Las amenazas expansionistas de Trump anticipan una relación tormentosa entre EE UU y sus aliados
En Europa aumenta la ansiedad ante los planes del presidente electo mientras en Washington, destacados republicanos aplauden la idea de anexionarse Groenlandia y el canal de Panamá
Ya no son solo exabruptos. Donald Trump ha ido un paso más allá y ha pasado a las amenazas. El uso de la presión militar contra Groenlandia, territorio de un socio europeo de la OTAN, Dinamarca. Boicot económico contra Canadá. Un golfo de México convertido, por decreto ley, en el “golfo de Estados Unidos”. Trabas económicas y militares a Panamá para que devuelva el canal que Washington le entregó por los acuerdos pactados durante el mandato de Jimmy Carter (1977-1981).
Son algunas de las perspectivas que Trump ha planteado antes del comienzo de su mandato como presidente de Estados Unidos el próximo 20 de enero. Un adelanto ofrecido en una caótica intervención, parte soliloquio errabundo y parte rueda de prensa, este martes en su mansión de Mar-a-Lago, en Florida, y que ha aumentado la ansiedad de los aliados europeos sobre la dirección de la política estadounidense en los próximos cuatro años y el estilo de su diplomacia. También sobre el futuro de las relaciones euro-atlánticas ―que están en un punto álgido con la Administración de Joe Biden, en asuntos como la guerra de Rusia contra Ucrania―, que pueden verse deterioradas, reescribiendo el panorama geopolítico global en un momento, además, especialmente delicado.
En su comparecencia, Trump pergeñó una política exterior de expansionismo en América y confrontación con Europa. Amenazó con aranceles y presiones económicas a Canadá, del que considera que debe ser un Estado de Estados Unidos, y arremetió contra México, “controlado por los cárteles”. Prometió “abrir las puertas del infierno” si los rehenes en Gaza no quedan en libertad antes de que él jure el cargo. Y, sobre todo, rechazó comprometerse a no utilizar presiones económicas o militares para lo que declaró dos objetivos necesarios para la seguridad nacional: el control del canal de Panamá, donde considera que China se está abriendo paso, y la anexión de Groenlandia, la isla cuatro veces el tamaño de España, rica en tierras raras y en una posición privilegiada en el Ártico para rivalizar contra Rusia y China.
Ya había planteado con anterioridad esas posiciones, pero desde su triunfo electoral en noviembre se han hecho recurrentes en sus intervenciones públicas. Y las volvió a repetir, burlonamente, en su red social, Truth, horas después de su comparecencia, cuando publicó dos mapas en los que Canadá aparecía como territorio estadounidense.
Durante las primeras semanas de transición presidencial ese tipo de declaraciones sonaron a bravuconada. Pero a 10 días de su desembarco en la Casa Blanca, empiezan a sonar mucho más serias, aunque solo sean, como algunos sugieren, una táctica para abrir una negociación desde una posición de fuerza.
La Unión Europea y los aliados europeos de la OTAN aguardan con enorme incertidumbre la llegada oficial del nuevo presidente, que ha prometido subir los aranceles a los productos europeos y ha reclamado un aumento del gasto en defensa, amenazando con desamparar a aquellos que no hagan caso. Pero el capítulo sobre Groenlandia, que forma parte desde hace 600 años del reino de Dinamarca, un país de la UE y miembro de la OTAN y por tanto aliado de EE UU, superan todos los niveles vistos hasta ahora.
“La postura de Trump es muy preocupante”, dice, alarmada, una alta fuente europea, que pide mantener el anonimato para poder hablar con libertad de un asunto muy caliente en Bruselas, donde se preparan para negociar con la nueva Administración un acuerdo que evite la escalada comercial. “Preocupante no solo por la perspectiva de futuro y si actuará sobre Groenlandia o no, también porque supone otra injerencia más que puede hacer que se tambaleen las relaciones entre Europa y EE UU”, señala.
A la receta de la preocupación sobre sus planes en política exterior se suma esta vez un ingrediente que no existía durante su primer mandato (2017-2021): los comentarios hostiles que también profiere su gran socio económico y político, el oligarca tecnológico Elon Musk, que desde X, la red social de su propiedad, ha interferido en la política interna de aliados como el Reino Unido o Alemania, con críticas al Gobierno en Londres y apoyo a la ultraderecha germana. Hay que añadir también las críticas del dueño de otra red, Meta, Mark Zuckerberg, que al anunciar un cambio en su política de privacidad ha acusado a la UE de censura. “Europa sigue aprobando leyes que institucionalizan la censura y hacen casi imposible construir algo innovador”, lanzó en un discurso el martes.
Advertencias de no injerencia
De momento, los países aliados han reaccionado en público con advertencias de no injerencia, aunque con cuidado de no airar al volátil presidente electo, para no empeorar las cosas. Alemania y Francia han advertido al republicano sobre la inviolabilidad de las fronteras. El martes, el primer ministro saliente de Canadá, Justin Trudeau, respondió al presidente electo con mensajes en inglés y francés en X, la antigua Twitter: “Una bola de nieve tiene más posibilidades de sobrevivir en el infierno” que su país de convertirse en un Estado más de EE UU, escribió.
En México, la presidenta Claudia Sheinbaum trató este miércoles en una comparecencia ante los medios de dar portazo al asunto con una mezcla de diplomacia y socarronería. La jefa de Estado sostuvo que su país colaborará con la Administración de Trump, pero matizó que la inviolabilidad de fronteras que tanto ha exigido el republicano también es vinculante para el Gobierno entrante en Washington. Sobre las afirmaciones de que el país está controlado por los cárteles, respondió: “Creo que al presidente Trump le malinformaron… En México gobierna el pueblo”.
Acerca de las amenazas de cambiar el nombre del golfo de México, la líder sugirió rescatar la antigua denominación oficial de los territorios del norte, recogida en la Constitución de Apatzingán, y parodió las declaraciones de Trump: “Vamos a llamarle América Mexicana, ¿se oye muy bonito, no?” Por su parte, el presidente panameño, José Raúl Mulino, rechazó contestar a las declaraciones del jefe de Estado electo.
En Washington, las palabras de Trump han recibido una acogida positiva entre los legisladores de su Partido Republicano. Representantes de su corriente de derecha radical MAGA (“Make America Great Again”, o “Devolver la Grandeza a Estados Unidos”), como la congresista Marjorie Taylor-Greene, una de sus fans más devotas, han anunciado que se disponen a redactar un proyecto de ley para el cambio de denominación de la masa de agua.
El senador por Florida Rick Scott, también del ala más conservadora del partido, aseguraba por su parte en la cadena de televisión Fox News que “sería un gran tanto” si Estados Unidos consiguiera anexionarse Groenlandia y el canal de Panamá. La isla “es un gran activo estratégico para nuestra seguridad nacional”, sostenía. Sobre el canal, añadía: “Nosotros pagamos el coste de su construcción, y Panamá tiene que tratarnos con justicia, no favorecer a otros”. Preguntado si las declaraciones del presidente electo sobre el recurso a la fuerza militar son solo una mera estrategia de negociación, puntualizaba: “No sé lo que quiere decir… pero me alegro de que Trump esté intentando devolver la grandeza a Estados Unidos”.
“Desde el punto de vista de la cohesión transatlántica, estos comentarios de Trump no ayudan”, señala Ian Lesser, del German Marshall Fund. “Estados Unidos no está a punto de retirarse de la OTAN, pero la política de la Alianza está claramente preparada para un camino difícil, y no solo en lo que respecta al gasto en defensa”, vaticina el experto. “La oferta de comprar Groenlandia puede considerarse excéntrica. Las amenazas económicas y militares en relación con esta cuestión son un asunto completamente diferente”, remata Lesser.
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