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Gonzalo Pin, pediatra experto en sueño: “Las falsas expectativas sobre el sueño de los hijos es lo más complicado de combatir”

El pediatra asegura que el descanso hay que cuidarlo, pues es fundamental para la salud física y mental y para el desarrollo de los menores. En su primer libro, pone a disposición de los padres toda la evidencia científica sobre el sueño de niños y adolescentes para acabar con los mitos

Gonzalo Pin Sueño Niños
Gonzalo Pin es uno de los mayores expertos españoles en medicina del sueño pediátrico.

“Cuatro de cada diez menores españoles no cumplen con las recomendaciones de sueño de lunes a viernes, una realidad que afectaría sobre todo a los adolescentes, ya que más de la mitad duerme menos horas de las recomendadas entre semana”, según datos del estudio PASOS 2019 de la Gasol Foundation. “No somos conscientes de la importancia del sueño durante toda la vida, pero especialmente en la primera infancia y la adolescencia”, asegura tajante el doctor Gonzalo Pin (Valencia, 71 años), médico pediatra especialista en medicina del sueño.

Las falsas expectativas y los mitos que rodean al sueño son, según el jefe de equipo de la Unidad del Sueño del Servicio de Pediatría del Hospital Qurión de Valencia, dos consecuencias directas de la falta de formación e información sobre este tema, tanto de la población como de muchos profesionales sanitarios. Un déficit que Pin, uno de los mayores expertos españoles en medicina del sueño pediátrica, pretende paliar con su primer libro, El sueño es vida: el sueño infantil como nunca te lo han explicado (Planeta, 2023). Se trata de un volumen que pone a disposición de madres y padres, de manera amena y divulgativa, toda la evidencia científica obtenida en las tres últimas décadas sobre el sueño de niños y adolescentes.

Como reconoce el pediatra, del sueño solo se conoce todavía “la punta del iceberg”. Lo suficiente, en todo caso, para tener clara una máxima: que es fundamental para la salud física y mental y para el correcto desarrollo de la población pediátrica.

PREGUNTA. Por su experiencia en consulta, ¿el sueño de los hijos suele ser una de las principales preocupaciones de los padres durante los primeros años de vida de los pequeños?

RESPUESTA. Sí, sí, y cada vez más. Al final, es un problema de información. Si a ti de antemano te dicen que el primer año de vida de tu hijo sano vas a dormir cada noche una hora y media menos que anteriormente y que un niño se despierta como media entre tres o cuatro veces por noche, tu nivel de expectativas y de ansiedad va a disminuir automáticamente. Si también te dicen desde el principio, por ejemplo, que para que tu hijo duerma mejor es muy importante la afectividad, el contacto con el medio ambiente, el contraste entre el día y la noche, que haya una tribu para cuidar al bebé, pues tú ya sabes qué hacer para mejorar el descanso de tu hijo. Pero lo que pasa es que necesitamos mejor información desde el punto de vista de los educadores sanitarios.

P. Se está tirando piedras sobre su propio tejado.

R. (Risas) Sí, pero es que es cierto: deberíamos dar mucha más información basada en la evidencia científica, porque hoy ya tenemos esa evidencia sobre cómo evoluciona el sueño desde la gestación hasta la adolescencia. Sin embargo, muchas veces seguimos dando consejos basados en creencias de hace 40 años.

P. ¿Este desconocimiento ha alimentado ciertos mitos?

R. La ignorancia es muy atrevida, ya lo sabemos. Hasta hace relativamente poco no había una concepción del sueño como algo basado en la evidencia científica, así que la gente opinaba de su experiencia. Ahora ya sabemos, por ejemplo, que dar el pecho favorece la adquisición por parte del niño de los ritmos biológicos, que la leche materna, al tener más melatonina por la noche, favorece el sueño de los niños; o que, al contrario de lo que se suele suponer, los niños que toman leche materna duermen más y sus madres también. Antes era muy habitual el mito de “dale el biberón que así dormirá toda la noche”, que es una idea que hoy siguen transmitiendo muchas abuelas.

P. ¿Cuál diría que es el mito más común en consulta?

R. Hay dos o tres, pero el que más me llega es esa maldita frase de “mi hijo no duerme lo que debería dormir”. No hay un “debería” con el sueño. Cada niño tiene unas necesidades propias y tenemos que respetarlas. Las falsas expectativas respecto al sueño de sus hijos de madres y padres es lo más complicado de combatir. La gente entiende muy bien, por ejemplo, que un niño puede comer 22 cucharadas de arroz y otro 5 y que, si este último está bien, no pasa nada. Sin embargo, todavía no hemos entendido que el sueño de nuestro hijo mayor no va a ser igual que el de nuestro hijo pequeño o que el del hijo de la vecina. Esta es una de las cosas que intento explicar en el libro, que el sueño es un proceso madurativo y que, como tal, tiene sus variaciones individuales.

P. Nos preocupa mucho el sueño en la primera infancia —porque interfiere en el nuestro, el de los adultos—, pero luego como que bajamos la guardia.

R. Sí, y es un error. En la adolescencia, por ejemplo, el sueño es más importante si cabe. El adolescente tiene unas necesidades de sueño un poco mayores que el preadolescente, pero tiene unas características diferenciales: tiene un inicio de secreción de melatonina retrasado, lo que implica que tenga tendencia a dormirse más tarde; tiene una mayor sensibilidad a la luz a últimas horas del día, lo que aumenta aún más el retraso en la secreción de la melatonina; y, además, tiene menos sensibilidad a la luz a primera hora de la mañana, con lo cual tarda más en despejarse. Por si todo esto fuese poco, en esta etapa se producen unos cambios muy relevantes en el cerebro, sobre todo en la parte afectiva, la amígdala, que provocan, por ejemplo, que las relaciones sociales influyan muchísimo en el sueño.

P. Usted asegura que a los adolescentes les maltratamos.

R. Es que para empezar les ponemos unos horarios escolares contra natura, porque en función de lo que hemos comentado deberían empezar las clases más tarde y, sin embargo, las empiezan antes. Por el contrario, deberían tener los entrenamientos de fútbol o baloncesto antes, pero se los ponemos a última hora del día, para que lleguen a casa todavía más excitados. Pero es que, además, sabiendo que tienen un desarrollo muy importante de la parte emocional del cerebro, les ponemos exámenes cada dos por tres, les pedimos que decidan su futuro… En mi opinión, es un problema de falta de conocimiento y de poca valoración de la importancia del sueño en la población adolescente por parte de las autoridades educativas y sanitarias.

P. Entre el ritmo vertiginoso de vida que llevamos y la proliferación de pantallas, ¿los niños y adolescentes de hoy duermen menos que nunca en la historia?

R. No tenemos datos para afirmarlo, pero desde luego esa impresión da. Y el problema no es que sean los que menos duermen de la historia, sino la velocidad con la que estamos acortando el tiempo de sueño. Al final, el ecosistema ambiental en el que se desarrolla el niño condiciona el sueño, por lo que podemos afirmar que muchos problemas de sueño vienen determinados por la sociedad en que se vive. Solo hay que ver que en las sociedades occidentales avanzadas existen muchos más problemas de sueño que en las sociedades orientales clásicas, por ejemplo. Algunas tribus del centro de África, incluso, no tienen en su lenguaje ninguna palabra para definir el insomnio. ¿Eso significa que tenemos que volver al paleolítico? No, pero sí tenemos que entender que el ecosistema ambiental es determinante de la calidad del sueño de los niños, los adolescentes y los adultos.

P. ¿En qué se traduce ese déficit crónico de sueño?

R. A largo plazo no lo sabemos, pero a corto plazo qué casualidad, por ejemplo, que la mayoría de las enfermedades mentales tengan su debut en la adolescencia, o que tengamos un alto índice a adolescentes que usan marihuana, o que tengamos unas altas tasas de fracaso y abandono escolar. El sueño es un elemento básico que tiene una labor transversal en todo el organismo y una influencia importantísima en nuestra salud física y mental, así que deberíamos cuidarlo.

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