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TRIBUNA
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Hay que detener la catástrofe provocada en Sudán

En la cumbre organizada en París por la UE, Francia y Alemania, el 15 de abril, debe oírse un clamor común por la paz en “la peor crisis del mundo”, que no sale en los medios

Una familia de refugiados de la región sudanesa de Darfur en la frontera entre Sudán y Chad, en julio de 2023.
Una familia de refugiados de la región sudanesa de Darfur en la frontera entre Sudán y Chad, en julio de 2023.Zohra Bensemra (REUTERS)

Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, se está sufriendo en Sudán “la peor crisis del mundo, además de la más compleja y cruel”, sin que dé lugar a ningún titular de prensa. Con casi nueve millones de desplazados dentro del país (la mitad de ellos niños) y casi dos millones de refugiados en el extranjero, Sudán es, de hecho, el escenario de la mayor crisis de desplazados por la fuerza del mundo. Además, lo peor está por llegar: los combates han perturbado las siembras en las regiones más fértiles de Sudán. Casi 20 millones de personas, casi uno de cada dos sudaneses, se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria en un país que solía ser un importante productor de alimentos.

El próximo 15 de abril, la guerra de Sudán habrá cumplido un año. En esa fecha, la UE, junto con Francia y Alemania, organizará una conferencia de alto nivel en París para recabar más ayuda humanitaria y reclamar que se ponga fin a ese conflicto. Tal acto deberá ser una llamada de atención para África, Europa y toda la comunidad internacional.

Sabemos quién es el responsable de esta catástrofe. Al perpetrar su golpe de Estado militar en octubre de 2021, las Fuerzas Armadas de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido truncaron las aspiraciones de la revolución democrática sudanesa. Su alianza golpista se deshizo y se degradó en guerra abierta entre ambos ejércitos el 15 de abril de 2023.

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Las dos partes beligerantes decidieron librar una guerra, no solo entre sí, sino también contra Sudán y su pueblo. En Darfur se han reanudado las atrocidades genocidas contra los civiles por su pertenencia a determinadas etnias que llevaron a Sudán a primera plana en 2003. En todo el país se están reteniendo deliberadamente las ayudas y se deniega el acceso a los trabajadores humanitarios. Cientos de miles de sudaneses han huido a países vecinos, sobre todo a Chad y Sudán del Sur, dos países que ya sufren sus propias crisis humanitarias y de seguridad alimentaria. El sufrimiento tiene causas completamente humanas y podría ponérsele fin hoy mismo.

Patrocinadores exteriores, que aportan dinero y armas, alimentan los combates. Países como Irán están suministrando armamento, incluidos drones, a las Fuerzas Armadas de Sudán. Los Emiratos Árabes Unidos también tienen una influencia directa sobre las Fuerzas de Apoyo Rápido, de la que deberían servirse para poner fin a la guerra. Rusia juega a dos bandas con ambas partes en el conflicto, con la esperanza de acceder a infraestructuras y recursos estratégicos, y también envía a mercenarios reclutados por empresas militares privadas, que buscan principalmente hacerse con oro y minerales. El mar Rojo es la conexión marítima más importante de Europa con Asia y el Pacífico, y Sudán podría convertirse en una plataforma para la trata de seres humanos, los combatientes radicales, las armas y todo tipo de comercio ilícito entre el Sahel, el norte de África y el África subsahariana. La seguridad de Europa está en juego.

Antes de la guerra, durante la victoriosa revuelta popular contra una dictadura brutal, los numerosos jóvenes activistas, defensores de los derechos de las mujeres y líderes comunitarios demostraron al mundo su voluntad y determinación de construir un Sudán democrático y pacífico. Desde entonces, la UE y sus Estados miembros se han mantenido firmes en su postura: la única parte a la que apoyamos en este conflicto es la de la población civil y la esperanza que esta abriga para su país.

Seguiremos dialogando con las partes beligerantes desde una posición neutra que da prioridad a la paz y al respeto de las vidas y los derechos de la población civil. El 15 de abril debe oírse en París un clamor común por la paz. Debe ser la vía de acceso para una acción más integral, concertada y determinante de Europa, África y la comunidad internacional hacia Sudán.

Por supuesto, uno de los objetivos actuales debe ser atajar la creciente hambruna en Sudán y apoyar a los países y comunidades que han acogido a las personas huidas de la guerra. La ayuda disponible retenida por las partes beligerantes guiándose por sus cálculos políticos debe llegar a las personas necesitadas, dondequiera que se encuentren. Estas tácticas de guerra vulneran el Derecho internacional y pueden constituir crímenes de guerra. También esperamos que los dos líderes de los bandos beligerantes, los generales Burhan y Mohamed Hamdan Dagalo Hemedti, atiendan finalmente los llamamientos a que detengan esta matanza y acudan a la mesa de negociaciones. No hacerlo tendría consecuencias.

Nuestra acción en Sudán no está aislada: en Sudán, como en Ucrania o en otros lugares, las aspiraciones democráticas no deben defenderse a tiros. Los sudaneses no pedían otra cosa cuando tomaron las calles de Jartum hace cinco años. Esta es la razón por la que reclamamos incansablemente un alto el fuego inmediato, un acceso sin restricciones para la ayuda humanitaria y la reanudación de la transición democrática en Sudán. Siempre preferimos soluciones africanas para los problemas africanos. Cuando Sudán inicia el segundo año de su guerra más decisiva, esperamos que la región asuma su responsabilidad. Junto con nuestros socios regionales e internacionales, estamos dispuestos a ayudar a Sudán en sus horas más oscuras.

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