_
_
_
_
columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La promesa de vivir el aquí y el ahora

El peso de la culpa por los errores cometidos y el desvalimiento de quien no encuentra un empleo son notas de esta época que Saul Bellow ya recogió en su novela breve ‘Carpe diem’

Saul Bellow, premio Nobel de Literatura en 1976, en una imagen de los años ochenta.
Saul Bellow, premio Nobel de Literatura en 1976, en una imagen de los años ochenta.KEVIN HORAN / CORBIS
José Andrés Rojo

Malos tiempos. Hay una guerra que lo trastoca todo, la inflación está alta, el precio de la cesta de la compra ha subido de manera alarmante. Hay mucha gente que no tiene trabajo, jóvenes sin grandes expectativas, a ratos no hay manera de encontrar la salida del agujero. Esas complicaciones quedan habitualmente reducidas a unas cuantas cifras en los periódicos, las que dan cuenta de la marcha de la economía, la cantidad de nuevos contratos o de parados, porcentajes de todo tipo. Sea como sea, ese baile de números no mira hacia adentro, poco se sabe de la experiencia de cada uno de los que están sufriendo las bofetadas de la vida. Pongamos un tipo de poco más de 40 años, ha perdido su empleo, y cada mañana ya está afeitado a las ocho de la mañana. Piensa que lo de levantarse temprano puede ayudarlo en la ardua tarea de buscar una salida.

Un día cualquiera, desde el momento de bajar a desayunar hasta el final de la tarde, cuando ese hombre estalla en el funeral de un desconocido en una inagotable catarata de lágrimas: es lo que cuenta Saul Bellow en una historia corta, Carpe diem. La literatura sigue siendo un buen instrumento para asomarse a lo que está ocurriendo de verdad en el interior de las personas y, como dice Martin Amis en su último libro, “los novelistas son anfitriones, gentes que te abren la puerta y te invitan a pasar”. Así que entremos de una vez y veamos qué ocurrió con ese Tommy Wilhelm, que siendo joven se peleó con su familia y se fue a Hollywood a probar suerte. Parece que “resultaba impresionantemente guapo”, así que alguien lo persuadió de que su futuro estaba en la meca del cine.

No le fue bien. El agente que lo arrastró lo dejó enseguida abandonado (después sería acusado de proxenetismo, tenía una red de fulanas que daban citas por teléfono). Y es que ocurren este tipo de lindezas. Engaños, sueños disparatados, manipulaciones, trampas, malas decisiones. Al final son muchos los que terminan metidos en un berenjenal, las puertas se cierran, y se impone la certeza de que la culpa es de uno mismo. Y es eso, precisamente, lo que no recogen las cifras: el infierno de los ajustes de cuentas con el propio pasado y los buenos propósitos. Tommy Wilhelm, por ejemplo, “pensaba que debía, que podía recobrar y recobraría las cosas buenas, las cosas felices, las cosas simples y fáciles de la vida”. Un psicólogo que conoció en el hotel en el que vivía —un charlatán, según su padre— lo animó a jugar su dinero en la Bolsa. Lo hizo. Le entregó lo que le quedaba y le firmó un poder para que lo invirtiera en acciones y le arreglara el futuro.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Carpe diem es una novela corta de hace mucho tiempo y se desarrolla en unas circunstancias que nada tienen que ver con las del presente. Saul Bellow simplemente abre la puerta y deja ver lo que le ocurre por dentro a su protagonista: la desolación de sentirse perdido, la certeza de que a lo largo del tiempo solo ha cometido errores y, sobre todo, el descubrimiento de que incluso los más cercanos —su padre— reniegan de él como de un apestado. De pronto, alguien le habla de vivir el aquí y el ahora, de aprovechar las oportunidades —”con todo ese dinero alrededor, uno no quiere hacer el indio mientras los demás se aprovechan”— y decide lanzarse. Es una historia más, una de tantas que muestra el desvalimiento de no encontrar un empleo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_