Una internet socialista
Qué plataformas tendríamos ahora si el proyecto de digitalización y descentralización de la economía chilena no hubiese sido destruido hace 50 años
Cada vez que nos preguntan si las plataformas digitales y los modelos de inteligencia artificial pueden llegar a optimizarse para proteger la democracia y aumentar el bienestar general, los historiadores y antropólogos de las telecomunicaciones nos ponemos sentimentales y susurramos la palabra Cybersyn. Fue lo que hizo Salvador Allende después de nacionalizar las industrias críticas de Chile (“la minería a gran escala, el sistema financiero, especialmente la banca privada y las empresas de seguros; comercio exterior, grandes empresas y monopolios industriales, producción, distribución y consumo de energía eléctrica, transporte ferroviario, aéreo y marítimo, comunicaciones, producción, refinación y distribución de petróleo y sus derivados, gas licuado, siderurgia, cemento, petroquímicos y productos químicos pesados, celulosa y papel”). Una plataforma de gestión de datos y automatización de procesos para la administración, coordinación y optimización de las industrias estatales en tiempo real.
A diferencia de una plataforma como Amazon, una economía planificada opaca, centralizada y monolítica, optimizada para la explotación comercial, el Proyecto Cybersyn estaba diseñado como un “sistema nervioso electrónico” capaz de conectar a la ciudadanía de forma interactiva y continua con el flujo de datos de la economía y las decisiones de la Administración. Una especie de internet socialista que convertiría a cada ciudadano en un socio cooperativo de la economía chilena, y no un mero sujeto que contribuye con su voto y sus impuestos de forma puntual. El primer presidente marxista de Latinoamérica, líder de la coalición de partidos de izquierda a la que llamaron Unidad Popular, creía que una gestión distribuida y consensuada de los medios de producción podía constituir “la vía chilena al socialismo”.
Nunca sabremos si tenía razón. El proyecto quedó truncado hace hoy 50 años, con el bombardeo del palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973. Solo sabemos que, ese año, el University College de Londres y el Royal Radar Establishment en Noruega se conectaron por primera vez a ARPANET, un proyecto del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Ese año, usó por primera vez el que después sería su nombre definitivo: internet.
Que nos sirva este aniversario para preguntarnos qué habría pasado si el modelo chileno hubiera demostrado que existe un mundo de progreso alrededor de valores distintos al control de la mayoría y la acumulación de capital. Si hubiese prosperado una alternativa a la red comercial que domina la economía globalizada, colonizada por un ecosistema de plataformas extractivas y tóxicas. Si tuviéramos un ejemplo radical de inversión pública contra la opacidad devoradora del capitalismo, una filosofía práctica del bien social frente a la implacable lógica de la acumulación.
“Un período más prolongado de implementación, ininterrumpido por el golpe de septiembre de 1973, habría apoyado este requisito de aprendizaje para construir un entorno más humano y justa naturaleza social en el Chile de los setenta”, dijo más tarde Raúl Espejo, uno de los informáticos del equipo Cybersyn. Muchos de sus protagonistas están presentes en el fabuloso podcast que Evgeny Morozov lanzó este verano, titulado, cariñosamente, The Santiago Boys. Es más que una historia de Cybersyn. Es un viaje profundo a la breve presidencia de Allende, la antesala del golpe y la efervescencia de un proyecto condenado y luminoso, capaz de demostrar que hay alternativas. Hace 50 años y ahora, también.
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