Alberto Fernández deja la presidencia con Argentina al borde del colapso económico
El presidente pasó de tener un 80% de popularidad al principio de la pandemia a ser rechazado por siete de cada diez argentinos al término de su mandato
Los argentinos quieren pasar página rápido a los cuatro años de presidencia de Alberto Fernández. El peronista llegó al poder en medio de una nueva crisis económica con una promesa doble: unir a los argentinos y comenzar una recuperación de ingresos por quienes más lo necesitaban, aquellos que ni siquiera tenían para comer. Fracasó en ambas. La grieta política se agrandó durante su mandato y también creció la pobreza.
Fernández entrega un país al borde del colapso económico y en el que tener trabajo ha dejado de ser garantía de llegar a fin de mes: sólo hay un 6% de desempleados, pero la pobreza supera el 40%. El 10% de los habitantes de Argentina son indigentes, es decir, lo que cobran no les alcanza ni para comprar alimentos; en 2019, esa cifra era del 8%, mientras que la pobreza era casi cinco puntos inferior. Entre las causas del deterioro sobresale una inflación cercana al 150% que devora los ingresos, en especial los de aquellos trabajadores sin contrato formal ni sindicatos que defiendan sus derechos laborales.
“El desempeño económico de la gestión de Alberto Fernández fue muy flojo”, subraya el economista Juan Manuel Telechea. “Todas las variables relevantes de la economía —como inflación, pobreza, salarios, actividad— se vieron muy deterioradas”, agrega. Algunos números son incluso ficticios, como el tipo de cambio oficial, fijado en 400 pesos por dólar, cuando en el mercado paralelo la divisa estadounidense se vende a casi mil. El precio que pagan los argentinos por el transporte público, el gas, la luz, el agua y la gasolina tampoco es el precio de mercado. De no estar subsidiado, el valor de estos bienes y servicios sería muy superior y a muy pocos les cerrarían los números; hoy, a quien no le cierran es al Estado, que tiene un déficit fiscal del 3% del PIB.
El derrumbe de Argentina se explica en parte por factores externos al Gobierno, como el cimbronazo causado por la pandemia de covid-19, la abultada deuda con el Fondo Monetario Internacional heredada del Gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) y la pérdida de más de 20.000 millones de dólares en exportaciones este 2023 por la peor sequía de los últimos 60 años. Sin embargo, las diferencias internas entre Fernández y su poderosa vicepresidenta, Cristina Kirchner, impidieron que el Gobierno adoptase un rumbo claro para sortear los obstáculos y lo dejaron a la deriva durante los dos últimos años.
“Fue una lucha fraticida en público”, resume el politólogo Sergio Morresi. “El resultado fue que no se iba para un lado ni para el otro y fue realmente muy negativo para la gobernabilidad”, continúa. Los argentinos reaccionaron con bronca y hartazgo frente a una disputa de poder que se mostraba alejada de problemas económicos cada vez más acuciantes. Macri se había despedido con una inflación del 54%. En 2020, arrastrada por el freno de la pandemia, bajó al 36%, pero a partir de ahí repuntó a gran velocidad: 50,9% en 2021, 90% en 2022 y este año rondará el 150%.
Fernández cede el mando a Javier Milei con la popularidad por los suelos: siete de cada diez argentinos desaprueban su gestión. Las encuestas muestran cómo dilapidó el capital político con el que llegó a la Casa Rosada tras haber ganado las elecciones presidenciales frente a Macri. En 2019, la unión de las distintas corrientes del peronismo en un Gobierno de coalición generó una gran expectativa. Ya en el poder, decisiones iniciales como la de convocar una mesa contra el hambre y de buscar acuerdos para frenar la escalada de precios fueron vistas como un alivio para una población castigada.
El presidente estaba por cumplir su tercer mes en el cargo cuando se detectaron los primeros casos de covid-19 en el país. El virus había causado estragos en Europa y Fernández actuó con rapidez: ordenó un confinamiento estricto para evitar la propagación de la enfermedad y dar tiempo al sistema de salud para prepararse. La población acató y aplaudió esa medida preventiva, así como las primeras prórrogas que anunció junto al alcalde de Buenos Aires, el opositor Horacio Rodríguez Larreta.
La imagen positiva de Fernández alcanzó su pico en ese momento, al rozar el 80%. Pero a partir de ahí todo fue cuesta abajo. Los más de cuatro meses de confinamiento fueron una prueba durísima para la población, pero cuando comenzaron a flexibilizarse las restricciones, Argentina se vio envuelta en el mismo drama que muchos otros países antes: la cifra de infectados y de muertes se disparó. Además, la decisión de mantener las escuelas cerradas rompió la frágil tregua que se había alcanzado con la oposición y puso en contra del Gobierno también a familias que perdieron oportunidades laborales por no tener con quién dejar a sus hijos.
La legalización del aborto, en el penúltimo día de 2020, y la llegada de las primeras vacunas contra la covid-19, a principios de 2021, fueron dos hitos del Gobierno de Fernández. Pero la incipiente campaña de vacunación quedó empañada por la noticia de que en el Ministerio de Salud funcionaba lo que bautizaron como “vacunatorio vip”: tener los contactos correctos garantizaba saltarse la fila para acceder a un pinchazo salvador.
El escándalo provocó la dimisión del ministro de Salud, Ginés González García, que fue el primero de varios más. El más sonado llegó a los pocos meses en forma de fotografía. La primera dama, Fabiola Yáñez, posaba en ella junto al presidente y una decena de amigos en la quinta presidencial de Olivos. Los invitados al cumpleaños de Yañez sonreían a la cámara sin mascarilla, aunque la reunión se celebró a mitad de 2020, cuando aún estaba en vigor una cuarentena estricta y se prohibía cualquier reunión a puertas cerradas.
El presidente pidió perdón y pagó una multa de 25.000 dólares por violar el confinamiento. El daño, sin embargo, fue irreparable: en las elecciones legislativas de 2021 el peronismo quedó por detrás de la coalición opositora Juntos por el Cambio, de Macri. En esas mismas elecciones, el economista Javier Milei conseguía una banca de diputado con un mensaje de mano dura contra “la casta política”, la delincuencia y la corrupción. Con Milei se abrían las puertas del Congreso argentino la ultraderecha. Dos años después, Fernández le traspasa el bastón de mando presidencial.
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