Ocho razones a favor y siete en contra de geolocalizar a tus hijos
Controlar sus movimientos puede parecer una exageración, pero si alguna vez has perdido de vista al niño en el supermercado o has estado despierto porque tu hijo adolescente no llega, no quieres repetir esa sensación nunca más


Cuando muchos de nosotros éramos pequeños y nos alejábamos de nuestros padres de manera acordada, el único sistema de control era quedar en un sitio a una hora o usar un teléfono fijo para llamar a otro fijo del que recordásemos el número y avisar de un retraso. Y si alguien llegaba más tarde, el otro esperaba un rato sin necesidad de alertar a todas las fuerzas del orden. Ahora, por suerte, la tecnología permite saber en cada momento dónde está nuestro retoño, ya sea un niño pequeño, indefenso, o el típico adolescente de respuestas ambiguas, que dice que irá “por ahí… con unos”, sin concretar nada.
Por supuesto, a lo que tenemos acceso es a la triangulación espacial del dispositivo tecnológico. Aunque si tu hijo se deja el móvil, o se lo quitan, o pierde la mochila o el bolso donde va el pequeño artefacto localizador, poco se podrá hacer. Pero ya es mucho más de lo que se tenía antes. Hay épocas en las que realmente puede ser útil este espejito mágico que te resuelve dudas.
Pienso sobre todo en tres momentos claves de la crianza: cuando el crío es pequeño y no puede espabilarse solo si llega a perderse, por ejemplo, en un parque de atracciones o en una calle concurrida y llena de gente; cuando empiezan a ir solos al colegio; y cuando les llega la adolescencia y salen en grupo varias veces por semana.
Esto de la geolocalización te puede parecer una exageración de padres controladores. Pero si alguna vez en el supermercado has perdido de vista a tu hijo en un pasillo y lo has estado buscando durante un par de minutos, o si estás despierto de madrugada y tu adolescente tendría que haber llegado hace rato y no contesta el móvil, sabes que no quieres repetir esa sensación nunca más.
Si los niños ya tienen su propio móvil, habrá quien use alguna aplicación del teléfono para seguir su rastro, pero con niños más pequeños mejor usar algún tipo de AirTag cosido en la mochila o colocado en los zapatos. No hace falta que los hijos lo sepan ni hagan nada. O sea, para que quede claro, no se trata de inyectarles un chip rastreador como en las películas de ciencia ficción.
Como ya es costumbre, aquí te traigo argumentos a favor y en contra de la geolocalización de los hijos. Por supuesto, aquí se debate un seguimiento normal, solo para consultas esporádicas si hay necesidad o ansiedad. En ningún caso hablamos de una supervisión exhaustiva minuto a minuto.
A favor de tenerlos controlados
- Es un extra de protección, como el que paga un seguro y no lo usa porque está sano. Si lo haces sin planteártelo al comprar tu smartphone nuevo, ¿por qué no vas a hacerlo con lo más preciado de tu vida?
- Es un sistema muy útil y bastante usado con personas mayores que empiezan a despistarse. Nadie lo ve exagerado cuando hablamos de jubilados, que en principio saben comunicarse y desenvolverse mejor que un niño pequeño.
- Puedes asegurarte de que tu hijo ha llegado al destino acordado y respirar tranquilo, sin agobiarle con llamadas y mensajes.
- En adolescentes, previenes el absentismo escolar (o lo detectas, si a tu hijo le da por hacer campana), y puedes solucionarlo antes de que se convierta en una costumbre.
- Tú te puedes fiar mucho de tu hijo, pero no de los demás. Amigos imprudentes, padres de amigos que no contestan el teléfono cuando se llevan a tu hijo a jugar, pandas de secuestradores con ganas de amortizar el alquiler de la furgoneta…
- De paso, te sirve para encontrar objetos perdidos, si el dispositivo va dentro de una mochila o bolsa, las típicas cosas que los chavales suelen dejarse sin darse cuenta, y que después les toca rastrear a los padres… o volver a comprar todo el contenido.
- A los niños pequeños les da tranquilidad saber que sus progenitores les pueden encontrar si hiciera falta.
- De paso, esto te quita estrés y tiempo presencial a ti, porque si ya puedes saber dónde está, no hace falta que lo acompañes a todas horas (cuando la edad del crío lo permita, claro).

En contra de la vigilancia a distancia
- La tecnología no puede substituir a la educación, las normas y los límites. Pégale la charla a tu hijo para que tenga claro dónde ir y dónde no ir, qué peligros evitar y cuándo avisarte si hay retrasos o problemas. Lo clásico funciona.
- Es demasiada sobreprotección y una falta de confianza en la autonomía de tu hijo, porque creerá que le tienes atado con una correa larga y que no puede apañárselas por sí solo.
- Le estás dando a tus hijos la idea de que el mundo es un lugar peligroso y también de que ellos solos no pueden sobrevivir en él sin tu ayuda o supervisión, cosa que destroza autoestimas y puede generar traumas para toda la vida.
- Para los adolescentes, puede suponer un reto burlar a los aparatos, con lo que aún tendréis más desconfianza y momentos tensos con ellos.
- Los dispositivos de rastreo buenos valen dinero, y sin fomentar la paranoia, los críos deberían llevar por lo menos un par o tres encima (zapatos, abrigo, mochila), por si pierden u olvidan alguno.
- ¿Sabes de verdad qué hacen las apps con la información de los movimientos y horarios de tus hijos? A ver si hacemos copiar-pegar en Facebook cada vez que corre un bulo sobre el uso de nuestros datos y, en cambio, les servimos los de nuestros hijos en bandeja.
- Si realmente confías en tu hijo, seguirlo a distancia es vulnerar su privacidad de manera innecesaria.
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