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El mundo como esperpento

La mirada de Valle-Inclán sigue sirviendo para acercarse al mundo de hoy, sometido también a una “deformación grotesca”

Ginés García Millán como Max Estrella (en el centro), en un momento de 'Luces de bohemia', de Valle-Inclán, en una imagen del Teatro Español.
Ginés García Millán como Max Estrella (en el centro), en un momento de 'Luces de bohemia', de Valle-Inclán, en una imagen del Teatro Español.Javier Naval
José Andrés Rojo

“El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”, le dice Max Estrella a Don Latino. En la frase anterior había definido su mirada: “Los héroes clásicos, reflejados en los espejos cóncavos, dan el Esperpento”. Un nuevo montaje de Luces de bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán, se pudo ver en Madrid hasta diciembre en el Teatro Español. Y todavía puede visitarse la exposición Esperpento en el Reina Sofía, en la que a partir del concepto de Valle se explora la relación que se dio entre el arte popular y la revolución estética en España a lo largo del primer tercio del siglo pasado. Max Estrella insistía en la deslumbrante pieza de Valle y le decía a su amigo: “España es una deformación grotesca de la civilización europea”. A la manera de quienes pertenecían a la generación del 98, Valle seguía dándole vueltas a las señas de identidad de este país, y de nuevo aparecía el desgarro de considerarlo distinto al resto de los países europeos.

Y ahora, ¿qué ocurre un siglo después? Viendo las chuscas maneras de los políticos, enredados siempre en el manejo de la hipérbole para descalificar a sus adversarios, y observando las desesperadas maniobras a las que se ven obligados los jóvenes para encontrar una casa en la que vivir es fácil pensar que España sigue siendo una grotesca deformación de cualquier Estado que se quiera decente. En el Reina Sofía, de todas formas, se exhiben también algunos dibujos que hizo George Grosz por aquellos años, y sus militarotes y banqueros dan una idea de la Alemania de entonces que no está lejos del esperpento. Será que el esperpento no solo sirve para atrapar el sentido trágico de la vida española, sino para pulsar también lo que sucede en todas partes. Seguro que si Estados Unidos se mirara hoy en los espejos del callejón del Gato, lo que iba a encontrar ahí es a Donald Trump.

En la época de Luces de bohemia, España no era una excepción, por mucho que insistieran los del 98. En el Reina Sofía late la vitalidad de una sociedad por la que pululaban los artistas e intelectuales de tres generaciones —también la del 14 y la del 27— y es posible admirar la riqueza de una cultura a la que han calificado como la de la edad de plata (poco después llegó la dictadura de Franco, con unos militarotes como los de George Grosz, para barrer aquel esplendor y empujarlo a la cuneta).

De la mano del esperpento, Valle supo iluminar las zonas sombrías y las vidas frágiles que también existieron en esos tiempos de cambios vertiginosos y de exaltación de la modernidad (a pesar de la dictadura de Primo de Rivera). El propio Valle era en sí mismo un polvorín de contradicciones. En 1931, no consiguió el acta de diputado en las listas del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, y aceptó ser Caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita, lo que reforzaba sus convicciones carlistas; durante un viaje a Roma dijo que el fascio no era “una partida de la porra como generalmente creen en España los radical-imbeciloides, ni un régimen de extrema derecha”, sino “un afán imperial de universalidad en su más vertical y horizontal sentido ecuménico”, y estaba encantado de presidir la Asociación de Amigos de la Unión Soviética. Al cumplir los 30 perdió un brazo tras ser herido en una disputa en un café. Cuenta que en aquella tristeza, quiso escuchar los latidos de su corazón y dejar que hablasen todos sus sentidos: “Con el rumor de sus voces hice mi Estética”, escribió en La lámpara maravillosa. El esperpento, una vía también útil hoy para entender este mundo revuelto.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.
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