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Columna
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No pienses en una vaca

En la esperpéntica batalla de la carne, los dirigentes del PSOE han caído como conejos en la trampa tendida por el PP

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras su reunión en el Palacio de la Moncloa con Olaf Scholz, este lunes, en la Moncloa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras su reunión en el Palacio de la Moncloa con Olaf Scholz, este lunes, en la Moncloa.MARISCAL (EFE)
Enrique Gil Calvo

En la esperpéntica batalla de la carne, los dirigentes del PSOE han caído como conejos en la trampa tendida por el PP, al aceptar su encuadre de culpar a Alberto Garzón por cuestionar la industria cárnica en una región ganadera como Castilla y León. Con lo cual demostraron su ignorancia, pues si hubieran leído los papeles que les presentan a su firma, sabrían que la postura del ministro era de una corrección política y ecológica intachable. Entonces, ¿por qué lo culparon, sumándose a la campaña del PP, que lo crucificaba? Sin duda, por miedo al coste electoral, sin advertir que eso les iba a castigar doblemente en las urnas, al quedar como antiganaderos y revelar además graves divisiones internas en el seno de la coalición. El propio Garzón lo diagnosticó perfectamente: “Si compras el marco de la derecha estás derrotado”.

En efecto, el abecé de la comunicación política es la teoría del encuadre o enmarcado (framing), que te exige interpretar los problemas con un marco mental opuesto y más potente que el de tu rival, pues si aceptas su definición de la realidad, los electores le votarán a él en lugar de hacerlo a ti. Como recomendaba Lakoff, “no pienses en un elefante”, o como habría que decirle al PSOE, no pienses en una vaca (¡ni en una macrogranja!). Es decir, no asumas el marco definido por tu rival, porque si lo haces tus electores le creerán a él.

Esto permite explicar el error estratégico que está cometiendo Casado cuando acepta acríticamente los marcos que propone Vox, en lugar de reenmarcarlos con sus propios encuadres opuestos, y con ello sólo está logrando que sus electores emigren a la derecha radical. Pero lo mismo le sucede a un Pedro Sánchez que, asustado por el baño electoral que le propinó Díaz Ayuso, está cayendo en una auténtica ayusización, al dejar barra libre a la ciudadanía para que se autocuide a su antojo en la cresta de la sexta ola. Y ahora insiste en reforzar ese encuadre al proponer la gripalización de la pandemia, evocando sin querer la gripecinha de Bolsonaro. ¿En qué estará pensando?

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¿Cómo puede tener Sánchez tanta ceguera estratégica? Sin duda, porque está solo ante el peligro, pues, desde que echó a Iván Redondo y se fugó Pablo Iglesias, ya no tiene a su lado ningún experto en comunicación capaz de deconstruir los encuadres del rival y reenmarcarlos con más potentes marcos interpretativos. Y ante semejante vacío de inteligencia estratégica, el Gobierno embiste al dictado de quien le torea, dejándose celar con los señuelos de su muleta. Así ha pasado con la guerra de la ganadería y volverá a pasar con los próximos lances que vayan surgiendo, como la actual denuncia del reparto de los fondos europeos de reconstrucción. Por eso los electores desconfían de un Gobierno con problemas de credibilidad por ser incapaz de definir sus propios marcos, como revelan los resultados de la reciente encuesta de 40dB. publicada en EL PAÍS, que demuestran una evidente desafección ciudadana hacia él. Como proclamaría hoy Carville, estratega de Bill Clinton: ¡es la comunicación, estúpido!

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