Edipo
Quiero llevarme bien con la realidad. Es algo que me debo. Pero cuanto más me acerco a ella más se aleja ella de mí
Debe de ser magnífico estar de acuerdo con el mundo y juro que tengo la mejor disposición para que eso suceda. Salgo de la cama de un salto, me aseo canturreando un himno, desayuno bien, para hacer frente a la jornada, y no tomo café, sólo té verde, que es anticancerígeno y antioxidante, además de un excelente remedio contra la depresión y la resaca. Nadie me puede acusar de falta de buena voluntad, en fin. Pero luego llego a la Gran Vía de Madrid y desde la boca del metro hasta el portal de la SER, donde trabajo los domingos, tropiezo con cuatro o cinco personas que han dormido en la calle. No han podido saltar animosamente de la cama. No han podido ducharse canturreando un himno. No han podido desayunar proteínas e hidratos, y su mayor preocupación ahora es dónde encontrar una cafetería, un bar, un establecimiento en el que les permitan orinar y lavarse la cara.
Ahí empieza a quebrarse mi principio de acuerdo con la realidad. ¿Soy un flojo? Sin duda, pero es que para llevarse bien con el mundo no basta con ser fuerte: me temo que hay que ser un héroe. Hace unos meses estuve en Bruselas, donde vi una cantidad asombrosa de mendigos. Familias enteras durmiendo (o intentándolo) bajo el frío del corazón de Europa. Cuando digo “familias enteras” quiero decir parejas con bebés o criaturas de cuatro o cinco años que lamían una barra de pan duro para ablandarla y para que les durara más. Me hallaba yo en un proceso de reconciliación con el mundo, pero me levanté de la mesa de negociación y abandoné la sala dando un portazo. Creo que el mundo ni se inmutó.
Ahora bien, no cejo en mi empeño. Quero llevarme bien con la realidad. Es algo que me debo. Pero cuanto más me acerco a ella, a la realidad, más se aleja ella de mí. Tal vez si me arrancara los ojos, como Edipo, al descubrir que había llegado al sitio del que huía…
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