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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cádiz

El regreso de la tranquilidad no disipa la incertidumbre de una población castigada por la falta de expectativas

Policías antidisturbios observan a manifestantes detrás de una barricada, en la novena jornada de la huelga del metal en el barrio de Río de San Pedro, en Puerto Real (Cádiz), este miércoles.
Policías antidisturbios observan a manifestantes detrás de una barricada, en la novena jornada de la huelga del metal en el barrio de Río de San Pedro, en Puerto Real (Cádiz), este miércoles.Nacho Frade - Europa Press (Europa Press)
El País

El estallido social de Cádiz ha hecho aflorar un malestar antiguo e invisibilizado. Las negociaciones entre patronal y trabajadores del metal han sido el chispazo que ha tenido en vilo a la ciudad andaluza y al país entero a causa de los incidentes, las llamas y una tanqueta militar. Pero quien lleva en vilo muchas décadas es una buena parte de la población de Cádiz, muy lejos de las estampas de sol y playa, diversión y carnaval. Esa percepción amable oculta una realidad socioeconómica muy preocupante, con localidades como La Línea de la Concepción, Puerto Serrano o Sanlúcar que tradicionalmente lideran estadísticas estatales de paro o de las rentas per capita más bajas.

Actualmente, la tasa de desempleo de la provincia está en un 23,16%, según la última Encuesta de Población Activa, muy lejos del 14,57% de la media del país y solo superada por Huelva. La cifra no se asoma al abismo del 40,6% de desempleo que se alcanzó en febrero de 2013, pero el problema radica en la dependencia del sector servicios de los nuevos puestos de trabajo que se crean. La certeza de tener como única salida para emplearse el sector del turismo y su consabida precariedad y estacionalidad, o la pura economía sumergida, solivianta a los trabajadores del metal y a muchos de los gaditanos que les han apoyado en unas movilizaciones que tampoco son nuevas. Las hubo en las décadas de los setenta, ochenta y noventa, a cuenta de la reconversión industrial de los astilleros. En 2007, el fin de Delphi —empresa del sector automovilístico— marcó otra década salpicada de cierres industriales. Los 30.000 trabajadores que emplean 6.000 empresas del metal —según cálculos de la patronal— tienen ese pasado grabado en su historia reciente, sabedores de que son empleados de una industria cada vez más tocada y mermada en la bahía de Cádiz.

La mecha esta vez prendió en el contexto de la renovación del convenio sectorial, vencido desde el pasado mes de septiembre. Oficialmente, el escollo estaba en dos posturas contrapuestas sobre la idoneidad de actualizar los salarios a un IPC en niveles galopantes ahora mismo (un 5,3%). Nueve días de tensión después, el acuerdo ha llegado con cesiones de ambas partes. Al final, los salarios se actualizarán un 2% en los próximos tres años y se compensará un 80% de la diferencia entre este porcentaje fijo y lo que marque el IPC a principios de año. En la práctica, si la carestía de la vida se mantuviera en los niveles actuales, los obreros pasarán a ganar un 4,4% a primeros de 2022. El pacto alcanzado en la noche del miércoles ha llevado a los trabajadores a desconvocar el paro indefinido a instancias de UGT y CC OO, artífices sindicales de la negociación.

Vuelve la normalidad a las calles de Cádiz, pero la incertidumbre sobre el futuro persiste en una provincia que merece, de una vez, mirar al horizonte con esperanza.

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