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TRIBUNA
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¿Quién ganará el debate entre Biden y Trump?

Nueve claves sobre el cara a cara de los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos

¿Quién ganará el debate entre Biden y Trump? José Miguel Contreras
Quintatinta

En Atlanta, a las nueve de esta noche (hora local), comenzará el esperado primer debate presidencial que enfrenta de nuevo a Joe Biden y Donald Trump, tal y como ocurrió hace cuatro años. En Atlanta se encuentra la sede de la cadena CNN. El formato es absolutamente novedoso e introduce algunas importantes modificaciones respecto a la tradición creada durante las últimas décadas. El desenlace del debate va a estar condicionado por una serie de claves fundamentales:

Las expectativas. En 2020, a Trump no le salieron bien los debates. Se llegó a concluir que fueron decisivos para inclinar la balanza en favor de Biden. Curiosamente, el candidato republicano ha virado en las últimas semanas su discurso. Ha pasado de decir que iba a arrollar a una “media persona” en el debate a manifestar que “Biden será un polemista digno”. Sus asesores le han convencido de que extender una expectativa de victoria muy alta podría perjudicarle si Biden aguanta bien el combate.

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Los roles. Se va a asistir a un debate duro centrado en descalificar al rival, más que en vender las propias aptitudes. La clave del choque va a estar en ver quién de los dos demuestra que el otro contendiente está más incapacitado para ser presidente de Estados Unidos. Biden busca el papel del “sabio y firme frente a un delincuente convicto”, según sus asesores. Por contra, el líder republicano intentará presentar a su oponente como un anciano que no reúne condiciones físicas y mentales para desempeñar esa función y que arrastra los problemas de su hijo Hunter con la justicia.

La edad. Nunca en la historia se han visto las caras en un debate presidencial dos candidatos de tan avanzada edad: los 81 años de Biden frente a los 78 de Trump. Sectores republicanos llevan semanas lanzando mensajes de atención sobre la incapacidad del candidato demócrata para aguantar 90 minutos frente a un Trump al que le gusta exhibir su fortaleza física y un tono siempre amenazante e invasivo. Esta aparente desigualdad entre ambos puede darse la vuelta si Biden consigue aguantar el tipo y sale indemne. El propio Trump y algunos de sus opinadores de cabecera han llegado a insinuar sin tapujos que el líder demócrata podría acudir a la cita tras haber consumido alguna dosis de cocaína. Este es el ambiente.

El tono. El 29 de septiembre de 2020, los dos líderes protagonizaron en Cleveland el que se consideró el enfrentamiento más embarrado y desagradable de la historia en Estados Unidos. Trump estuvo especialmente virulento y maleducado, recurriendo a todo tipo de insultos, interrupciones y groserías. De forma generalizada, se concluyó que equivocó su estrategia. Para diferentes analistas, esa noche fue clave para entender por qué Biden ganó a Trump las elecciones de ese año. De hecho, semanas después, en Nashville, Trump cambió radicalmente su tono para rebajar al máximo la tensión y evitar despertar la antipatía de los votantes moderados.

La mecánica. Los demócratas han conseguido imponer un formato en el que los oponentes no podrán interrumpirse. Mientras uno hable, el otro tendrá apagado su micrófono. Se supone que podría beneficiar a Biden, quien no tendrá que estar pendiente de hacerse escuchar frente a la habitualmente indisciplinada actuación de Trump. Por el contrario, algunos especialistas consideran que, en realidad, con esta puesta en escena, el líder republicano podrá controlar mejor su perfil sin correr el riesgo de caer una vez más en su tono de abusón maleducado y grosero.

La preparación. Estos días, Joe Biden se ha encerrado en la residencia de Camp David con su equipo de preparadores, encabezado por Ron Klain, su ex jefe de gabinete, considerado uno de los mejores especialistas en esta materia. Ha trabajado con su técnica habitual de reproducir el debate con la participación de otro de los asesores de confianza, el abogado Bob Bauer, que representaba el papel de Trump en los ensayos. Así lo hicieron con éxito en 2020. Por su lado, el equipo de comunicación de Trump ha insistido en que se iban a limitar a trabajar en sesiones de discusión de argumentos. Senadores de su total confianza como J. D. Vance o Marco Rubio han ayudado en la preparación. También han participado algunos de sus asesores de su etapa presidencial, como Kellyanne Conway y Stephen Miller. Pretenden dar la imagen de que eluden una excesiva teatralización frente a un Biden al que presentan como un candidato encorsetado y teledirigido.

Los temas. Los principales argumentos de cada candidato parecen claros. Biden atacará a Trump con su condición de delincuente condenado y pendiente de sentencia. También resaltará su discutida posición frente al aborto y lo presentará como una amenaza para la democracia y sin un programa económico sólido y convincente. Por parte de Trump, sus principales argumentos versarán sobre la senectud de Biden, la subida desmesurada de la inflación y el descontrol respecto a la inmigración. También criticará abiertamente la incapacidad de Biden para resolver los conflictos abiertos en Ucrania y Gaza.

Puesta en escena. Con las nuevas reglas acordadas, no habrá público en directo en el estudio. A priori, parece una desventaja para Trump, quien tiene un mayor dominio del espectáculo. Un debate más frío puede equilibrar las fuerzas e incluso favorecer el discurso de un Biden más relajado y comedido. El enfrentamiento será conducido por Jake Tapper y Dana Bash, dos de las principales figuras de CNN. Como es costumbre, Trump ya ha anticipado que espera un trabajo parcial de los periodistas a favor de su oponente. Por sorteo, Biden ha tenido la opción de elegir posición en el plató y ha optado por situarse a la derecha de la pantalla, la misma ubicación que tuvo en su buen desempeño en 2020.

El objetivo real. Al acabar, se hablará de quién ha ganado el debate. Lo determinante es en qué medida influirá en los votantes indecisos en algunos Estados que muestran una situación de práctico empate. De nuevo, como ya ocurriera en 2016, todo puede acabar en el rust belt (el cinturón del óxido), en la zona de los lagos al norte del país. En Wisconsin, Michigan y Pensilvania las encuestas dan resultados muy ajustados. Trump ganó en 2016 la presidencia al superar a Hillary Clinton por solo 67.000 votos en esos tres Estados, después de que 137 millones de estadounidenses fueran a las urnas y de que Clinton superara a Trump por tres millones de votos en el resultado nacional. Biden y Trump hablarán para todo Estados Unidos, pero que a nadie le extrañe que lancen algún silbido para perros hacia los electores indecisos que viven en aquella zona. Ellos decidirán posiblemente quién ganará en noviembre.


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