Economías a escala
Necesitamos revisar la vulnerabilidad de nuestra principal cadena de suministro. Es imprescindible hacerlo antes de que lo haga otro
El puente de Baltimore ha sido víctima de la asimetría entre los gigantes del comercio marítimo y las infraestructuras públicas de las que dependen. El Dali es un buque “Neo Panamax”, lo que significa que ha sido construido para la ampliación del tercer carril de tránsito de buques del canal de Panamá. Las nuevas esclusas, Cocolí y Agua Clara, fueron inauguradas en junio de 2016 y son más anchas, más largas y más profundas que sus precedentes, con 427 metros de largo, 55 metros de ancho y 18,3 metros de profundidad. El puente de Baltimore fue inaugurado en 1977, cuando el más grande de los buques tenía 250 metros y capacidad para 1.500 contenedores.
Boeing lanzó el 737MAX para competir con la versión diésel del A320 de la europea Airbus. A diferencia del A320neo, el MAX era muy diferente al 737 anterior. Sus motores son tan grandes que los ingenieros tuvieron que colocarlos más adelante, y el cambio en la distribución del peso hace que el avión levante la nariz. Boeing no podía reentrenar a sus pilotos con un simulador de vuelo específico sin perder mercado frente a su archirival, y decidió optimizar. Creó un software capaz de corregir las diferencias entre el MAX y su predecesor sin decir nada a los pilotos. No dijo nada cuando un MAX con 800 horas de vuelo se hundió en el mar de Java con 189 personas dentro. Tampoco cinco meses más tarde, cuando otro MAX se estrelló en Etiopía con 157 pasajeros nada más despegar.
Como muchos otros puertos comerciales, Baltimore actualizó sus infraestructuras para competir en un mercado reconfigurado por la ampliación de Panamá. Instaló cuatro nuevas grúas diseñadas para manejar portacontenedores gigantescos y dragó su puerto hasta una profundidad de 15 metros. A corto plazo, la jugada perfecta. La castigada ciudad de The Wire se convirtió en uno de los tres puertos de la costa este capaces de recibir a los Neo Panamax. Las autoridades declararon el “renacimiento” del puerto y, con él, la economía local. Aparentemente, no implementó un plan correspondiente para proteger la infraestructura portuaria, los buques y la seguridad de las operaciones de navegación. No invirtió en proteger las estructuras portuarias o en remolcadores capaces de asistir a los buques a atracar, desatracar y maniobrar en espacios confinados o en condiciones de viento o corriente difíciles. La clase de condiciones que hicieron encallar al Ever Given. Habría dado lo mismo. A diferencia de la crisis de Boeing, el accidente del Dali era fácil de prever e imposible de evitar. Incluso habiendo implementado todas las medidas de seguridad, lo más probable es que se hubiera derrumbado igualmente. “No conozco ningún puente capaz de soportar un impacto directo de un buque de ese tamaño”, dijo el secretario de Transporte de EE UU Pete Buttigieg. Y, cuando un buque así avanza sin control interno, no hay delfines ni remolcadores que lo paren. El sistema está roto porque cumple un objetivo insostenible: el crecimiento infinito de la economía de consumo en un mundo hecho de átomos. El tamaño del barco es incompatible con el puerto de Baltimore y con el mundo que pretende navegar.
Necesitamos revisar la vulnerabilidad de nuestra principal cadena de suministro. Es imprescindible hacerlo antes de que lo haga otra cosa. La tensa situación geopolítica del mar Rojo, el estrecho de Ormuz, el mar Negro, el estrecho de Malaca y el estrecho de Taiwán. Las condiciones meteorológicas impredecibles que nos anuncia la comunidad científica. La próxima pandemia.
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