María Soto, psicóloga: “Los jóvenes no son frágiles, son una consecuencia de una crianza basada en el miedo y la sobreprotección”
La también logopeda propone sustituir el juicio por empatía, validando las emociones de los menores y acompañándolos en la construcción de una autonomía sólida, sin caer en métodos autoritarios o permisivos
El término “generación de cristal” se ha popularizado para describir a los jóvenes actuales como emocionalmente frágiles o incapaces de lidiar con la adversidad. Sin embargo, esta percepción es errónea para la logopeda y psicóloga María Soto (42 años A Coruña), también entrenadora de familias y docentes en pedagogía Adleriana —una disciplina basada en la cooperación, el respeto mutuo y en compartir responsabilidades— y fundadora del proyecto Educa Bonito. Según Soto, los jóvenes no son frágiles, sino el resultado de estilos de crianza que han reducido su autonomía y los han llenado de temores, dificultando su capacidad para enfrentar la realidad de manera independiente.
Estas etiquetas, además, tienen un impacto profundo en la forma en la que los jóvenes se perciben a sí mismos. Soto propone sustituir el juicio por empatía, validando sus emociones y acompañándolos en la construcción de una autonomía sólida, sin caer en métodos autoritarios o permisivos. “El mayor daño que podemos hacerles es no confiar en su capacidad para decidir, aprender y equivocarse”, afirma.
PREGUNTA. ¿Cree que denominar a los jóvenes como generación de cristal es una etiqueta injusta?
RESPUESTA. Creo que cualquier etiqueta es injusta, porque limita e incapacita a quien la recibe. Sea considerada positiva o negativa, es una suerte de condicionamiento y no es nada inteligente, porque les ridiculiza y nos coloca en una posición de oposición y enfrentamiento nada útil. Además, en caso de que fuera cierta, los últimos culpables serían los jóvenes. No les estamos dejando una herencia social alentadora. Aunque no es nuevo, vivimos en un sistema basado en el conductismo, que busca perpetuar un orden que se sostiene sobre la verticalidad. En cada generación se oye hablar de una forma peyorativa de los jóvenes. Estamos incapacitándolos y desviándolos de su verdadero propósito.
P. ¿Considera que es una generación más frágil o simplemente está más dispuesta a hablar sobre sus emociones y problemas?
R. La llamada generación de cristal es consecuencia de un estilo de crianza basado en el miedo, que se refleja en su manera de ver el mundo e interactuar con él. El miedo es una emoción que sirve para salvarnos la vida en situación de emergencia, es beneficioso para nuestra supervivencia, pero no podemos vivir eternamente con miedo, y la generación de jóvenes de hoy se ha criado en la era de la sobreprotección, donde todo es potencialmente peligroso o amenazante. No es una generación frágil, es una generación atemorizada. El hecho de que puedan expresar más sobre sus emociones es la parte que queda conservada de su naturaleza. Eso significa que ha habido un avance en cuanto al autoconocimiento, pero creo que estamos a años luz de ser plenamente conscientes de nuestras necesidades emocionales.
P. ¿Qué papel tiene la empatía en la disciplina positiva y cómo puede ayudar a los jóvenes a desarrollar resiliencia emocional?
R. Es fundamental para preservar la potencialidad de las infancias y, en consecuencia, de los jóvenes. Significaría volver a un planteamiento horizontal, porque la empatía es difícil si nos posicionamos como seres superiores. Hemos de hablar el idioma de la curiosidad de nuevo, hablar el idioma que ellas y ellos puedan entender, para que quieran conectarse con nosotras y aprender sin límite. Si tú miras a una persona desde el juicio o la expectativa, pretendiendo que haga algo o deje de hacerlo, inmediatamente lo estás limitando; en cambio, si lo miras como a un ser con potencial infinito, no sentirá barreras externas. El camino es suyo. El papel de la validación también es clave. Para poder desarrollarse necesitan sentir que todos los procesos por los que pasan son válidos y sirven para algo.
P. ¿Qué estrategias recomendaría a los padres que quieren criar hijos o hijas emocionalmente fuertes, sin recurrir a métodos autoritarios o permisivos?
R. Las niñas y los niños ya son emocionalmente fuertes. La estrategia sería no romper nada por el camino. ¿Qué quiere decir esto? El ser humano ya nace dotado de un sistema de defensa que le protege de los peligros potenciales. Lo que sucede es que el sistema de supervivencia de las infancias está inmaduro: no ha tenido experiencias suficientes para fortalecerse y para formar un contexto. Cuanto antes les enseñemos, a través de la vivencia de experiencias, la diferencia entre lo importante y lo peligroso, mejor para ambas partes.
P. ¿Cree que el exceso de información disponible para los padres en la era digital contribuye a la sobreprotección de los niños?
R. Creo que contribuye tanto a la sobreprotección como a la desprotección. El exceso de información está haciéndonos retroceder décadas, porque cuando hay exceso de información hay déficit de atención y las personas ya solo buscan soluciones rápidas del tipo “tres recomendaciones para que tus hijos…”. Y estamos hablando de algo que va a condicionar el resto de sus vidas, merece que lo tratemos con mucho más respeto, equilibrio y seriedad. Es muy triste que el referente sea el algoritmo, que la voz cantante la lleven personas que saben más de marketing que de desarrollo humano, y lo cierto es que el conductismo ha funcionado a la perfección: los adultos caemos como moscas ante esas técnicas. A mí me han llegado a decir que “tienes que captar su atención en tres segundos y te compran lo que sea”. Cuando algo es gratis, el producto eres tú. Venimos preparadas para ser las expertas de nuestras hijas e hijos, solo necesitamos estar ahí con ellos y hacerlo, poner la autoridad fuera, que solo nos hace sentirnos inseguras y transmitirles nuestros miedos a nuestras hijas e hijos.
P. ¿Cómo cree que se puede equilibrar la protección sin hacer dependientes a los niños?
R. El mundo es un lugar maravilloso y aterrador al mismo tiempo, por eso creo que fomentar su autonomía cuanto antes es fundamental para que conserven su autoestima, que al fin y al cabo es su sensación de capacidad. Hay muchos jóvenes cuya primera decisión fue qué carrera iban a estudiar. Es una tragedia por control y dependencia. Equivocarse se van a equivocar, y cuanto antes lo asumamos, menos tóxica será nuestra relación con ellos. Hay muchas personas adultas que se adueñan de la realidad de sus hijos y sienten sus logros y fracasos como propios. Es algo muy perjudicial. Cuanto antes les dejemos decidir las cosas pequeñas del día a día dentro de unos límites de respeto, responsabilidad y seguridad, el esquema será más sencillo. Decisión pequeña: error pequeño/solución pequeña. Si se lo damos todo hecho, si seguimos asociando el error con el fracaso, no tendrán experiencia resolutiva y sus primeros errores no serán tan pequeños, porque los cometerán demasiado tarde.
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