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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desafíos por venir

Los buenos datos de la actividad y el empleo de la economía española no deben ocultar los retos ante la crisis

Una mujer compra en un mercado de Madrid esta semana.
Una mujer compra en un mercado de Madrid esta semana.Luis Millan (EFE)
El País

Los datos conocidos esta semana dibujan una economía a pleno rendimiento, con un crecimiento del PIB que ha superado las expectativas, una tasa de paro en su menor nivel en 14 años y, en parte fruto de todo ello, una inflación desbocada que augura meses complicados política y económicamente este otoño. En un contexto de guerra en Ucrania, de crisis energética y de desaceleración de las principales economías mundiales, no cabe sino felicitarse por los resultados obtenidos en términos de PIB y empleo en la primera mitad del año y en adoptar todo tipo de medidas necesarias para contener el alza de los precios, “el principal reto de la economía española”, en palabras de la vicepresidenta Nadia Calviño. Pero dado el nivel de incertidumbre que vivimos, conviene analizar con precisión los datos para conocer bien cuál es el punto de partida para la segunda mitad del año.

Entre abril y junio, la economía creció un 1,1% respecto a los tres primeros meses del año. Lo hizo empujada por el consumo privado, que se vio muy afectado en el primer trimestre por la huelga de transporte, por la fortaleza del empleo, y por el gasto en turismo, después de estar dos años severamente afectado por las restricciones del coronavirus. Pero con una inflación instalada en los dos dígitos y la nueva senda alcista de los tipos de interés, en un país con hipotecas mayoritariamente a tipo variable, será difícil que este ritmo se mantenga en los próximos meses. El contexto exterior tampoco ayuda, con Estados Unidos en recesión técnica, con la locomotora europea —Alemania— registrando una tasa del PIB del 0% en el segundo trimestre, y con la amenaza de nuevos cortes de suministro del gas ruso que acabarán dañando seriamente la actividad.

Una prueba de que todas estas amenazas tienen gran probabilidad de materializarse está en el hecho de que el Gobierno haya recortado su previsión de crecimiento para 2023 —la de 2022 la recortó en abril al 4,3%— desde el 3,5% al 2,7%, un nivel que todavía resulta optimista frente al 2% que calcula el Fondo Monetario Internacional (FMI). Es por tanto el momento de centrar los esfuerzos en sacar el máximo partido a la ejecución de los fondos europeos, de los que España ya ha recibido un total de 31.000 millones de euros, y de no caer en la tentación de tomar medidas más propias de una campaña electoral cuando se trata de reforzar, más bien, las políticas que protejan a los sectores más vulnerables.

Por el lado del empleo, y pese a los buenos datos ofrecidos por la encuesta de población activa, que sitúan la tasa de paro en el 12,48%, la más baja desde 2008, la vicepresidenta Yolanda Díaz ha optado por la prudencia. Cierto es que la última reforma laboral ha cambiado sustancialmente la estructura de la contratación y que los contratos indefinidos han ganado peso en los puestos de trabajo creados y existe una menor temporalidad, pero también apuntó que los datos correspondientes a la segunda mitad del mes de julio muestran un frenazo que habrá que analizar con cuidado. A su vez, el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ya apuntó en su balance del año algunas medidas para reducir la factura energética en hogares y empresas, que aprobará el Consejo de Ministros mañana.

La vuelta del verano, en estas condiciones, no va a ser sencilla y conviene ir preparando el terreno en diálogo con los agentes sociales y hacer bueno el cacareado propósito de evitar caer en la autocomplacencia. Los Presupuestos para 2023 son quizás el mejor instrumento para dar respuesta a los desafíos por venir.

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