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Deforestación
Tribuna
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Cómo producir más alimentos sin convertir los bosques en campos

La expansión agrícola provoca casi el 90% de la deforestación a nivel mundial. Son necesarias estrategias para transformar sin perjudicar el medio ambiente

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El departamento Madre de Dios, al sureste de Perú, vive los efectos de la deforestación por la ampliación agrícola.Michael Tweddle

Se estima que para 2050 necesitaremos hasta un 50% más de alimentos de lo que necesitábamos en 2012 debido al incremento demográfico global. Nos enfrentamos, por tanto, a un enorme desafío para dar de comer al mundo y, simultáneamente, proteger nuestros bosques de la expansión agrícola, que genera casi el 90% de la deforestación en el planeta.

Este desafío presenta una gran oportunidad que no podemos darnos el lujo de perder. Es posible transformar el sistema alimentario mundial para que la agricultura y los bosques crezcan al mismo tiempo, en lugar de que uno crezca a expensas del otro. Es factible, o más bien esencial, que ambos se beneficien el uno del otro, en vez de ser mutuamente excluyentes.

Si nos orientamos hacia esta forma de pensar y operar a escala mundial, el resultado será un sistema alimentario sostenible que contribuirá enormemente a combatir el cambio climático, mantener la biodiversidad e impulsar la economía mundial. Si no lo hacemos, el panorama es sombrío.

¿Cómo lograrlo?

En este momento crítico, un nuevo documento de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), titulado Detener la deforestación de las cadenas de valor agrícolas: el papel de los gobiernos, evalúa los avances logrados y detalla lo que aún queda por hacer. Y los gobiernos desempeñan un papel crucial, que incluye crear las condiciones que permitan los cambios necesarios en una escala que logre hacer la diferencia.

Los países consumidores ya han tomado medidas, como fijar normas de importación de productos agrícolas, destinar fondos a apoyar a los pequeños agricultores de los países productores y comprometerse a financiar cadenas de suministro más sostenibles. Están implementando una serie de estrategias que van desde la planificación del uso de la tierra hasta prácticas más favorables para los bosques, a las que se suma el pago por servicios ecosistémicos.

Iniciativas globales como la reducción de las emisiones de la deforestación y la degradación de bosques (REDD por sus siglas en inglés), un mecanismo de la ONU para mitigar el cambio climático a través de la reducción de emisiones netas de gases de efecto invernadero mediante la mejora de la gestión de bosques en los países en desarrollo, ayudan a muchos países productores. El objetivo es lograr resultados significativos: detener la deforestación, impulsar el cambio transformacional y acceder al financiamiento destinado al clima para futuras reinversiones. La FAO, a través de una alianza ONU-REDD apoya a los países en desarrollo en su proceso y los ayuda a convertir sus compromisos en acciones sobre el terreno.

Sin embargo, se necesita una coordinación mucho mayor entre los países consumidores y los productores para crear sistemas agroalimentarios verdaderamente transformadores, capaces de generar más alimentos, que garanticen la seguridad alimentaria y la nutrición para una población en crecimiento sin convertir los bosques en campos.

Los pequeños agricultores, que producen el 35% de los alimentos del mundo, pero viven en la pobreza, necesitan un apoyo mucho mayor

Los gobiernos de todo el mundo deben proporcionar esta gestión para que los diferentes sectores y partes interesadas a todos los niveles –internacional, nacional, regional y local– trabajen en pos de objetivos compartidos. Deben crear los marcos legislativos y facilitar las condiciones de financiamiento y de mercado que favorezcan la adopción de enfoques basados en las sinergias entre la silvicultura y la agricultura. Las autoridades decisorias deben abordar las compensaciones del caso en formas que contemplen un apoyo recíproco.

El sector privado se ha comprometido a eliminar la deforestación de sus cadenas de suministro a través de la Declaración de Nueva York sobre los Bosques en 2014. Desde entonces, se han establecido normas y sistemas de certificación de la industria que tienen como objetivo lograr una huella de deforestación neta igual a cero para los productos como la carne vacuna, el aceite de palma, la soja, el cacao, el café o el caucho.

Es preciso redoblar los esfuerzos para implementar esos compromisos a fin de lograr avances concretos. Al mismo tiempo, los productores –que en su mayoría se encuentran en países tropicales y subtropicales– tienen dificultades para cumplir con estas normas porque requieren enormes cambios sobre el terreno. La aplicación de métodos agrícolas más sostenibles a menudo implica inversiones iniciales en nuevos equipos, un período de educación y capacitación, y cambios en los cultivos y en el uso de la tierra, durante los cuales se suelen perder las cosechas de las que, con frecuencia, dependen las personas para subsistir. El proceso para obtener la certificación en sí, una vez que se implementan nuevos procesos, también puede ser prohibitivamente costoso y prolongado en el tiempo. Los pequeños agricultores, que producen el 35% de los alimentos del mundo, pero viven en la pobreza, necesitan un apoyo mucho mayor para superar estas barreras.

Los países productores, donde se produce la gran mayoría de la deforestación, se enfrentan a los mayores desafíos para generar los cambios necesarios. Deberán lograr un difícil equilibrio diario entre los compromisos que asumieron frente a los objetivos internacionales de deforestación y cambio climático, y la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria y los medios de vida de sus poblaciones. Sin embargo, deben formular políticas que aborden las causas subyacentes de las prácticas agrícolas insostenibles, fortalezcan la gobernanza y mejoren el cumplimiento de la ley. Deben cerciorarse de contar con datos agrícolas y forestales actualizados, que sean abiertos, transparentes y accesibles. Los países consumidores y el sector privado deben redoblar sus esfuerzos para apoyar a los países que producen nuestros alimentos, ya que necesitan un apoyo financiero y técnico mucho mayor para hacerlo de tal forma que se salve a nuestro planeta.

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