Ni contra el cáncer nos ponemos de acuerdo
¿Quién se va a oponer a que las instituciones hablen de la enfermedad con un poco más de finura? Vox, claro


España vive tan partida en dos mitades ideológicas que la única manera de ponerlas de acuerdo es proponer algo tan inane, banal, obvio y retórico que sea imposible rechazarlo. La proposición no de ley que aprobó el Congreso la semana pasada sobre el uso de la palabra cáncer es uno de esos consensos instantáneos: ¿quién se va a oponer a que las instituciones hablen del cáncer con un poco más de finura? Vox, claro. Los 33 diputados de Abascal votaron en contra, y su diputada aprovechó la tribuna para promover las metáforas bélicas que la proposición no de ley reprueba, en modo recochineo.
La proposición tiene cosas criticables: roza el ridículo en su prosa cursi e incurre en inconsistencias y contradicciones, pero no es una ley, no desarrolla un programa de reeducación lingüística ni despliega un aparato represor para quien siga usando la palabra cáncer y su campo semántico como le dé la gana. Tan solo es un gesto, un guiño de los representantes de la soberanía nacional hacia los enfermos de cáncer, y lo educado es aceptarlo, como se aceptan los pésames y las cortesías. Pero en Vox son esos niños malcriados que la lían en el funeral de la abuela. No pueden dejar pasar una ocasión de hacerse notar, y la hiperventilación de algunos columnistas les hizo coro.
Soy padre de un niño que murió de leucemia y he escrito un par de libros sobre la enfermedad en un sentido muy parecido a lo que se argumenta en la proposición no de ley: contra las metáforas bélicas (el cáncer no se lucha, se padece) y contra los usos figurados del cáncer. Sigo el pensamiento de Susan Sontag en dos ensayos luminosos: La enfermedad y sus metáforas y El sida y sus metáforas. Pero a la vez creo que las instituciones públicas son los lugares menos apropiados para plantear un debate intelectual, social y cultural, que se debe a la espontaneidad, sin intromisiones de diputados o ministros. Aunque una proposición no de ley no legisle, sí presiona para cambiar unos eufemismos por otros, y es el eufemismo, la manía de no hablar claro, los paños mojados que envuelven las palabras, lo que incomunica y aísla a los enfermos, a quienes se les roba las herramientas para expresarse.
Agradezco el gesto parlamentario porque lo entiendo como un guiño cariñoso y la constatación de un cambio en la sensibilidad social, pero mientras haya hooligans en los escaños es mejor abstenerse de textos que solo sirven para darles pie a emponzoñar un debate que manejábamos con calma desde la literatura, el pensamiento y la sociedad informal. Gracias por la intención, pero no nos metan en sus grescas.
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