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COLUMNA
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Lengua afilada, dientes gastados

Pese a su buena voluntad, el Gobierno tendrá problemas para aprobar grandes medidas en esta legislatura

Pedro Sánchez, junto a varios de sus ministros y diputados socialistas, el 29 de noviembre durante la solemne apertura de la XV Legislatura.
Pedro Sánchez, junto a varios de sus ministros y diputados socialistas, el 29 de noviembre durante la solemne apertura de la XV Legislatura.chema Moya (EFE)
Víctor Lapuente

Cuanto más inclusivo es un Gobierno, menos puede gobernar. A medida que aumenta el número de intereses representados, disminuyen las posibilidades de cambiar políticas. Y la mayoría parlamentaria que sostiene a este Ejecutivo tiene intereses de mil colores, con lo que las modificaciones legislativas que veremos serán poco llamativas.

El bloque progresista será conservador con las leyes porque puntúa bajo en los tres motores que permiten los cambios normativos. El primero es lo que el experto George Tsebelis llama el número de jugadores con veto. Es decir, los actores capaces de paralizar un proyecto legislativo. En España son muchos y, además, crecen. Sánchez necesitó ocho partidos para ser investido y ahora tendrá que negociar cada tema con una novena formación, el quinteto de diputados de Podemos.

El segundo factor es la distancia entre los jugadores. Cuanto más alejados están en el espectro ideológico los miembros de una coalición, más difícil es llegar a acuerdos. Y el trecho que hay, en política de vivienda o de impuestos, entre Bildu y Podemos, por un lado, y el PNV y Junts, por el otro, es abismal. En casi cualquier área, de la educación a asuntos exteriores, la probabilidad de que una nueva propuesta de política B sea preferible a la actual A para todos los socios cuya aquiescencia necesitas se acerca a cero.

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El tercer elemento es la coherencia interna de cada actor. Cuanto más homogéneos son los puntos de vista dentro de un partido, más complicado es el pacto entre partidos. Si diputados, cuadros y militantes están muy alineados en una política —por ejemplo, todos son antitaurinos—, será casi imposible que el partido sacrifique su posición. Y también esto es una mala noticia para el Gobierno. Con la excepción de Junts, que pese a su nombre no está unido, las formaciones del bloque progresista están ideológicamente bastante cohesionadas. En definitiva, aunque tenga buena voluntad, el Gobierno tendrá problemas para aprobar grandes medidas.

El anticipo de esa futura parálisis legislativa es lo que, en mi opinión, explica la presente agresividad del Gobierno proponiendo nombramientos tan controvertidos en instituciones informativamente tan sensibles como el CIS o la agencia Efe. Y con chulería: ponemos a Tezanos, “el sociólogo que acierta en las encuestas”. El Gobierno afila la lengua porque teme quedarse desdentado.


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