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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Deforestación suicida

La Unión Europea pone en marcha una regulación para garantizar que determinados productos solo se vendan si no degradan los bosques

Deforestacion
Tocones que deja el tipo de agricultura de tala y quema en un valle de Madagascar.Dudarev Mikhail (Shutterstock)
El País

La Unión Europea acaba de llegar a un acuerdo histórico para luchar contra la deforestación mediante una regulación pionera. Al menos siete productos, que están en la base de buena parte de las hectáreas deforestadas en el mundo, solo podrán ser vendidos en el mercado europeo si no han contribuido a la degradación forestal en ningún lugar y merecen por tanto la nueva etiqueta denominada “diligencia debida”. Se trata del aceite de palma, el cacao, el café, el caucho, el ganado, la madera y la soja, así como sus derivados, entre otros, carne de vacuno, productos de cuero o de papel impreso, muebles, cosméticos o chocolate.

Las empresas que comercialicen estos productos deberán acreditar ante la UE los lugares en los que se han producido sin que sus tierras hayan sufrido ninguna forma de deforestación desde el 31 de diciembre de 2020. Queda en manos de los Estados el régimen de sanciones a aplicar a las que incumplan esta obligación, debiendo ser estas proporcionales y disuasorias, de forma que no resulte rentable pagar las correspondientes multas y continuar comercializando productos que causan la deforestación. El impacto de la medida puede ser alto porque el mercado europeo ejerce una notable influencia sobre el conjunto de productores mundiales. Al mismo tiempo, queda abierta la puerta a incorporar, como pedía la Alianza Cero Deforestación —que agrupa a las organizaciones Greenpeace, WWF, Seo/BirdLife, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Coordinadora Estatal de Comercio Justo, CECU y Mighty Earth— nuevas áreas boscosas, de forma que podría ampliarse su impacto.

La noticia de este acuerdo llega en un momento de especial relevancia, cuando el martes comenzó en Montreal bajo presidencia de China la COP15, la conferencia sobre diversidad biológica de la ONU, basada en el convenio internacional aprobado en 1992 por casi 200 países, entre los que no está Estados Unidos, aunque sí participa en la cumbre. El objetivo es alcanzar un compromiso de los Estados para frenar la pérdida de la biodiversidad con un acuerdo que establezca metas para esta década. Los datos más fiables indican una situación de emergencia: en torno a un millón de especies vegetales y animales conocidas (de un total de ocho millones) se enfrenta a una desaparición total en el futuro próximo.

La pérdida de biodiversidad, por factores como los cambios de los usos de la tierra, la sobreexplotación de los recursos, el propio cambio climático, la proliferación de especies invasoras o la contaminación, entre otros, no ha recibido la misma atención que la crisis climática, aunque sean caras de un mismo problema. Hace bien la UE en adelantarse y convertirse en pionera, siempre y cuando garantice que tanto las sanciones previstas como la vigilancia en el cumplimiento de las medidas no acaben engrosando el ingente archivo de buenos deseos incumplidos.


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