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COLUMNA
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Bolsonaro = ‘El Niño’

Un estudio dirigido por la científica Luciana Gatti muestra cuánto han afectado los años de fascismo a la selva amazónica

Bolsonaro, junto a varios simpatizantes, en agosto.
Bolsonaro, junto a varios simpatizantes, en agosto.REUTERS
Eliane Brum

Los científicos prestan un servicio público mayor cuando son capaces de expresar con la mejor ciencia los efectos de las decisiones políticas. La brasileña Luciana Gatti es uno de los exponentes del estudio del cambio climático y combina osadía y rigor en sus investigaciones sobre la Amazonia. En 2021, ya había demostrado que ciertas partes de la selva habían dejado de absorber carbono, un gas de efecto invernadero, y habían empezado a emitirlo a causa del nivel de devastación, una catástrofe que ha aumentado de forma demostrable. Su artículo más reciente, publicado en la revista Nature el 23 de agosto, mide cuánto han afectado los años de fascismo a la selva. Al frente de un equipo de 30 investigadores del Instituto Nacional de Estudios Espaciales (INPE), Gatti muestra que los dos primeros años del Gobierno de Jair Bolsonaro, 2019 y 2020, tuvieron un impacto equivalente al peor El Niño jamás registrado, entre 2015 y 2016. El extremista de derecha es —ahora con pruebas científicas de alto nivel— una de las más (mal) acabadas encarnaciones del Antropoceno.

Las políticas de su Gobierno redujeron las multas medioambientales un 30% en 2019 y un 54% en 2020. En los mismos dos años, la deforestación aumentó un 82% y un 77%, respectivamente, y las áreas quemadas, un 14% y un 42%. Sobre la tierra arrasada se pusieron bueyes (un 13% más) y soja y maíz (un 68% y un 58% más). La exportación de madera bruta se disparó: una explosión del 683%.

El estudio demuestra que en 2020 las precipitaciones disminuyeron un 26% los meses de enero, febrero y marzo, pertenecientes a la estación lluviosa, lo que resulta aún más alarmante. La temperatura subió 0,6 grados centígrados en ese período. “Durante la pandemia estudié sin parar, y fue emergiendo esta visión integrada de destrucción de la selva, generada por algunos brasileños estúpidos e involucionados que solo conocen el modelo económico de hace 50 años”, declaró la científica a la plataforma periodística Sumaúma.

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Estudios como este demuestran que, si bien las políticas públicas que impusieron dictaduras o gobiernos electos, como el de Bolsonaro, han destruido y destruyen la naturaleza, es precisamente con políticas públicas que se puede atajar la destrucción de la naturaleza en tiempos de urgencia. Por eso, los ojos —y la presión— del mundo deben fijarse en la decisión del actual presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, sobre la apertura de un nuevo frente de explotación de petróleo en la Amazonia, la más reciente amenaza a la selva y a las nuevas generaciones. La elección de Lula mostrará si ha aprendido de los errores del pasado —como la construcción de grandes hidroeléctricas en la Amazonia, como Belo Monte— o sigue aferrado al modelo depredador del siglo XX.

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