Un decálogo para mejorar los horarios escolares y ayudar al alumno: empezar más tarde el instituto o mantener la siesta en etapa infantil
La Asociación Española de Pediatría, junto a la Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño, presenta un documento en el que aplica la cronobiología a la educación con el objetivo de mejorar el rendimiento escolar


¿Pueden mejorar los resultados académicos de niños, niñas y adolescentes dependiendo de qué día y a qué hora se ponga un examen? Los horarios de algunas extraescolares, ¿pueden llegar a determinar cómo es el descanso de un adolescente e, incluso, predecir cómo será su rendimiento académico y su comportamiento al día siguiente? ¿Puede ser beneficioso promover actividad al aire libre al inicio de la jornada escolar? Retrasar el horario de entrada en la ESO y Bachillerato, ¿mejoraría el descanso y el rendimiento de los alumnos en los centros educativos y facilitaría, de paso, el trabajo de los profesores? Desde el campo de la cronobiología llevan años planteándose estas preguntas en numerosos estudios e investigaciones. Con base en la evidencia científica acumulada hasta el momento, la respuesta a todas las cuestiones anteriores es un sí rotundo.
Por ello, desde la Asociación Española de Pediatría (AEP) y el grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño (SES), con el aval de la Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño (FESMES) y la colaboración de la Alianza por el Sueño, han dado forma a un decálogo de propuestas para unos horarios escolares saludables. El documento se presenta este miércoles 15 de octubre en el Palacio de Congresos de Vitoria, en un acto en el que los médicos e investigadores debatirán cada uno de estos puntos basados en la evidencia científica con profesores, familias y otros agentes educativos.
“Los científicos tenemos claras un montón de cosas, pero luego todo es mucho más complejo que decir a qué hora debe empezar el instituto, cuándo son los exámenes, cuánto tiempo dedicamos a la comida, si tiene que ser jornada continua o partida”, explica Carlos Egea, presidente de FESMES. Para Egea, hay que tener en cuenta los derechos laborales de los profesores, las posibilidades y las infraestructuras de los colegios, los horarios laborales y la posibilidad de conciliar o no de madres y padres.
Su opinión la comparte el pediatra Gonzalo Pin, coordinador del grupo de trabajo de Cronobiología y Sueño de la AEP, para quien esté decálogo no es un punto final, sino un punto de partida para discutirlo con los docentes, las familias y los alumnos. El experto, de hecho, hace hincapié en los estudiantes, ya que, en su opinión, habría que poner en el centro del debate a niños y adolescentes, quienes “se ven sometidos a unos horarios pensados para los adultos que no tienen en cuenta sus ritmos de sueño y sus etapas de desarrollo”.
Este es su decálogo para mejorar la salud y el rendimiento escolar de niños y adolescentes, con las razones de los beneficios de lo propuesto, según el pediatra Gonzalo Pin.
- Organizar el inicio y el final de la jornada escolar según el cronotipo mayoritario en cada etapa escolar. Esto, según los expertos consultados, adquiere especial importancia en la ESO, cuando los alumnos entran a clase por regla general a las ocho de la mañana, algo que, para Gonzalo Pin, “va contra natura de la evolución biológica”. Durante la adolescencia se produce lo que se conoce como el síndrome de retraso de fase, un trastorno del ritmo circadiano que provoca que los chicos y las chicas se duerman más tarde. Sin embargo, la entrada al centro escolar la tienen más temprano, por lo que es muy habitual que arrastren un déficit de sueño. “Sabemos que el 52% de nuestros adolescentes va a clase de forma continuada habiendo dormido menos de ocho horas. Y ese déficit crónico de sueño tiene un impacto sobre el rendimiento escolar, pero también sobre su salud física y mental”, explica Pin. El experto apunta a estudios llevados a cabo en países como Estados Unidos, Alemania o Israel, que han concluido que retrasar entre 30 y 60 minutos el horario de entrada reduce la somnolencia y mejora el comportamiento y el rendimiento académico de los adolescentes.
- Establecer la organización de las clases en función de los ritmos naturales diarios de aprendizaje. El estudio europeo SHASTU (Sleep Habits in Student’s Performance, en inglés, proyecto que se inició en 2015 y que ha analizado desde entonces a más 4.000 alumnos en España, Italia y Turquía), del que Gonzalo Pin es uno de los autores, observó por ejemplo que, en la adolescencia, la capacidad de aprendizaje y la capacidad de mantener la atención de chicos y chicas es mínima entre las 8.00 y las 10.30: “Estas se incrementan a partir de las 11.00 y vuelven a disminuir antes de la hora de la comida y tiene un nuevo pico de atención después de comer a primera hora de la tarde”. Distribuyendo las asignaturas con base a esta evidencia, es decir, dejando para los picos de concentración las asignaturas troncales, los autores del estudio reportaron un aumento medio de un punto en el rendimiento escolar y una disminución del 50% de los problemas de conducta dentro del aula.

- Tener en cuenta esos mismos ritmos naturales para los horarios de exámenes y pruebas de evaluación. Como señala Gonzalo Pin, los ritmos biológicos de aprendizaje no solo tienen una variación a lo largo del día, sino también a lo largo de la semana: “Según las conclusiones del estudio europeo SHASTU, el mejor momento para poner un examen es a mitad de semana (miércoles o jueves) a partir de las 11.00. ¿El peor? Un lunes a primera hora".
- Respetar el ciclo básico circadiano de actividad en reposo durante la vigilia. Para cumplir con este punto basta con introducir descansos de entre 3 y 10 minutos tras cada 45 minutos de clase; así como en potenciar las pausas cortas tras la introducción de nuevos conceptos.
- Establecer unos horarios de alimentación adecuados al ritmo biológico de cada etapa educativa. Los adolescentes vuelven a ser los grandes perjudicados en este campo, ya que en muchos casos salen a las tres de la tarde del instituto y no comen hasta cerca de las cuatro. “Desde un punto de vista metabólico, esto supone un riesgo de mayor obesidad y de mayor tendencia a la diabetes. Es algo que debería llevar a la reflexión por parte de todos los estamentos implicados”, sostiene Pin.

- Mantener espacios y tiempos para la siesta durante la etapa infantil. “En muchos centros escolares, por problemas de espacio y de personal, se suprime y esto es un problema realmente importante para el desarrollo neurocognitivo de los niños y niñas”, explica el pediatra.
- Evitar el sedentarismo en el aula y promover actividades en grupo.
- Fomentar la actividad al aire libre con exposición a la luz solar antes de comenzar la jornada lectiva y en las horas centrales del día. Gonzalo Pin recomienda dedicar los primeros 10 minutos de clase a actividades como cantar, bailar, subir escaleras o correr alrededor del patio. “Ese tiempo correlaciona con un incremento en el rendimiento y en la eficiencia del aprendizaje, porque esta dosis de actividad física elimina los neurotransmisores del sueño y activan la serotonina y el cortisol”, argumenta.
- Favorecer la actividad física dentro o fuera del centro escolar dos o tres veces por semana, finalizando mínimo dos horas antes de la hora prevista de sueño según la edad del niño. En este punto adquieren relevancia las actividades extraescolares deportivas, que a partir de la adolescencia suelen tener lugar en horarios bastante tardíos. “Los adolescentes acaban de entrenar a fútbol o a baloncesto a las 20.00 o las 21.00, incluso un poco más tarde. Eso lo que hace es retrasar todavía más el horario de la segregación nocturna de melatonina. Si a eso sumamos que, como llegan tarde a casa, cenan tarde, su reloj biológico no para de recibir información que va en contra del sueño”, señala el portavoz de la AEP.
- Introducir la educación en sueño y descanso desde las primeras etapas educativas, involucrando también a familias y profesores. “Aprendemos a dormir en la infancia y en la juventud y eso nos va a condicionar en cómo dormimos en la vida adulta”, sostiene Pin. De hecho, como añade el pediatra, uno de cada tres niños y adolescentes que tienen problemas con el sueño en la infancia y en la adolescencia van a arrastrar esos problemas durante toda la vida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
