El matonismo de Trump con España
Más que de la actitud del presidente estadounidense, el Gobierno debe estar pendiente de la de sus socios europeos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, manifestó de nuevo esta semana su “descontento” por la decisión de España de no adherirse al compromiso de elevar el gasto militar hasta el 5% del PIB para 2035 suscrito por los 31 restantes aliados de la OTAN. En sus reproches, Trump jugó tanto con la idea de expulsar a España de la Alianza como con la de tomar represalias en forma de aranceles. Lo primero es una ocurrencia sin recorrido a la vista de la arquitectura institucional atlántica. Lo segundo, una hipótesis con un margen de maniobra muy tortuoso, ya que España forma parte de un bloque comercial unitario y, además, no tiene una posición económica especialmente expuesta a EE UU. Esto no significa que se deba tomar a la ligera el disgusto del líder de la que sigue siendo la primera potencia planetaria por cuanto afecta a la posición española en Europa y en el mundo.
El Gobierno tiene razón cuando recuerda que España es un aliado fiable de la OTAN. El Ejecutivo de Pedro Sánchez ha mostrado un loable compromiso con Ucrania —algo nada sencillo dados los sentimientos de parte de la izquierda—, ha incrementado el gasto militar —incluidas compras al conglomerado industrial estadounidense hasta máximos históricos en los dos últimos años—, mantiene importantes despliegues en el exterior y es, en definitiva, más un proveedor que un receptor de seguridad dentro de la Alianza. Por otro lado, el rechazo al 5% tiene fundamento: se trata de una cifra que responde esencialmente al capricho de Trump.
Hay, no obstante, factores que merecen tenerse en cuenta. De entrada, la cruda realidad de una Europa bajo amenaza rusa y sin capacidad para hacerle frente por sí misma. Esa constatación y esa preocupación, intensísimas en el flanco oriental, explican la voluntad de evitar rupturas en el seno de la OTAN. ¿Qué hubiera pasado si todos se hubiesen plantado en la cumbre de La Haya como el Gobierno español? No cabe descartar una espantada de Trump de la Alianza. ¿Qué hubiera hecho Putin tras una fractura así? Esa inquietud es tan intensa en tantos países de Europa que ha inhibido la voluntad de pugna con Washington incluso en el aspecto comercial. Si en abstracto hay motivos para pensar que con Trump hay que negociar con firmeza, la fragilidad europea en materia de seguridad genera una asimetría con EE UU que complica acordar una postura firme.
Es comprensible que la preocupación por la amenaza rusa sea mucho más leve en Madrid que en Varsovia, pero también es cierto que —sin asumir el 5%, porcentaje al que en la práctica apuntan muy pocos socios de la OTAN— ir más allá del 2,1% era políticamente insostenible en clave interna para el Gobierno español dada su fragilidad parlamentaria. Y que ese cálculo pesó en el gesto de Sánchez.
Más que de la reacción de Trump, España deberá estar pendiente de la de sus socios europeos. Es esencial evitar cualquier recelo. España recibió la solidaridad de sus vecinos en otras fases, incluida la pandemia. Ahora le toca medir cómo corresponder adecuadamente. Hay un riesgo en el “descontento” pueril del presidente estadounidense y otro, potencialmente más preocupante, en el de algunos aliados, expuestos a la intimidación directa del Kremlin y embarcados en mayores sacrificios. Algo que podría pesar, por ejemplo, a la hora de diseñar los próximos presupuestos de la UE. Con el Gobierno de Pedro Sánchez, España ha sido un socio fiable. Será preciso ponderar bien los próximos pasos para seguir siendo percibido como tal. Y no por el interés de Trump, sino por el de Europa y el de España.
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