Mamás ‘influencers’: ¿cuáles son los límites de monetizar a los hijos en las redes?
Crecer bajo los focos de Instagram puede dejar huellas emocionales en los menores, razón que llevó a Molly Gunn, madre británica con más de 100.000 seguidores, a eliminar ese contenido de la plataforma
“¿Has visto lo bien que come mi bebé?” o ”Este pelele se lo ha regalado la abuela, dale Me gusta y te envío uno igual”. Son muchas las madres que comparten la vida de sus hijos en redes sociales desde perspectivas muy diversas. También están las conocidas como mamás influencers, que han encontrado un lugar donde la maternidad no solo se comparte, sino que se transforma en una ventana abierta al mundo convirtiendo los momentos cotidianos en un negocio rentable, mientras sus hijos crecen rodeados de likes, stories y hashtags. En España, entre las más destacadas se encuentran Verdeliss, con más de un millón de seguidores en Instagram, o Familia Coquete, con más de medio millón.
Hace unas semanas, la reconocida mamá influencer británica Molly Gun, con más de 110.000 seguidores en Instagram, admitió que se arrepiente de haber utilizado a sus tres hijos, de 13, 11 y 7 años, exponiéndolos ante miles de personas. Reconocía que el nivel de visibilidad al que ha sometido a su familia ha tenido un impacto negativo en sus hijos. Gunn contaba que decidió borrar más de 2.000 fotos de su perfil, poniendo fin a más de una década de exposición de su hogar. Según explicó, su perfil ha sido un escaparate de la vida de su familia y, tras reflexionar sobre las consecuencias, decidió dar por cerrada esta etapa. Este giro de Gunn ha reabierto un debate necesario sobre los límites de la exposición infantil en redes sociales. ¿Cuáles son las consecuencias emocionales y sociales de crecer bajo la mirada constante de miles de seguidores? ¿Es la privacidad infantil un precio justo a pagar por la popularidad y negocio de los padres?
Sara Inisterra, madre de tres hijos, cuenta con 131.000 seguidores en Instagram y más de 80.000 suscriptores en su canal de YouTube. Hace dos años decidió dejar de grabar y publicar contenido relacionado con sus pequeños: “Una seguidora me envió un vídeo de mi hija en un momento muy vulnerable, estaba llorando. Ahí me di cuenta de que eso no estaba bien y tomé la decisión de eliminar todo el contenido infantil y cortar de raíz”. Al principio, relata Inisterra, su intención era simplemente compartir el día a día de su familia sin filtros, mostrando la realidad de la maternidad. Sin embargo, desde que dejó de publicar este tipo de contenido asegura que las dinámicas en casa han cambiado por completo: “Ahora se respira mucha más calma y tranquilidad; debo admitir que ser grabados era un factor muy estresante para ellos”. Aunque las campañas publicitarias y las interacciones disminuyeron notablemente en su cuenta, Inisterra reconoce que es la mejor decisión que ha podido tomar: “Creo que todos deberíamos preguntarnos hasta qué punto respetamos la intimidad de nuestros hijos y preservar su derecho a la intimidad”.
“Muchos padres y madres que exponen a sus pequeños toman esta decisión desde sus egos, con la expectativa de triunfar y a cambio de un beneficio monetario”, explica la psicóloga clínica Paloma Ramón. Además, afirma que es fundamental proteger a los menores en las redes sociales porque las consecuencias podrían ser nefastas: “La sobreexposición de los menores puede generar problemas en la formación de su identidad y un impacto negativo en su desarrollo emocional, generando ansiedad o depresión a corto y largo plazo”. Y advierte que en las redes nadie muestra su vulnerabilidad, lo que podría llevar a los menores a normalizar la represión de sus sentimientos.
Isabel Cuesta, más conocida por su cuenta @unamadremolona —con casi medio millón de seguidores—, relata cómo al principio en su blog de maternidad no tuvo reparos en publicar imágenes con sus pequeños, pero a medida que aumentaban sus seguidores fue cambiando de idea: “Un día tomé la decisión y dejé de sacarlos”. “Ellos no han elegido ser personas conocidas, ¿quién soy yo para quitarles el anonimato?”, reflexiona la también experta en educación y disciplina positiva. La popular influencer prefiere no juzgar porque está casi convencida de que ningún padre o madre quiere perjudicar a sus hijos: “El problema es que mientras esto esté permitido se seguirá haciendo, porque es una fuente de ingresos muy grande y muchos lo plantean como una manera de asegurar el futuro de sus hijos”.
Cuesta, autora de Cuentos molones (Editorial Beascoa, 2021), entre otros títulos, no cree que las madres que muestran a sus hijos busquen llevar a cabo una labor educativa: “El problema es que vivimos en una sociedad muy individualista; se busca el beneficio propio por encima de pensar en los demás. No podemos olvidar que todo lo que publicamos deja una huella digital muy difícil de borrar”. “La audiencia se está haciendo una idea de cómo son tus retoños, no solo físicamente, sino en su personalidad, y pueden recibir etiquetas que les condicionen a la hora de relacionarse con los demás”, añade. “¿Te gustaría que tu hija de 13 años compartiera todo sin filtro, dejando una huella digital que alimente su ego a cambio de likes de desconocidos?”, ejemplifica Cuesta. “Si te parece un peligro para ella, entonces tú también deberías dejar de hacerlo”, incide. Según denuncia, privarles a los menores del anonimato puede perjudicar su autoestima, haciéndoles dependientes de la aprobación externa y vulnerables a problemas de salud mental como ansiedad o depresión. Por su parte, Ramón sostiene que las consecuencias de exponer a los menores a largo plazo pueden ser muy notables: “Cuando estos niños se conviertan en adultos, todo el mundo podrá googlear sus nombres y acceder a datos muy personales, generando valoraciones erróneas y situaciones anormales en su vida cotidiana”. La psicóloga agrega que en el futuro también podrían desarrollar problemas graves de salud mental por haber crecido midiendo su éxito en función de los Me gusta y la aprobación de desconocidos: “La ansiedad, la falta de autoestima, el no reconocimiento de la propia identidad y la depresión son algunas de las secuelas que podrían sufrir”.
Cuesta recomienda a los padres que comparten imágenes de sus hijos en las redes sociales que tomen medidas de seguridad y protección, porque la intimidad del menor debería seguir formando parte de su privacidad: “Imaginemos a un niño conectando la cámara y aireando públicamente lo que ocurre en casa de sus padres en las redes sociales. Si no nos parece normal, ¿por qué sí lo normalizamos en los adultos?”.
Pero no todo el mundo piensa igual. Eva Almacellas, creadora de contenido y conocida como @trimadreconv, publica fotos y vídeos de sus hijos y, aunque entiende que algunas madres se arrepientan, cree que la clave está en ser responsables. “No creo que sea un problema sacarlos. Son parte de mi vida; me siento muy orgullosa de ellos. Mi red social es como mi biblioteca de recuerdos, algo que me gusta compartir”, dice. “De momento, no le encuentro ninguna parte negativa. Espero no haberme equivocado. Intento siempre compartir cosas que el día de mañana no les avergüencen”, añade. Su enfoque se centra en mostrar pequeñas pinceladas de su vida como madre de tres hijos activos y felices, confiando en que nunca le reprochen haber publicado algo: “Todo lo publico con mucho tacto y mimo, respetando al máximo las necesidades de mis hijos y sus deseos”. “Confío en que el día de mañana no me digan: ‘Mamá, ¿por qué publicaste eso?’”.
La periodista Carmen Osorio, madre de cuatro hijos, influencer con más de 161.000 seguidores y creadora de la plataforma Adictos a la Tecnología —que ofrece a las familias técnicas para reducir el uso excesivo de la tecnología y promover hábitos digitales saludables—, admite que, aunque hace años dejó de publicar fotos y vídeos de sus hijos, no planea borrar el contenido anterior ni se arrepiente de haberlo compartido: “Estoy tranquila porque siempre he publicado contenido respetuoso, evitando exponer a mis hijos en situaciones vulnerables o sensibles, como, por ejemplo, en un hospital”. “No me preocupa compartir imágenes de mi familia en viajes o excursiones, porque no creo que eso les cause ningún daño”, agrega.
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