Hacerse cargo
Si el Gobierno quiere verdaderamente centrarse en lo importante, necesita coordinarse mejor no solo con su socio minoritario, sino en el propio frente económico
La política va de ganar. Y se gana con buenas políticas, pero también encontrando el tono adecuado. Probablemente es lo que explica ese “me hago cargo del estado de ánimo de la gente” de Pedro Sánchez al inicio de su intervención. La vida real de la ciudadanía no está en los promedios estadísticos ni en las prédicas que hablan de las cadenas de valor globales, sino en cómo la gente percibe su situación personal. Y lo cierto es que existe una creciente sensación de incertidumbre: las turbulencias económicas agravadas por la inflación que afecta a nuestra cesta de la compra hacen que veamos más impredecible el futuro. El discurso del presidente, con la pandemia y la guerra de Putin de fondo, estaba diseñado para hacer entender que mira de frente a la complejidad del momento. Desde ahí lo ha llevado al terreno ideológico con una simple premisa: hay una forma de izquierdas de afrontar las crisis y otra neoliberal.
Sánchez no ha dudado en recordar la crisis financiera de 2008 y la estela de “perdedores” que dejó con la implementación de políticas neoliberales. Habló de cómo esa política económica devastó los Estados, vaciándolos de trabajos dignos; de la evaporación del gasto social y de cómo el capital se nutrió de los nuevos desposeídos: las clases medias y trabajadoras. Uno de los momentos más simbólicos de una alocución diseñada para mostrar la aniquilación neoliberal fue el anuncio de la ayuda complementaria de 100 euros mensuales para los estudiantes mayores de 16 años que ya disfrutan de una beca: “porque las becas sirven para activar el ascensor social y no para perpetrar desigualdades”. Trataba de desmontar así el alma ayusista del partido de la oposición y su curiosa combinación de libertarismo, moralismo y odio al Estado que practica. El mensaje era obvio: recoger el guante de la oposición al llevar al plano económico la política y sacar pecho desde ahí con la forma en la que la socialdemocracia ha afrontado la pandemia en sintonía con una conversación global consistente en políticas expansivas y contracíclicas.
Ese es el itinerario que comenzó con la pandemia y que continuará con la guerra en Ucrania: más gasto y nuevos impuestos a eléctricas y banca. Pero el hecho de que hace una semana la vicepresidenta económica Nadia Calviño señalara que tocaba recortar el déficit y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que no habría reforma fiscal, es otra muestra de que si el Gobierno quiere verdaderamente centrarse en lo importante, necesita coordinarse mejor no solo con su socio minoritario, sino en el propio frente económico. El elefante en la habitación puede que salga durante las réplicas: el tiempo que vaya a durar la guerra con el imprevisible Putin agravará la situación, y todo apunta a que va para largo. Si eso es así, quizás toque activar una movilización más contundente. ¿Estarán entonces Gobierno y oposición dispuestos a ello?
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