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Rechazados y sin hogar: vivir con VIH en Somalia

El desconocimiento y el estigma de la enfermedad hacen que las personas seropositivas tengan que vivir sin acceso a medicamentos, agua y alimentos

VIH  Somalia
Jalif Farah Shurie vive condiciones infrahumanas porque ha sido repudidado de su comunidad por tener VIH después de que su mujer, violada por hombres armados, le contagiasen el virus.Farhio Mohamed Hassan
Kiin Hassan Fakat Naciima Saed Salah
Mogadiscio (Somalia) -

“A mis nueve hijos y a mí ya nos han desalojado de 10 casas”, denuncia Ruun (nombre ficticio para proteger su identidad), residente en la ciudad portuaria de Kismayo, en Somalia. “En cuanto el propietario descubre que soy seropositiva, me echa”. El virus se lo contagió su marido, que tenía otra mujer, hace dos años. El hombre y su otra esposa han muerto a consecuencia de la enfermedad.

Ruun sobrevive tomando antirretrovirales que le facilitan gratuitamente en un hospital de la ciudad. Es una de las afortunadas. Según la Organización Mundial de la Salud, la medicación gratuita solo está disponible en 17 centros sanitarios de todo el país. El gobierno planea abrir seis dispensarios más para finales de este año.

Los hospitales se niegan a tratar a los pacientes

Hay muchos prejuicios en torno al sida en Somalia y algunos hospitales no aceptan tratar a las personas seropositivas. Los centros privados y las farmacias evitan tener existencias de medicamentos para el VIH por miedo a perder clientes que no quieren tener nada que ver con los pacientes portadores del virus.

La directora del programa de VIH del Ministerio de Salud, Sadia Abdisamad Abdulahi, dice que la capacitación en reducción del estigma, dirigida al personal médico en los hospitales públicos, ha reducido significativamente los prejuicios. Ahora, agrega, están formando en este sentido a trabajadores de la salud en instalaciones privadas.

Las mujeres en Somalia se esconden detrás del 'niqab' para poder acceder a los tratamientos en el hospital sin ser reconocidas.
Las mujeres en Somalia se esconden detrás del 'niqab' para poder acceder a los tratamientos en el hospital sin ser reconocidas.Farhio Mohamed Hassan

Lo que ha vivido Ruun es normal entre los somalíes cuando se sabe que han contraído el VIH. Al descubrir que se había infectado, su familia la echó a ella y a sus hijos de casa. “Nos han apartado totalmente de sus vidas”, lamenta.

Como tantos otros seropositivos en Somalia, Ruun ha sufrido una discriminación enorme en su trabajo. Gana dinero para intentar mantener a su numerosa familia lavando ropa. Cada mañana se desplaza a trabajar a pueblos lejanos en los que la gente no sabe que tiene el virus. Gana unos cinco euros al día. “Cuando alguien se entera de que estoy enferma, me dice que no vuelva a trabajar nunca más para él y que me vaya de allí inmediatamente. Incluso me detuvo la policía a causa de mi estado”, relata.

Niños maltratados en las calles

Los hijos de Ruun también sufren discriminación. En la calle los insultan y nadie quiere jugar con ellos, aunque no sean portadores del virus. Su educación se ha visto interrumpida debido a todas las veces que han tenido que mudarse al ser desalojados. Algunos de los más mayores suelen faltar al colegio porque tienen que cuidar a sus hermanos menores mientras su madre busca trabajo.

Los niños hijos de seropositivos también son discriminados en las calles de Somalia. Nadie juega con ellos y son objeto de insultos

Igual de dura es la vida para Jalif Farah Shurie, que a sus 75 años vive en las calles de Mogadiscio, al sureste del país. Contrajo VIH de su esposa después de que un grupo de hombres armados la violara en 2012. Más tarde, ella murió por el sida.

Al igual que a Ruun, su familia y su comunidad lo han repudiado. Ahora vive en una choza pequeña y endeble que se ha construido junto a la carretera a base de palos, trapos viejos y trozos de plástico. Antes se ganaba la vida trabajando de portero en la principal zona comercial de la ciudad, conocida como mercado de Bakaara. Actualmente, depende totalmente de las limosnas, pero no le bastan para alimentarse como necesita, lo cual es fundamental para mantener la salud cuando se vive con VIH.

Días sin agua

“Cuando pido ayuda a la gente, las personas huyen porque piensan que van a contraer la enfermedad solo con estar cerca de mí, cosa que no es verdad. Me insultan a gritos”, se lamenta Shurie. A veces, alguien le da un kilo de arroz que le mantiene durante unos días. Otros, le dan unos chelines somalíes que utiliza para tomarse una taza de té. Hay veces que no puede ni permitirse comprar agua: “Algunas noches me voy a dormir sin haber bebido agua en todo el día porque no tengo dinero”.

Tanto Jalif como Ruun han podido acceder a los antirretrovirales, que reciben gratuitamente en el Hospital Benadir de Mogadiscio, aunque no siempre con regularidad. Según el Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA), en 2021 apenas el 50% de los adultos y los niños con infección por VIH reconocida recibían antirretrovirales.

Ocultar el rostro

El estigma de quienes viven con VIH y sida es tan fuerte que a los enfermos les da miedo dar a conocer su estado o incluso pedir el tratamiento que les salvará la vida porque no quieren correr el riesgo de que otras personas los vean tomando la medicación.

Algunos de los que lo piden ocultan su rostro cuando van a recibir el tratamiento y los medicamentos. Las mujeres llevan niqab, el velo que cubre toda la cara, y los hombres utilizan pañuelos. En el Hospital Benadir, las enfermeras llaman a los pacientes por un número y no por su nombre para proteger su identidad.

Cuando pido ayuda a la gente, las personas huyen porque piensan que van a contraer la enfermedad solo con estar cerca de mí, cosa que no es verdad
Jalif Farah

Cuando alguien se encuentra mal y tienen síntomas de la enfermedad, a menudo evita hacerse la prueba del VIH y prefiere ignorar su estado antes que sufrir los prejuicios a los que piensa que va a enfrentarse.

La renuencia de los somalíes a hacerse la prueba del VIH no solo supone que se quedan sin tratamiento, sino que también dificulta disponer de estadísticas precisas sobre las tasas de infección. Según ONUSIDA, se calcula que en 2021 vivían en Somalia 7.700 adultos y niños con VIH, lo que representa menos del 0,0005% de la población.

Para tener una estimación más precisa, resulta útil considerar la prevalencia de la infección entre los presos, a los que se realizan con más frecuencia pruebas protocolarias. En 2019, la tasa era 0,4%, según ONUSIDA. A las mujeres embarazadas también se les hacen pruebas con más regularidad: la directora del programa nacional, Abdulahi, asegura que en 2017, la prevalencia prenatal promedio del VIH en el país fue inferior al 0,1 %. Ella advierte que el reciente aumento de drogadictos que se inyectan opioides está poniendo a un nuevo grupo de somalíes en mayor riesgo de contraer el virus.

El país ha desarrollado, desde 2009, cuatro marcos estratégicos para hacer frente a la enfermedad, y se propone eliminar el VIH y el sida en su territorio de aquí a 2030. Sin embargo, con unas infraestructuras destrozadas por más de tres décadas de conflicto, unos recursos financieros limitados y el enorme estigma que rodea a la enfermedad, los problemas son inmensos.

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