Un bailarín reinserta a los niños de la calle de Yamena a través de la danza
El artista Aleva Ndavogo Jude utiliza el baile para acercar a su asociación benéfica a los menores de edad sin hogar de la capital de Chad. En seis años ha conseguido reintegrar en la sociedad a cientos de ellos
Cae la tarde en París Congo, uno de los barrios populares de Yamena, capital de la República de Chad. Una multitud se agolpa en la intersección de la Avenida Ave Mobutu y el seco canal convertido en vertedero que atraviesa el barrio. Hace un momento, un muchacho empujaba un carro de dos ruedas con el que transportaba un viejo ordenador con su pantalla. Ahora le está conectando los cables de sonido. Dos desvencijados altavoces situados estratégicamente delimitan la pista de baile a la vez que escupen hip-hop africano a todo volumen.
La adrenalina de los bailarines delata su procedencia. Entre cada canción, A se acerca a B con gesto desafiante y le golpea la cabeza con la mano abierta. B se gira y devuelve la embestida en la cabeza de C, continuando una rueda que solo se detiene con el inicio de la siguiente canción. Aleva Ndavogo Jude no interviene, él sabe cómo funciona porque ha sido uno de ellos. Es la lucha por el estatus, la ley de la calle, reconocible por quien se ha criado entre chicos en un barrio o un pueblo de cualquier lugar del mundo. La diferencia estriba en que para estos muchachos el desafío no termina cuando vuelven a casa, porque ellos no la tienen.
Se estima que en el mundo hay más de 100 millones de menores de edad viviendo en la calle. La cifra real es difícil de calcular. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) lo achaca a las dificultades metodológicas derivadas de la movilidad de los pequeños y a la falta de actualización en los datos que manejan los Estados, principalmente por la falta de acuerdo en las definiciones. La ONU utiliza los términos “niños que trabajan y/o viven en la calle”, “niños de la calle” y “niños que tienen conexiones con la calle”.
Aleva Ndavogo Jude se enamoró de la danza. Le encantaba bailar y su obsesión le llevó a abandonar los estudios y verse repudiado por su familia. Tras vivir dos años como un sin techo, y tras mucho esfuerzo, se convirtió en un bailarín y coreógrafo de éxito, creando su propio grupo con el que ganó diferentes premios que le abrieron la puerta del circuito internacional. Recorrió diferentes partes del mundo mostrando una fusión entre la danza moderna y la tradicional chadiana.
Ndavogo entendió que el baile es una terapia que puede cambiar mentalidades y convirtió a su grupo, Tchado Star, en la herramienta para motivar a los niños que viven en las calles y reintegrarlos en la sociedad, fundando la organización desde la que trabaja con ellos. Pensaron que sería útil tener un centro donde acogerlos. En diciembre de 2016 alquilaron un local y fundaron el espacio Dakouna Espoir, desde donde trabajan para la mejora de las condiciones de vida, la reintegración socio educativa, socioprofesional y socioeconómica de los menores de edad que viven en las aceras de Yamena. “Los chavales roban, fuman drogas, sufren abusos sexuales. Utilizamos el baile para atraerlos, para crear un vínculo de confianza”, declara Ndavogo.
El artista organiza actuaciones de baile prácticamente a diario, en distintos puntos de la ciudad. En Chad no hay escuelas de baile, así que este hombre está ayudando a prepararse a diez jóvenes que han decidido ser bailarines profesionales. Algunos le acompañan en las actuaciones callejeras, otros suelen ser asiduos y otros se unen a medida que la sesión avanza.
Durante estas actuaciones, se fijan en la actitud de los pequeños para ver si están preparados para dar el siguiente paso y empezar a trabajar con ellos. “Bailando, se sienten libres; el público los aplaude y eso los motiva”, asegura Ndavogo.
Curiosamente, la calle le devuelve a la organización lo que hace por los niños. Tras la actuación, el propio Ndavogo pasa la gorra entre el público para sufragar los gastos del proyecto. En este momento están trabajando con 67 chicos que están alojados en su albergue, lo que supone unos mil euros al mes de gastos de atención sanitaria y alimentación. También hay que hacer frente al alquiler del local. En octubre llegaron a pasar seis días sin poder entrar, hasta que abonaron los atrasos. Además de los ingresos de las actuaciones, reciben donaciones y una ayuda ocasional del Ministerio de Acción Social.
Ndavogo explica que el siguiente paso es hablar con el niño y saber su compromiso. “Les llevamos a nuestro centro y empezamos con los trabajos psicosociales. Ellos cuentan por qué abandonaron el hogar y cuánto tiempo llevan en la calle. La pobreza y la separación de los padres afectan a la personalidad. Hay algunos que prefieren comenzar de nuevo en un lugar donde sean desconocidos”. Desde que empezaron, han encontrado varios provenientes de República Centroafricana, Nigeria y Camerún. Muchos de ellos han recalado en Chad huyendo de los ataques del grupo terrorista Boko Haram. En la organización se encargan de que los chicos aprendan un oficio organizando distintos talleres profesionales. “Ahora hay 50 matriculados en la escuela desde primaria hasta el último curso. 15 en formación profesional de mecánica, soldadura y carpintería”, comenta el bailarín.
Una vez que están fuera de la calle, si el niño tiene familia, la organización trata de contactarla y presentarle la nueva situación. Algunos padres agradecen el esfuerzo a la organización y acogen de nuevo al menor en la familia, pero muchos renuncian a ellos. Entonces entran en escena las familias de acogida.
En Dakouna Espoir también se ocupan de la salud de los pequeños. En febrero consiguieron que un grupo de doctoras chadianas les realizaran un chequeo completo. Recientemente, han llevado a cabo la primera fase de concienciación y detección voluntaria del VIH/SIDA para los jóvenes del centro. En su página de Facebook van contando los avances en los talleres que imparten y compartiendo anécdotas, como la del chico que fue vestido totalmente por la dueña de una tienda de ropa que le vio viviendo en la calle.
En diciembre de 2021 consiguieron el reconocimiento oficial de Dakouna Espoir como asociación para la protección de la infancia. Esperan que eso les ayude a que el futuro de la organización sea mejor. Desde 2016 han trabajado con más de 1.200 niños de la calle y en este tiempo han conseguido que 444 de ellos hayan vuelto a vivir con sus familias biológicas.
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