El parón de Alemania
La situación de la economía alemana al borde de la recesión puede tener consecuencias para el conjunto de la UE
El modelo industrial alemán, altamente dependiente de la energía barata que le proporcionaba Rusia, y de las renovadas tensiones occidentales con China, su principal mercado exterior, ha entrado en crisis y todo apunta que las dificultades se agravarán en la segunda mitad del año. El Gobierno alemán quiere aliviar la situación de la industria y destinará, con el visto bueno de Bruselas, 27.500 millones de euros en 10 años de ayudas al sector para que avance en la transición energética, una cuantía casi tres veces superior a la rebaja de impuestos anunciada por el titular de Finanzas para compensar a las familias por la escalada de la inflación.
Los datos ratifican el frenazo. Hasta junio, Alemania registró su menor superávit comercial (de 33.240 millones de euros) en 23 años, precisamente por el encarecimiento del gas y el petróleo. Ese incremento y la amenaza de posibles racionamientos energéticos el próximo invierno han asestado un duro golpe a la confianza de los consumidores, que a partir de octubre van a tener que pagar un recargo por el gas que elevará su factura energética anual en 480 euros. El PIB se situó entre abril y junio en el 0% y algunos economistas alertan de que Alemania se aproxima con rapidez a una endiablada combinación de factores derivada de una alta inflación, interrupciones en el suministro energético y la persistencia de cuellos de botella en los bienes necesarios para que su industria pueda producir. La sequía, además, ha provocado un descenso en el nivel de agua de los ríos, entre ellos el Rin, decisiva vía de transporte para la industria, y las empresas podrían verse obligadas a parar la producción.
El pesimismo cunde entre los analistas. El índice IFO, que estudia cada mes el clima empresarial alemán, revela que una aplastante mayoría de empresas (96%) da por descontada una recesión en esta segunda mitad del año. El Fondo Monetario Internacional (FMI) todavía confía en que el crecimiento del conjunto del año ronde 1,2%, aunque el organismo admite en otros informes que si Rusia reduce aún más el suministro de gas en los próximos meses la primera economía europea entrará inevitablemente en números rojos. Para 2023 el FMI calcula que el PIB crecerá un 0,8%, frente al 1,9% previsto en abril, el mayor recorte de previsiones a escala global.
Todo este escenario tiene importantes consecuencias para el conjunto de la zona euro. La debilidad del gigante europeo explica una buena parte de la depreciación de la moneda única, que se sitúa prácticamente en paridad con el dólar, y obliga a pagar mucho más por la energía, con el consiguiente aumento de la inflación y una presión al alza sobre los tipos de interés. Todo ello puede poner en cuestión el calendario de Bruselas para recuperar las reglas fiscales, dadas las ayudas públicas que el Gobierno de Olaf Scholz se muestra dispuesto a aprobar.
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