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tribuna
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Un nuevo pacto económico para África

Líderes europeos y del continente vecino llaman a una acción concertada para contrarrestar el impacto de la pandemia que podría ser en esa zona más duradero y profundo, y desestabilizar al planeta entero

Una familia camina hacia una zona de asentamiento informal en Sudáfrica.
Una familia camina hacia una zona de asentamiento informal en Sudáfrica.SIPHIWE SIBEKO (Reuters)

Con la pandemia de la covid-19 aprendimos que ya no podemos tratar las crisis que parecen distantes como si fueran problemas lejanos. No importa dónde sucedan las cosas, pueden afectar a la gente por doquier. Por eso es tan importante abocarnos al impacto y el legado de la pandemia en África.

Aunque África sufrió menos casos de covid-19 y muertes por ella que otras regiones, el impacto de la pandemia podría ser más duradero y profundo en este continente, y desestabilizar al planeta entero. En un año, la pandemia interrumpió una dinámica de crecimiento económico que llevaba un cuarto de siglo en marcha, perturbó las cadenas de valor, y generó un recrudecimiento sin precedentes de las desigualdades y la pobreza.

Pero no solo África corre el riesgo de perder la oportunidad de superar por completo a la covid-19, el mundo entero podría perder uno de sus futuros motores de crecimiento.

África tiene todo lo necesario para superar la crisis causada por la pandemia y llevar al mundo entero a un nuevo ciclo de crecimiento sostenible: jóvenes emprendedores e innovadores, recursos naturales que pueden sostener una base industrial local y un proyecto de integración continental especialmente ambicioso; pero África no dispone de las herramientas necesarias para recuperarse de una crisis tan masiva como inesperada.

Aunque el Fondo Monetario Internacional estima que los países africanos necesitarán unos 285.000 millones de dólares de financiación adicional de aquí a 2025, no hay planes de recuperación ni mecanismos establecidos para garantizar esos recursos. Mientras que en otras regiones hay señales de una rápida recuperación económica, África no lucha contra la pandemia en igualdad de condiciones y existe el riesgo de que una crisis económica y social le impida ofrecer a sus jóvenes las oportunidades que esperan y merecen.

Los primeros resultados de la solidaridad internacional se vieron poco después de que comenzara la pandemia: el G20 suspendió el cobro del servicio de la deuda a los países más pobres, y el FMI, el Banco Mundial y otros donantes —Europa incluida— otorgaron ayudas financieras extraordinarias.

Sin embargo, las instituciones en las que se basó esta solidaridad durante décadas están llegando a su límite. A corto plazo, se ven debilitadas por la enorme desigualdad en el acceso a las vacunas. También las debilita la gran divergencia económica, que ningún mecanismo de emergencia parece capaz de frenar.

Por eso llegó el momento de crear un nuevo marco, un nuevo pacto ambicioso y audaz. El primer desafío para esta iniciativa debe ser el acceso a las vacunas contra la covid-19. A través del mecanismo Covax —el pilar del Acelerador de Acceso a Herramientas para la covid-19 (Access to COVID-19 Tools, ACT) de la comunidad internacional— y el Equipo de Trabajo Africano para la Adquisición de Vacunas (African Vaccine Acquisition Task Team), en los próximos meses se entregarán cientos de millones de dosis en África. Las dosis de vacunas encargadas se están repartiendo a través de los canales multilaterales y la protección del personal sanitario es su principal prioridad.

Pero esto no alcanza, la vacunación es la política económica mundial más importante actualmente: sus beneficios se estiman en billones de dólares y su coste, en miles de millones. Es la inversión más rentable que se puede hacer a corto plazo. Por eso debemos movilizar instrumentos financieros innovadores para reforzar el Acelerador de la ACT y lograr que el continente africano alcance la tasa de cobertura definida por los Centros Africanos para el Control y la Prevención de Enfermedades, a saber, entre un 60 % y un 70 % de la población. Pedimos al Fondo Monetario Internacional que considere la posibilidad de utilizar los derechos especiales de giro (DEG) —la unidad de cuenta del Fondo— para financiar estos esfuerzos.

Por otra parte, como se afirma en la Declaración de Roma, aprobada en la Cumbre Mundial sobre la Salud del 21 de mayo, la respuesta a las futuras pandemias radica en la transferencia no solo de las licencias, sino también de los conocimientos técnicos a los productores de vacunas de los países en vías de desarrollo. Hasta que finalicen las negociaciones en curso sobre la propiedad intelectual en la Organización Mundial del Comercio, África también debe poder producir vacunas con tecnología de ARN mensajero (ARNm) y lograr un acuerdo, dentro de la OMC, sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC). Gracias al impulso que brindó la Cumbre de París del 18 de mayo a los líderes africanos, europeos y vinculados a las finanzas, esta asociación para la producción de vacunas se financiará y desarrollará en los próximos meses.

El segundo componente de este nuevo pacto para África es una inversión masiva en los sectores de la salud, educación y lucha contra el cambio climático. África debe ser capaz de proteger los gastos en estos sectores sin comprometer las partidas para la seguridad y la financiación de las infraestructuras, y sin volver a caer en otro ciclo de endeudamiento excesivo. En el corto plazo, a pesar de que algunos países africanos gozan de un éxito espectacular en los mercados internacionales de capital, los recursos no procederán únicamente de acreedores privados.

África necesita una ola de confianza. La cumbre de París permitió consolidar un acuerdo para una nueva emisión de DEG por 650 000 millones de dólares, de los cuales 33 000 millones se destinarán a los países africanos. Ahora queremos ir más allá, con dos compromisos voluntarios.

En primer lugar, es necesario que otros países beneficiarios se comprometan a movilizar una parte de sus asignaciones de DEG en favor de África. Esta reasignación permitiría, como primer paso, liberar un umbral inicial de 100.000 millones de dólares para África (y otros países vulnerables).

En segundo lugar, las instituciones africanas deben participar en el uso de esos DEG en pos de la recuperación del continente y sus avances para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030. Esto, a su vez, puede preparar el terreno para una revisión de la arquitectura financiera internacional que otorgue más peso a instituciones africanas.

Pedimos a todos los miembros de la comunidad internacional que se sumen a este doble compromiso.

Finalmente, debemos centrarnos en el principal activo africano: su dinamismo empresarial. Las microempresas del continente, junto con sus empresas pequeñas y medianas, serán el sustento para el futuro de las mujeres y los jóvenes africanos, pero el sector privado es rehén de la informalidad y falta de financiamiento. Por eso debemos centrarnos en mejorar el acceso de los emprendedores africanos al financiamiento haciendo hincapié en las fases más cruciales de sus proyectos, especialmente el inicio.

El objetivo de la cumbre de París fue acordar cuatro metas: el acceso universal a las vacunas contra la covid-19 —incluso mediante su producción en África—, reforzar la jerarquía y el papel de las instituciones panafricanas en una nueva arquitectura financiera internacional, relanzar las inversiones públicas y privadas, y apoyar el financiamiento masivo del sector privado africano. Nuestra tarea para los próximos meses será promover estas metas en los foros internacionales y como parte de la presidencia francesa del Consejo de la Unión Europea en el semestre entrante.

Emmanuel Macron es presidente de Francia; Pedro Sánchez es presidente de España; Paul Kagame es presidente de Ruanda; Cyril Ramaphosa es presidente de Sudáfrica, y Macky Sall es presidente de Senegal.

Firman también este artículo António Costa, primer ministro de Portugal; Alexander De Croo, primer ministro de Bélgica; Charles Michel, presidente del Consejo Europeo; Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; Mohamed bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudita; Mohamed bin Zayed, príncipe heredero del Emirato de Abu Dabi; Félix Antoine Tshisekedi Tshilombo, presidente de la República Democrática del Congo y de la Unión Africana; Faure Gnassingbé, presidente de Togo; Alassane Ouattara, presidente de Costa de Marfil; Abdelfatá Al Sisi, presidente de Egipto; Filipe Nyusi, presidente de Mozambique; Muhammadu Buhari, presidente de Nigeria; Roch Marc Christian Kaboré, presidente de Burkina Faso; Azali Assoumani, presidente de la Unión de las Comoras; Nana Akufo-Addo, presidente de Ghana; João Lourenço, presidente de Angola; Sahle-Work Zewde, presidenta de Etiopía; Mohamed Ould el Ghazouani, presidente de Mauritania; Kaïs Saïed, presidente de Túnez; Bah N’Daw, expresidente de Mali; Mohamed Bazoum, presidente de Nigeria; Albert Pahimi Padacke, primer ministro de Chad; Abdalla Hamdok, primer ministro de Sudán; Denis Sassou Nguesso, presidente de la República del Congo; Patrice Talon, presidente de Benín; Paul Biya, presidente de Camerún, y Moussa Faki, presidente de la Comisión de la Unión Africana.

Traducción de Ant-Translation.

© Project Syndicate, 2021.

www.project-syndicate.org

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