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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Demagogia en Argentina

El nuevo presidente argentino, Javier Milei, no ha moderado su discurso, solo ha asumido que sus promesas económicas eran imposibles de cumplir

Javier Milei y su hermana, Karina, en un recorrido hasta la Casa Rosada el domingo, tras jurar el cargo en el Congreso.
Javier Milei y su hermana, Karina, en un recorrido hasta la Casa Rosada el domingo, tras jurar el cargo en el Congreso.ENRIQUE GARCIA MEDINA (EFE)
El País

Javier Milei es desde este domingo el presidente de Argentina. La distancia entre sus promesas de campaña y la realidad ya son evidentes. El 55,7% de los argentinos, casi 14,5 millones de personas, votaron por la dolarización de la economía, el cierre del Banco Central y la reducción del Estado al mínimo, vía la privatización de empresas y una política de recortes drásticos. Los primeros pasos de Milei, aun antes de llegar a la Casa Rosada, han ido en varios aspectos en la dirección contraria.

Economistas de todo el mundo ya habían advertido de la imposibilidad de dolarizar una economía cuyas reservas internacionales están en rojo. Hoy sabemos además que el Banco Central seguirá abierto y que el peso sobrevivirá al nuevo Gobierno. Suponer que es posible reducir 20.000 millones de dólares de gasto público de la noche a la mañana era una promesa que se sabía imposible de cumplir, es decir, una mentira. Sea cual sea la cifra, el ultraliberalismo ya ha demostrado el precio de esta receta en la vida de los más necesitados y en la propia economía.

Los argentinos esperaban este lunes un paquete de medidas económicas que permitiesen anticipar, al fin, qué les deparará el futuro. No hubo tal. El plan que Milei aseguraba tener listo desde hace meses se ha limitado hasta ahora a la reducción del número de ministerios de 18 a 9, uno más de los que acompañaron las presidencias de Raúl Alfonsín (1983-1989) y Carlos Menem (1989-1999), y a la advertencia de que se exigirá el 100% de trabajo presencial a los funcionarios. Para evitar que los mercados se impacientasen por la demora, el Gobierno decretó un festivo bancario encubierto, con limitaciones extraordinarias a las transacciones de cambio de divisas.

El discurso inaugural de Milei trocó el lema electoralista “la casta tiene miedo” por “no hay plata”. No es la primera vez que un Gobierno prepara a la población para un escenario de sudor y lágrimas. Alfonsín hablaba de “economía de guerra”, Menem prometió “cirugía mayor” y Mauricio Macri (2015-2019) decía que la única salida era el déficit cero, lo mismo que Fernando de la Rúa en 2000, antes de la crisis del corralito. Javier Milei agita ahora la posibilidad de una inflación del 15.000%, un porcentaje que multiplica por cinco el 3.000% registrado en 1989, el mayor de la historia argentina.

La distancia entre las promesas de campaña y los hechos evidencia una peligrosa demagogia. En el caso de Argentina, es doblemente dolorosa. Más del 40% de la población es pobre y la inflación, que ya supera el 140%, recorta a diario la calidad de vida de los argentinos. Anticipar que el próximo año será una dura travesía del desierto no reduce la responsabilidad de un Gobierno que ha llegado al poder con la promesa de que “hay luz” al final del túnel.

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