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INFANCIA
Tribuna
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Saleh y Samiyah, dos pequeños refugiados en la frontera con Sudán

Pronto los habitantes del campo de refugiados de Andressa, en el Chad, quedarán atrapados entre la guerra, por un lado, y la crecida de las aguas por las lluvias, por el otro. El hambre y las enfermedades amenazan la vida de estos niños

Unos niños extienden sus esteras en el suelo para dormir en el campo de refugiados de Andressa, en el Chad, este mes de mayo.
Unos niños extienden sus esteras en el suelo para dormir en el campo de refugiados de Andressa, en el Chad, este mes de mayo.Johnny Vianney Bissakonou/MSF

Debe de tener unos ocho años, quizá nueve. Sentado en un banco, sostiene a su hermana pequeña mientras esperan en la fila entre una multitud de madres con sus hijos enfermos. A él lo voy a llamar Saleh y a ella, Samiyah, aunque estos no son sus verdaderos nombres. En su rostro hay una mezcla de miedo y de determinación para que atiendan a su hermana. Hace un rato vi cómo le besaba la frente cuando creía que nadie miraba. La quiere.

Samiyah tiene dos años, es pequeña, tiene el pelo recogido en trenzas y está sentada en el regazo de su hermano. Él dice que su madre está en casa. Supongo que se refiere a que está aquí, en el campo de personas refugiadas de Andressa, en el Chad, quizá bajo un refugio de lonas de plástico o simplemente bajo un árbol, como otras familias que hemos visto. El padre, si está vivo, probablemente siga en Sudán, donde se libran los combates.

Le pido a Saleh que me cuente el problema de salud de su hermana, sabiendo que a estas alturas del día no tendremos tiempo de ver a todo el mundo antes de tener que irnos por motivos de seguridad.

Muy pronto, las personas refugiadas quedarán atrapadas aquí, con la guerra, por un lado, y la crecida de las aguas, bloqueando los caminos hacia lugares más seguros, por el otro

Primero me explica que tiene diarrea, aunque se nota que está hambrienta. El color del pelo le ha cambiado por la falta de nutrientes y está agotada. Apenas se relaciona con el entorno. Le pido que me deje verle los brazos, que son apenas más anchos que mis pulgares, y con cuidado compruebo la circunferencia del brazo con la cinta métrica especial que utilizamos para evaluar el estado nutricional. El resultado de Samiyah es rojo, lo que significa desnutrición aguda severa, y está muy por debajo del umbral.

Le explicamos a Saleh que le daremos sobres de alimento terapéutico, una mezcla elaborada con pasta de cacahuete y nutrientes para tratar la desnutrición. Le explicamos que debe darle dos sobres al día y que le entregaremos suficientes para una semana. Espero que para entonces hayamos vuelto con más. Ojalá las lluvias no llenen los cauces, lo que podría bloquear la ruta hasta aquí. Tengo la esperanza de que sobrevivirá hasta recibir la siguiente ración.

Este campo debe ser evacuado. Hace semanas que la gente vive aquí. Han llegado escapando de los combates en Sudán. Ahora que han empezado las lluvias estacionales en el Chad, los enormes wadis (cauces secos de los ríos) se están llenando. Muy pronto, las personas refugiadas quedarán atrapadas aquí, con la guerra, por un lado, y la crecida de las aguas, bloqueando los caminos hacia lugares más seguros, por el otro. Y lo que es peor, los wadis impedirán que la ayuda llegue a aquellos que se queden. Todo el mundo lo sabe, pero la ayuda para evacuarlos sigue sin llegar.

Hay quien dice que estos refugiados no interesan al mundo. Las respuestas humanitarias en el Chad reciben poca atención y, con ello, poca financiación

Hay quien dice que estos refugiados no interesan al mundo. Las respuestas humanitarias en el Chad reciben poca atención y, con ello, poca financiación. Dicen que los recortes en las ayudas son la causa de que la evacuación tarde en llegar. Solo hubo una distribución de alimentos y todos sabemos que no fue suficiente. Samiyah es una prueba de ello, al igual que otros cientos de niños como ella. Ese mismo día vemos a una niña de la edad de Saleh bebiendo barro, intentando filtrarlo con una camiseta. Aquí no hay agua potable. También atendemos a niños con sarampión y tos ferina. Los brotes ya han empezado.

Por la tarde nos marchamos del campo de refugiados para llegar a nuestra base antes de que anochezca y, para nuestro horror, vemos que el nivel del agua en el wadi ya ha subido, y casi ha cortado el camino de entrada y salida. Miro por la ventanilla de nuestro Land Cruiser mientras lo atravesamos y veo que el agua ya sobrepasa las ruedas. No sabemos cómo volveremos la semana que viene. Estas personas están atrapadas, necesitan comida, agua potable y medicamentos. Espero que veamos a Saleh y Samiyah después de que los evacúen. Espero que reciban la próxima ración, pero ahora mismo no sé muy bien cómo.

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