compromiso de Rajoy de no afectar a sus ingresos, pero al hacerles pagar por primera vez por sus medicamentos se les reduce su nivel económico.

El Gobierno repite que la presión que recibía era para tomar medidas aún más duras, como el copago por visita médica o por cama y día de atención hospitalaria.

En la imagen de improvisación tiene un capítulo destacado la forma en la que se dan a conocer las decisiones, incluyendo la ausencia de liderazgo ante los ciudadanos y la descoordinación. La primera se explica por la escasa preocupación de Rajoy por el desgaste a corto plazo y su manera de gobernar: prefiere que los ministros asuman el peso de la presencia pública. Es la reedición del “me cueste lo que me cueste” que pronunció Zapatero en 2010, pero con una estrategia opuesta.

La de la descoordinación se concreta en episodios como el del copago, que fue anunciado por Luis de Guindos, desmentido por Carlos Floriano y confirmado luego por los hechos. Y tiene que ver con la tendencia de los presidentes de vaciar de presencia al partido cuando se llega al Gobierno. Eso hace que pierda eco la actuación del Ejecutivo. La situación se agrava en este caso porque la número dos del partido y teórica portavoz, Dolores de Cospedal, es además presidenta de una comunidad.

El Gobierno reconoce que las referencias a la herencia recibida le sirven de colchón para explicar los recortes y las rectificaciones, pero también admite que ese burladero dura unos meses, lo que tarde en comprobarse si las medidas tomadas son eficaces o no.

Otro caso evidente de renuncia al programa es el de la prisión permanente revisable, que fue prometida como respuesta a casos que provocaron alarma social y, finalmente, quedará solo para terroristas. Y dado que ETA está en vías de extinción y no se puede aplicar más que a delitos cometidos a partir de la aprobación de la ley, quedará en una reforma sin apenas aplicación.

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