Nadia Calviño levanta de sus asientos a la izquierda
La vicepresidenta primera se faja con la derecha en el Congreso, logra el aplauso de Unidas Podemos y opaca en la sesión de control al propio Sánchez
Solo faltó que la sacasen a hombros. Pedro Sánchez reía feliz, aplaudía a rabiar y al final dedicó un amago de reverencia a su vicepresidenta primera, Nadia Calviño. Antes de que ella acabase su intervención, en la sesión de control parlamentario de este miércoles, las bancadas de los dos grupos del Gobierno ya estaban en pie ovacionando como en los grandes momentos. Y no eran solo los socialistas. A Calviño, teóricamente el ala más liberal del Ejecutivo, la jaleaba con el mismo entusiasmo la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, con quien tantas veces ha chocado. No había más que ver las ganas con que el líder del Partido Comunista, Enrique Santiago, aplaudía al retoño de Bruselas insertado en el equipo de Sánchez.
La transformación de Calviño de ministra técnica en baluarte político se venía fraguando desde hace tiempo, y este miércoles alcanzó su apoteosis. Tal fue el protagonismo de la también titular de Economía que opacó el retorno al Congreso del presidente del Gobierno, después de dos sesiones sin comparecer por sus viajes y su baja por covid.
Calviño se fajó primero con el nuevo contrincante que le ha puesto el PP, el diputado andaluz Carlos Rojas, pero su oportunidad le llegó con Iván Espinosa de los Monteros. A propósito de la discusión sobre los impuestos extraordinarios a las rentas más altas y a las grandes compañías, el portavoz de Vox acusó al Gobierno de querer “erradicar la riqueza” y de incrementar el número de pobres. Le había dado pie el propio Sánchez, que poco antes había cifrado en dos millones los niños en situación de pobreza. Espinosa de los Monteros remató: “Desde que ustedes han llegado al Gobierno no conozco ningún español que haya prosperado, excepto ustedes, por supuesto. Ustedes y los indocumentados de Podemos”.
Calviño la cogió al vuelo y se lanzó de inmediato: “Yo creo que usted debe revisar a sus amigos. Porque eso quiere decir que no conoce a nadie que perciba el salario mínimo, que no conoce a ningún joven que haya conseguido su primer empleo estable gracias a la reforma laboral, que no conoce a nadie que se beneficie de las becas…”. A Sánchez y Díaz, que flanquean a la vicepresidenta primera en el banco azul, se les iluminó el rostro, se miraron con sonrisas de complicidad y comentaron radiantes por lo bajo. Calviño prosiguió citando colectivos ―los que se han beneficiado de los ERTE, del ingreso mínimo vital, de la gratuidad de los abonos de transporte…― mientras los escaños del PSOE y Unidas Podemos entraban en un crescendo. Cada vez más desatada, la vicepresidenta remachó gritando en medio de la algarabía: “¿Cómo puede ser, señor Espinosa de los Monteros, que no conozca a ningún español real?”. Sánchez exudaba euforia y desde el escaño dirigió unos comentarios inaudibles al portavoz de Vox.
El creciente protagonismo de Calviño viene favorecido por la intensidad con que la economía se ha apoderado del debate parlamentario, sobre todo tras la pausa del verano. La oposición perseveró en atacar a Sánchez por ese flanco, en el día siguiente a la aprobación del proyecto de presupuestos para el próximo año. Los populares vuelven una y otra vez sobre la tesis de que el Gobierno “se forra con los impuestos”, como dijo hace tiempo su líder, Alberto Núñez Feijóo. E insistieron este miércoles, con nuevas aportaciones semánticas. Su portavoz, Cuca Gamarra, dijo que el Ejecutivo “despluma a los españoles” y su compañero Rojas, que los “sablea”. Gamarra sostuvo que los Presupuestos solo pretenden “comprar voluntades”, una idea que repitió luego la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. En caída libre, Ciudadanos busca desesperadamente izar banderas diferenciadas y una de ellas, en la que insistió Arrimadas, es la denuncia de los supuestos privilegios de los pensionistas y los empleados públicos, que estarían poniendo en peligro las cuentas del Estado. Sánchez le replicó: “Usted ha comprado ese material averiado de que el sistema público de pensiones es insostenible y, por tanto, tenemos que privatizarlo”.
El PP martilleó con las bajadas de impuestos y su reproche a los gastos del Ejecutivo, entre apelaciones al aumento de la pobreza. “Y mientras tanto”, golpeó Gamarra, “sus 800 asesores son una cifra récord, sus 22 ministerios son otro récord, sus 158 millones gastados en propaganda son otro récord…”. Sánchez suele convertir sus duelos con Gamarra en un debate por persona interpuesta con el gran ausente, Feijóo. El jefe del Ejecutivo recriminó a la portavoz popular la falta de “empatía social” de su líder por haber comentado que la discusión sobre ricos y pobres es “antigua”. Sánchez se había pertrechado de una portada de la revista The Economist con el titular Cómo no dirigir un país (How not to run a country) en referencia al Gobierno conservador británico y su fallido plan de rebaja masiva de impuestos. El presidente la mostró para parafrasear a la publicación, un acorazado del pensamiento liberal: “Lo antiguo es bajar los impuestos a los ricos, eso que hacen en el Reino Unido. Hable usted con sus amigos conservadores y pregúnteles cómo no se tiene que gobernar un país”.
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