Una COP en plena guerra
La cita de Egipto impulsa por fin un fondo de compensación a los países más afectados por el cambio climático
El final de la Conferencia de las Partes de Naciones Unidas sobre Cambio Climático arroja resultados más positivos de lo que muchos pensaron al inicio. La creación de un fondo de pérdidas y daños que compense a los países más afectados ya por el impacto del cambio climático es el mejor resultado de esta COP27, junto al reconocimiento del derecho a la salud o la mención de la necesidad de incrementar el ritmo de despliegue de renovables. El fondo es especialmente significativo para países que pueden celebrar, por fin, la culminación de 30 años de trabajo por un mecanismo que abre una nueva etapa.
Para el futuro inmediato queda la concreción del fondo de pérdidas y daños, para establecer los criterios de asignación, los fenómenos que estarán incluidos y su funcionamiento. La concreción es imprescindible ante el grave incumplimiento del acuerdo de 2009 que preveía 100.000 millones de dólares anuales para la adaptación en estos países. También ha faltado ambición para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, otro asunto crucial en la política del clima.
La situación de guerra en Ucrania y el miedo a una recesión económica ha rebajado comprensiblemente la ambición de algunos países y ha frenado la de otros, de forma que se puede afirmar que ha habido actitudes más timoratas de lo que se necesitaba y avances aún demasiado tímidos. El propio Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión para el Pacto Verde Europeo, mostró su decepción en el plenario final por no haber avanzado en relación con la mitigación (es decir, los recortes en emisiones) más allá de lo acordado en Glasgow. Las decenas de informes presentados en vísperas de la COP y la constatación irrefutable de los daños ya causados por la crisis climática debieran haber convencido a los supersticiosos del negacionismo, pero no han sido suficientes para lograr acuerdos más exigentes. Los países productores de petróleo y gas han sido quienes han puesto mayores reparos, y ha sido António Guterres, secretario general de la ONU, quien ha propuesto implantar un impuesto a los beneficios de las petroleras para compensar los estragos del calentamiento global en los más afectados y menos contaminantes.
Es verdad que las COP suelen jugar con un problema de expectativas. Las esperanzas depositadas en ellas por las organizaciones de la sociedad civil, el mundo científico y hasta los propios gobiernos suelen ser exageradas. Son foros importantes, pero a menudo se consideran el único espacio para hacer frente al cambio climático. Nada más lejos de la realidad. Las COP son el ámbito multilateral por excelencia de la agenda climática y conviene cuidarlo, pero eso no exime a cada Estado o a la propia Unión Europea de poner en marcha estrategias ambiciosas que impliquen al conjunto de las políticas, incluida la comercial con terceros países. Pese a la decepción parcial de Timmermans con el resultado de la COP (a propósito de la mitigación), hay una buena noticia si se traduce en un fuerte compromiso de la UE para mantener el rumbo del Pacto Verde Europeo e incrementar así la ambición de las políticas ambientales, pese a las incertidumbres que la guerra provoca.
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