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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nadia Calviño

Con la llegada de la vicepresidenta a la cúpula del BEI, España vuelve a la primera fila institucional comunitaria

Nadia Calviño
La vicepresidenta primera del gobierno, Nadia Calviño, el mes pasado en Bruselas.OLIVIER HOSLET (EFE)
El País

Después de meses de intensa negociación y superando a contrincantes de altura como la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, lograba este viernes el respaldo de los ministros de Economía de la Unión Europea para presidir el Banco Europeo de Inversiones (BEI) a partir de enero. Una vez cumplidos los trámites necesarios, Calviño será la primera mujer en dirigir la institución financiera y el primer español al frente de la entidad, lo que viene a corregir parte del déficit de representación que España tiene en puestos de relevancia en el seno de las instituciones europeas. Con su aval, los países de la Unión reconocen también la trayectoria de Calviño, su europeísmo y su labor durante estos años al frente de la economía española.

El BEI, con sede en Luxemburgo, tendrá un importante papel en los próximos años para financiar la transición verde de la UE, la reconstrucción de Ucrania y reforzar el papel de Europa en el mundo, como ha recordado su inminente presidenta. El brazo financiero de la UE es la principal institución multilateral del mundo, con un balance de medio billón de euros. El banco también desempeñará un papel decisivo en la segunda fase del despliegue de los fondos Next Generation y será el encargado de gestionar más de 20.000 millones de euros en préstamos para las comunidades autónomas a través del Fondo de Resiliencia Autonómica.

Calviño llegó a la política española en 2018 para asumir la cartera de Economía atesorando amplia experiencia como alta funcionaria en Bruselas. Desde entonces, ha ido ganando peso político con un estilo cargado de datos y no exento de ironía, fajándose en el Parlamento con la oposición y en los debates en el seno del Consejo de Ministros hasta hacerse en julio de 2021 con la vicepresidencia primera y presentarse junto a Pedro Sánchez como tándem de la moderación y el pragmatismo en las elecciones del 23-J, pese a que no estar afiliada al Partido Socialista ni optar a un escaño. Frente a las críticas por su ortodoxia en algunos momentos de la lucha contra la pandemia, frente a los augurios catastrofistas de la oposición y frente a los ataques hasta ayer mismo a su legado, los datos de la economía española en términos de empleo, crecimiento y cumplimiento de los planes de recuperación confirman la buena gestión del Gobierno en la respuesta al impacto económico de la covid-19, la subida de los precios de la alimentación y la energía y el diseño de los planes de inversión. A lo largo de estos años, han sido públicas las discrepancias de Calviño con la también vicepresidenta Yolanda Díaz a cuenta de la letra pequeña de la reforma laboral, la subida del salario mínimo interprofesional o, recientemente, por la reforma del subsidio de desempleo. Se impusiera o no su criterio en todas las ocasiones huyó de convertir la discrepancia en un espectáculo y supo trasladar la confianza de que el Ejecutivo operaba con rigor.

Cuando anunció la composición de su Gobierno hace menos de tres semanas, Pedro Sánchez ya era consciente de la elevada probabilidad de tener que abordar una temprana remodelación de su equipo. El perfil y la gestión de Calviño dejan el listón alto a la hora de abordar una sustitución para la que además de la solvencia técnica resulta imprescindible una buena interlocución con Bruselas, capacidad para la defensa de la ortodoxia económica —ahora que vuelven las reglas fiscales— y sin renunciar a las políticas progresistas para enfrentar un mundo en constante cambio.






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