El futuro político de Bolsonaro depende de la investigación sobre la pandemia en Brasil
Si la indagación termina salvando al presidente, como ya pronostican algunos senadores, estaríamos ante una de las farsas más trágicas que ha vivido el país
El presidente Jair Bolsonaro aparece estos días más nervioso y agresivo que nunca. Ha vuelto a amenazar con un golpe y hasta ha puesto en movimiento a la Abin, la agencia brasileña de inteligencia, para que investigue a gobernadores y alcaldes, según publica a revista Crusoé. Algunos senadores, seguramente cercanos a Bolsonaro, ya han empezado a filtrar que la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI), que lo investiga por el manejo de la pandemia, no va a llegar a ninguna conclusión, como ha ocurrido tantas otras veces. Si eso resulta cierto, se trataría de un triunfo para Bolsonaro. Sería su pasaporte para la reelección el próximo año.
Él y su tropa han entendido que esta vez no se trata de una CPI cualquiera que indaga algún caso de corrupción política. Es mucho más. Esta vez se trata de investigar y juzgar a un presidente que ha convertido al país en un cementerio con su política de negar la epidemia, de burlarse de la vacuna y de hacer caso omiso a las recomendaciones de la ciencia y de la medicina que habrían evitado miles de muertes.
Nunca, en efecto, una catástrofe natural ha dejado en su camino tantos huérfanos y tantas familias quebradas para siempre. No. No se trata esta vez de una CPI más de las que suelen acabar en nada sino de indagar con seriedad sobre las miles de muertes que podrían haberse ahorrado sin la política negacionista del presidente.
No se trata de víctimas de una guerra. Es mucho peor. Es una matanza producida no solo por un virus invisible sino por la ceguera de un presidente que se dedicó a negar la gravedad de la epidemia a favor de sus intereses personales. No sé si los brasileños son conscientes de que la epidemia no es el fruto de una fatalidad del destino sino también de la frialdad y del gusto por la muerte del jefe de Estado. Esta vez los políticos, que tienen en sus manos miles de pruebas contra Bolsonaro por su responsabilidad sobre las víctimas de la pandemia, deben dejar sus habituales compromisos políticos o pasarán a la historia como cómplices de una masacre.
Todo tiene un límite hasta en la política cuando se trata de salvar la vida. Burlarse de la muerte en esta ocasión es hacerse cómplices de un genocidio. Salvar al presidente, investigado como responsable de una masacre, supondría el mayor descrédito político en la historia moderna del país, pues hay momentos como este que exigen coraje para castigar la injusticia. Si los políticos del Senado, a quienes no les faltarán pruebas de la conducta homicida de quien debería velar por la vida de la gente, acaban dándole una victoria al responsable de tanta muerte y le permiten reelegirse, terminarán con sus nombres grabados en piedra como vergüenza para las generaciones futuras.
¿Es que no ven los senadores que el presidente ni en un solo momento ha sentido el impulso de visitar un hospital donde la gente muere asfixiada por falta de oxígeno y ni siquiera ha aceptado la responsabilidad de su cargo? No ha sido capaz de mostrarse solidario con la población que le dio el voto para que velara por su destino.
Si los senadores de la CPI no investigan de verdad la responsabilidad del presidente, habrán humillado y traicionado a todo un país. Las sombras de esos miles de muertos y de los que aún se pueden evitar apartando del poder a quien desafía a los que siguen apostando por la vida acabarán turbando para siempre los sueños de los senadores de la CPI.
Brasil no necesita de un presidente que regale a la gente armas y destruya su rico patrimonio ambiental sino que tenga como prioridad la defensa de la vida. Necesita de un presidente sensible al dolor de los más expuestos al peligro y que sea capaz de ganar la guerra del odio y de la mentira, hoy tan peligrosos como un nuevo virus mortal.
Brasil necesita con urgencia de un presidente que sepa abrir nuevos horizontes de esperanza para un pueblo que ya sostiene sobre sus hombros tanta muerte y tanta pobreza e injusticia por la degradación de los políticos que trabajan más en provecho propio y de sus familias que en crear posibilidades de una vida mejor. Brasil necesita de un líder que impida que haya millones de familias soportando hambre, mientras son testigos del despilfarro de los políticos que tantas veces parecen ciegos y mudos ante el martirio al que se está sometiendo a un país.
Los políticos, si dejan libre al presidente, se encontrarán más que nunca en un terrible dilema que podría acarrear una tragedia mayor que la que ya está viviendo el país. La CPI del Senado, que acaba de comenzar a investigar los posible crímenes perpetrados durante la guerra contra la pandemia, ni siquiera necesitan meses de trabajo. Las pruebas están a la luz del sol y todos las conocen.
Si la CPI acabara, como ya pronostican hasta algunos senadores, salvando a un presidente que a los ojos del mundo se ha hecho indigno y peligroso para dirigir al país, estaríamos ante una de las farsas más trágicas, y el mundo de la política y de la justicia acabarán más humillados y desacreditados de lo que ya lo están.
El Brasil que hoy sufre, por el momento en silencio, una tragedia que en buena parte ha podido impedirse, podrá mañana pararse contra unos políticos incapaces de estar a la altura de su destino.
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