Felicidades, España
A pesar del miedo, del secreto, del silencio, de la masacre, con la ley de libertad sexual hoy eres un país mejor. Uno que está más cerca de poder llamarse democrático
Felicitar a un país desde la rabia. Porque incluso en los momentos de la celebración, la rabia sube hasta la garganta y el corazón, músculo incrédulo, se bate en llamas. ¿Todo el mundo conoce los Diez Mandamientos? Recitémoslos. Algún dedo de una mano nos sobra. Se nos van olvidando. Pero hasta el más laico de los laicos puede cantar la mayoría de ellos. Y bien: ¿todo el mundo sabe lo que es el Convenio de Estambul? ¿Se enseña en las escuelas?
El 11 de mayo de 2011, nació el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, el instrumento jurídico internacional de ámbito continental más importante y específico para prevenir y luchar contra todas las formas de discriminación y violencia contra las mujeres. Entró en vigor el 1 de agosto de 2014. Lo firmaron 46 países europeos. Lo han ratificado solo 35. Turquía, demostrando que la historia nos trae siempre sorpresas terroríficas, se retiró en julio de 2021 del acuerdo que lleva el nombre de su hermosa ciudad. Es la primera vez que un Estado miembro del Consejo de Europa da la espalda a un convenio internacional de derechos humanos. Felicitar a un país desde la rabia, sí, y desde el miedo.
La mutilación genital femenina. España, no te distraigas. No te pienses tan heroica. Los resultados de la estimación del número de niñas en riesgo de sufrir esa tortura en nuestro país son de 15.562 entre 0 y 14 años. La mayoría de estas niñas ha nacido aquí. Esa brutal forma de violencia de género también se practica a nuestro lado.
En Europa, una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física o sexual desde los 15 años. En España, casi tres millones de niñas, niños y mujeres han sufrido violencia sexual en algún momento de su vida. Que sepamos. Otras tantas guardan silencio. El 85% de las víctimas de delitos contra la libertad sexual son mujeres. El 96% de los responsables son hombres. Felicitar a un país con la boca pequeña. Con los labios temblorosos.
Porque ¿te ha pegado? ¿Te ha dejado marcas? ¿Cómo de violento era? ¿Llegó a las manos? Las manos, esos utensilios para el placer, con la línea de la vida en las palmas, con el dedo índice dispuesto a la amenaza. ¿Te hizo daño? Porque si no se ve el cardenal, dónde está el maltrato. Porque si no hablaste a tiempo. Porque si no hablaste. Y ¿te ha forzado? ¿Gritaste en medio de la noche? ¿Mordiste, arañaste? ¿Te dejaste tocar? ¿Te dejaste chupar? ¿Mantuviste las piernas abiertas? Porque si no se ve el desgarro, dónde está la violación. Y la niña ¿ha dicho algo? ¿Ha pedido ayuda esa niña de cuatro, cinco, seis años? ¿Ha acudido a algún centro especializado para atender a las víctimas de agresiones sexuales? ¿Existe un centro así en su ciudad, en su pueblo? ¿Ha ido a poner una denuncia a la comisaría más cercana? Felicitar a un país, a pesar del secreto.
En el libro Sexo es una palabra divertida, de Cory Silverberg y Fiona Smyth, publicado por Belaterra en 2019, un talismán que cada niño o niña debería tener en su mesilla de noche, un cuento lleno de luz que cada madre o padre debería leer junto ellos al final del día, se habla de la caricia secreta. Les enseña (nos enseña) que ninguna caricia ha de ser secreta. Que si alguien te acaricia y luego te pide que calles es porque te está haciendo daño. Que la intimidad no tiene nada que ver con guardar silencio. Les aconseja (nos aconseja) que si algo de esto ocurre, se lo cuenten a su persona de confianza. La persona de confianza quizá (quizá) no es la madre o el padre. El libro lo advierte, con suavidad. Porque quizá (quizá) quien esté pidiendo que se guarde el secreto es uno de ellos. Ojalá todas (y todos) tuviéramos una persona de confianza. Una de verdad, o incluso varias, desde la más tierna infancia. Pero, hay que reconocerlo, eso no es nada fácil. Porque en este país, que aún puede recitar de memoria casi todos los Diez Mandamientos, no sabemos realmente lo que es la confianza. Mucho menos el consentimiento.
Este jueves, el Congreso de los Diputados aprobó la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual. La ley del solo sí es sí, como la ha llamado el Ministerio de Igualdad. Una ley que pone en el centro el consentimiento. Una ley que se alinea con el Convenio de Estambul, por la que todo acto sexual sin consentimiento será considerado una agresión. Una violación. Una violación de los derechos humanos.
Las leyes no se aprueban para hacer que todo salte por los aires. De hecho, casi nunca consiguen que todo salte por los aires. Las leyes se aprueban desde atrás, dibujan sobre el pasado, delinean pulcramente el presente, construyen desde la herida. La profundísima herida del desequilibrio histórico entre la mujer y el hombre, que arrastra a la mujer hacia la discriminación, la dominación, la agresión y también el silencio. Las leyes se aprueban tarde, sobre un montón de cadáveres, lesiones, humillaciones, y, aun así, siempre a tiempo. Las leyes van despacio, y a muchos les parecen un vértigo que los empujará de su sillón de titanio. Las leyes son silenciosas en tantas casas, en tantas calles oscuras, en tantas oficinas, en muchísimos juzgados y en todavía algún confesionario. Son casi tan silenciosas como las víctimas, las que aún no saben que el consentimiento es un derecho. Felicitar a un país que no quiere enterarse. Que no puede.
Ya lo sabemos, se dice siempre. En la raíz está el conocimiento. Mientras las estructuras se tambalean para luego hacerse sólidas, debemos empezar por el saber. La ley del solo sí es sí, entre otras muchas cosas, estipula que el sistema educativo incluya contenidos sobre educación sexual, afectivo-sexual e igualdad de género para los alumnos de todos los niveles educativos. Contenidos adaptados a su edad. Porque es muy posible que en la mayoría de las casas los padres y las madres no puedan acceder o desconozcan que el libro Sexo es una palabra divertida es un talismán que ayudará a sus niños y niñas a ser libres, a estar a salvo, a vivir en paz. Pero sí podría haber un ejemplar en cada aula. Igual que podría haber uno de Hola, consentimiento, el libro de Melissa Kang y Yumi Stynes que publicó Liana Editorial en 2021, una guía imprescindible para preadolescentes y adolescentes, para las relaciones respetuosas, para las reglas invisibles que rigen esa palabra que hoy ya es un derecho.
Déjame que te felicite, España. Con rabia, con el corazón en llamas, con la boca pequeña, con los labios temblorosos, a pesar del miedo, del secreto, del silencio, de la masacre. Porque, aunque aún no lo sepas, hoy eres un país mejor. Uno que está más cerca de poder llamarse democrático. Uno que está más cerca, pero nunca del todo a salvo, de poder caminar libre, en paz.
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