Los Veintisiete buscan un asiento en la mesa negociadora sobre Ucrania mientras construyen un muro defensivo
Los líderes de la UE suscriben una declaración de respaldo a Kiev de la que se desmarca el húngaro Viktor Orbán

Mientras se aceleran las discusiones para un alto el fuego en Ucrania —y, quizás, incluso para una paz duradera—, la Unión Europea ha reiterado de forma casi unánime su apoyo “inquebrantable” a Kiev en la cumbre celebrada este jueves en Bruselas. El objetivo es que el país invadido por Rusia llegue con la mayor fuerza posible a una mesa de negociaciones en la que también la UE reclama un sitio que hasta ahora se le ha negado. Pero en este consenso ha faltado Hungría. El primer ministro Viktor Orbán, como era previsible, se ha desmarcado del resto de jefes de Estado y de Gobierno. Al mismo tiempo, los Veintisiete, ahora ya sí en pleno, han pisado el acelerador para construir su propio “muro” de seguridad ante una Rusia de la que nadie acaba de fiarse, ni a corto ni a largo plazo.
“Hemos reafirmado nuestro apoyo total a Ucrania (…) y hemos decidido aumentar nuestras propias capacidades militares”, resumió el presidente del Consejo Europeo, António Costa, restando importancia a que Budapest haya quedado, una vez más, aislado del resto. “No podemos quedarnos bloqueados porque Hungría piense de manera distinta a nosotros”, justificó la decisión de firmar una declaración por separado sobre Ucrania solo en nombre de 26 líderes.
En esta nueva cita en Bruselas, los líderes europeos saludaron los esfuerzos liderados por Estados Unidos para acordar algún tipo de alto el fuego y las conversaciones mantenidas en los últimos días por el presidente Donald Trump con sus homólogos de Rusia, Vladímir Putin, y Ucrania, Volodímir Zelenski. El mandatario ucranio participó en el encuentro por videoconferencia y compartió detalles de estas conversaciones.
Para Europa, las discusiones mantenidas hasta el momento entre Washington y Moscú no constituyen aún negociaciones verdaderas, en las que Europa sigue reclamando algún tipo de influencia. “España tiene que estar en la mesa de negociaciones”, sostuvo el español Pedro Sánchez. “Europa debe estar siempre en la mesa de discusiones sobre su propia seguridad”, respaldó Zelenski. La cuestión es cómo.
La idea lanzada originalmente por el presidente del Consejo Europeo, António Costa, —y retomada por Finlandia— de nombrar a un representante europeo que pueda sentarse a la futura mesa de negociaciones ha sido discutida y apoyada por algunos mandatarios, como Sánchez, pero no acaba de cuajar. Bastantes países consideran que hay demasiadas dudas al respecto, dado que también hay países extracomunitarios, especialmente el Reino Unido, que han tenido un papel clave en los acontecimientos acelerados de las últimas semanas y que deberían ser tenidos en cuenta. Tampoco está claro que Trump, incluso si hubiera un representante designado, vaya a invitarlo a sentarse en esa mesa.
En vista de que por ahora tampoco hay una negociación en firme, el consenso final aboga por una vía pragmática. Esta consiste en analizar cómo la UE, esté representada por una persona concreta o no, podrá influir en esas futuras discusiones de paz, aprovechando sobre todo los canales de que dispone. Uno de los más destacados es la capacidad que ha demostrado el francés Emmanuel Macron de ser escuchado en Washington. Al final de la cita en Bruselas, Macron anunció una nueva reunión de la “coalición de los dispuestos” en París en una semana con la presencia de Zelenski.

En la declaración final, separada de las conclusiones generales en nombre de todos los Estados miembros, los 26 líderes europeos desmarcados de Orbán se limitan a subrayar que “la UE y sus Estados miembros contribuirán al proceso de paz y a asegurar una paz justa y duradera con Ucrania, algo que va en interés tanto de Ucrania como de Europa” y reiteran la necesidad de que un acuerdo de paz conlleve “garantías de seguridad robustas y creíbles para disuadir futuras agresiones rusas”. En este sentido, manifiestan además su disposición a “aumentar la presión” sobre Rusia. Entre otros medios, planean un nuevo paquete de sanciones, el decimoséptimo, que no obstante podría volver a ser frenado por Budapest.
Los 26 también aseguran que la UE “seguirá proporcionando apoyo financiero predecible y regular” y se comprometen a mantener también el apoyo militar, aunque no entran en detalles. La jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, había reclamado a su llegada a la cita que los líderes actúen rápido y aprueben una partida de 5.000 millones de euros para entregar hasta dos millones de municiones de forma urgente a Ucrania. En su alocución a los líderes europeos, Zelenski también pidió específicamente esa partida: “Necesitamos fondos para proyectiles de artillería y agradeceríamos el apoyo de Europa con al menos 5.000 millones de euros lo antes posible”, dijo en una breve comparecencia desde Noruega.
“Acciones, no solo palabras”
“Deberíamos empezar a tener no solo palabras, sino también acciones”, reclamó al respecto Kallas, que defendió: “Cuanto más fuerte sea Ucrania en el campo de batalla, más fuerte será en la mesa de negociaciones”. Pese a que es una aseveración con la que coinciden prácticamente todos —de nuevo, probablemente con la excepción de Orbán—, en la declaración final no se hace mención específica alguna a este plan, que tampoco ha sido secundado dentro de la sala. El texto se limita a llamar a los Estados miembros a “incrementar urgentemente los esfuerzos para responder a las necesidades apremiantes en defensa y militares de Ucrania”.
Tampoco hay consenso en fijar ya, como reclaman algunas voces, una fecha de ingreso de Ucrania en la UE, una idea que rechaza de plano Moscú. El presidente lituano, Gitanas Nauseda, llegó a Bruselas incluso con una propuesta de fecha concreta, el 1 de enero de 2030, aunque otros líderes consideran contraproducente comprometerse con un plazo tan cerrado. Orbán, por su parte, ha prometido “vetar” cualquier decisión hasta que haga una consulta popular al respecto, recordando así que por muchas alternativas que se busquen para sortear los bloqueos húngaros, Budapest todavía tiene una sustancial capacidad de freno.
Menos problemas parece poner Hungría cuando se habla de rearme europeo —término que molesta a líderes como Sánchez o la italiana Giorgia Meloni— pese a que no respalde la idea generalizada entre el resto de líderes de la UE de que la Rusia de Putin no será fiable ni con un acuerdo de paz firmado.
“Rusia es y seguirá siendo la amenaza permanente para la UE”, resumió el presidente finlandés, Petteri Orpo, al llegar a una cita donde los Veintisiete continuaron debatiendo las fórmulas para aumentar significativamente el gasto en defensa. Nadie rebate esta idea, lo que no quiere decir que haya consenso absoluto. Es cierto que se comparte ampliamente el objetivo de impulsar la defensa europea para, como dijo el lituano Nauseda, contar con “un muro de defensa creíble que separe a Europa de Rusia” y evitar a sí ser “la siguiente víctima de la agresión rusa”. Pero la forma de pagar ese ingente gasto sigue dividiendo a los líderes comunitarios.
El plan de la presidenta de la Comisión Europea de movilizar 800.000 millones de euros ha recibido el respaldo de los Estados miembros. De esta cantidad, 650.000 millones provendrían de los presupuestos de los países, a los que se permitirá endeudarse en defensa. Y solo 150.000 en forma de préstamos con deuda común, según los planes de Ursula von der Leyen. Frente a esta propuesta, algunos socios como España quieren que se abra la puerta a que haya eurobonos de defensa (solo deuda) y no solo transferencias.
Los jefes de Estado y de Gobierno instan al Ejecutivo comunitario a acelerar con su plan de rearme y preparación para apuntalar una defensa autónoma y no tan dependiente de EE UU como hasta ahora. Para ello, además, Bruselas plantea que las armas y equipamientos de defensa tengan prioridad absoluta en los nuevos contratos que hagan con el nuevo plan de rearme de préstamos de deuda común.
“El Consejo Europeo recuerda que una Unión Europea más fuerte y capaz en el ámbito de la seguridad y la defensa contribuirá positivamente a la seguridad global y transatlántica y es complementaria de la OTAN, que sigue siendo, para sus Estados miembros, la base de su defensa colectiva”, señalan las conclusiones. Estas recuerdan que la Alianza sigue siendo un elemento clave. Pese a que los Estados Unidos de Trump, el gran garante de la seguridad, lo estén poniendo ahora en duda.
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