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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Geopolítica pandémica

China pretende forzar una globalización hecha a su manera y reticente en la lucha contra el cambio climático

Los líderes del G-20 en la Fontana de Trevi, en Roma, el pasado domingo.
Los líderes del G-20 en la Fontana de Trevi, en Roma, el pasado domingo.Jeff J Mitchell (AP)
El País

Con la pandemia todavía en marcha y la catástrofe climática asomando en el horizonte, las dos cumbres mundiales de jefes de Estado y de Gobierno, la del G-20 —que incluye a las mayores economías— en Roma, y en Glasgow la de la COP26 para la reducción de emisiones, celebradas una detrás de otra, marcan el momento de profunda incertidumbre geopolítica que atraviesa el mundo.

Destaca el regreso de Estados Unidos al multilateralismo y al combate contra el cambio climático tras cuatro años de ausencia y boicoteo a cargo de Donald Trump. Pero Joe Biden, el portador de la buena nueva, llega debilitado a las dos cumbres. En el escenario interior, por el feroz boicoteo republicano que pretende bloquear sus planes de inversiones sociales y medioambientales y recuperar las mayorías en el Congreso e incluso en la presidencia, circunstancia que convertiría al presidente demócrata en un paréntesis y constituye, en cualquier caso, un elemento de incertidumbre sobre el futuro del liderazgo mundial.

Sus amigos y aliados atlánticos llegan también divididos, entre sí y con el socio mayor americano, tras el penoso final de la guerra de Afganistán y el desplazamiento del interés de Washington hacia sus aliados asiáticos. Son profundas las dudas sobre el lugar exacto que debe buscar Europa entre China y Estados Unidos. Y países como Francia y Reino Unido llegan peleados por la disputa del Brexit. Nadie ha interpretado la ausencia de Xi Jinping y Vladímir Putin en ambas cumbres, evitando la diplomacia cara a cara en favor de la teleconferencia, como resultado de la pandemia, sino como la exhibición de una distancia política perfectamente calculada.

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El año y medio largo de covid ha transformado los hábitos diplomáticos gracias a las videoconferencias, una tecnología que se acomoda tanto a la creciente hostilidad entre mandatarios de las superpotencias como al contacto continuo entre quienes mantienen la cooperación. El presidente chino, pendiente de asegurarse el tercer mandato a partir de 2022, lleva ya casi dos años sin salir de su país, algo insólito hasta principios de 2020, cuando empezó la pandemia, y que constituye un dato esencial en el mundo multipolar e inestable que está emergiendo.

La potencia que pretende erigirse en líder mundial tiene en sus manos una carta vencedora: es el mayor emisor mundial, casi una tercera parte, y a la vez el primer consumidor de carbón. Sus representantes llegan a Glasgow con una propuesta de reducción de emisiones modesta, inconcreta y con plazos más largos. El mensaje es bien claro. Sin China, no se cumplirá ningún objetivo. Xi Jinping quiere marcar su ritmo y sus propias metas, incluso su terminología sobre la civilización ecológica, en explícita demostración de que la globalización occidental no es la suya y que hay en cambio una globalización alternativa liderada por Pekín en vez de por Washington.

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