Ana Planelles, escritora: “El peor mito sobre el sueño infantil es el de no cogerle en brazos cuando llora porque se va a acostumbrar”
La autora de ‘El solucionario del sueño infantil’ asegura que si un niño llora de noche hay que ir a consolarle y que cuando se producen regresiones en su descanso lo importante es entender los motivos y no enfadarse
El sueño, o más bien cómo duermen los hijos, suele ser un quebradero de cabeza para muchos padres y madres. Pero todo tiene solución. Con el fin de saber por qué el niño no concilia bien el sueño, por qué unos días está más despejado que otros o qué hacer si llora en mitad de la noche, Ana Planelles (Madrid, 36 años) acaba de publicar este mes de septiembre El solucionario del sueño infantil (Ediciones Martínez Roca). En el libro, quien también es la cara visible de Ducha, Cena y a Dormir, asesoría especializada en sueño infantil, presenta una guía de buenos hábitos para que “las familias puedan, o vuelvan, a descansar”.
Según explica la escritora por teléfono, la literatura existente recomienda que los menores tienen que dormir entre 10 y 11 horas, pero reconoce que luego siempre hay excepciones: “Esto es lo normal, aunque siempre hay niños que necesitan más o menos horas de sueño”. “Lo importante”, prosigue, “es observar y si los progenitores ven que su bebé duerme menos de 10 horas, pero está activo y feliz, pues su hijo necesita eso para estar descansado y no pasa nada”.
PREGUNTA. ¿A la hora de conseguir una calidad de sueño aceptable se trata simplemente de aplicar el sentido común?
RESPUESTA. Exacto, de lo que se trata es de ir poco a poco adaptándonos, el niño y el adulto, a los ritmos de sueño y las necesidades. Lo que pasa es que antes vivíamos en una sociedad adultocentrista, sin importarnos los niños y ocupándonos solo de nuestras necesidades, y ahora se ha girado tanto la tendencia que, muchas veces, nos centramos solo en el niño, al 100%. Que está muy bien, pero hay ocasiones en las que no se puede hacer solo lo que quiere nuestro hijo.
P. ¿Entonces los progenitores se están pasando?
R. Yo creo que sí, que en algunas cosas nos estamos pasando. En otras no, como en la pandemia, que se nos olvidó incluso que existían los niños. Pero sí que es verdad que hay veces en las que los padres se centran tanto el niño que se olvidan de ellos mismos. Por ejemplo, decir: “Para dormir, mi hijo quiere tele y si no se la pongo, llora”. Pero tú como adulto, ¿qué piensas?, ¿tiene que ver la tele o no? Opino que lo mejor no es ceder, es explicarle nuestra postura, obviamente no usando el típico “porque lo digo, que yo soy papá”; pero sí enumerarles los motivos, que entienda el porqué y, sobre todo, tener paciencia ante la rabieta que seguro que va a ocurrir.
P. Una vez se ha conseguido una rutina de sueño, ¿cómo se afrontan las regresiones?
R. Las regresiones son pequeños pasos atrás en la evolución del sueño del niño o niña. Y lo primero, y que es superimportante, es entender por qué pasan. A lo mejor tu hijo ha aprendido hoy a caminar, y es algo muy positivo, pero su sueño cambia y de repente se despierta muchas más veces. Esto ocurre normalmente cuando aprenden una cosa nueva porque la quieren repetir un montón de veces. Están más activos. Entonces, si conocemos por qué ocurre y lo racionalizamos, será más fácil afrontar que nuestro hijo duerma peor. La clave principal es no enfadarse si tu hijo de repente se levanta siete veces. Hay que saber que no le pasa nada, no necesita comer más, no necesita irse a la cama antes, lo que necesita es que tú te aguantes y que vayas y que le veas. Te aguantas. Y esta es la única manera para que la regresión pase y vuelva todo a la normalidad.
P. Y si tu hijo llora por la noche, ¿hay que ir a consolarle?
R. Sí, hay que ir, sin duda. La verdad es que el método de dejarles llorar para que duerman, funciona. Pero hay muchos estudios que también mencionan las consecuencias que tiene hacer eso. Y una de ellas es que lo que le estás indicando a ese niño que te necesita en ese momento concreto es que no le haces caso, que no te importa. Y ojo, tampoco significa que los padres tengan que consentir a su hijo en todo lo que quiere. Hay que tener un término medio, ser sensatos y observar para poder actuar con cabeza.
P. En cuanto al sueño se refiere, ¿cuál es la edad más complicada para los padres?
R. El gran cambio en el sueño se produce normalmente a los tres o cuatro meses —es cuando adquieren el ritmo circadiano de los adultos, empiezan a diferenciar el día de la noche y su sueño pasa de dos fases a cinco—, pero como los niños son todavía muy pequeñitos, los padres no hacen nada, simplemente tiran. Aun así, para mí, en cuanto a la gestión del mismo, los dos años son bastante difíciles porque si ya de por sí es una edad complicada, en el sueño más. A esta edad, el niño ya habla, ya se despierta más veces, ya tiene rabietas y ya te dice: “No me quiero acostar”. Obviamente, esto no lo hace un niño de tres meses. En definitiva, el cambio más fuerte en el sueño se produce a los tres o cuatro meses, pero el más difícil de gestionar para los padres y madres es cuando el niño tiene dos años.
P. ¿Cuáles son los mitos sobre el sueño que hacen más daño a la crianza y que provocan la culpa de muchos padres?
R. Hay muchos, pero si tuviera que escoger uno sería el de no tener a tu hijo todo el rato en brazos, vamos, la creencia popular de “no le cojas en brazos que se va a acostumbrar”. ¿Y qué? Yo quiero que mis hijos se acostumbren a mis brazos. No es nada negativo: quiero que si les pasa algo vengan a mí a que les aúpe. No quiero que no puedan tener mis brazos. Darles cariño no es malo. Es una cosa que la gente te dice como negativa, pero no lo es. Los niños no se malacostumbran a los brazos, los niños tienen que saber que es un sitio en el que estar a salvo. Luego eres tú como padre el que le tiene que decir cuándo es necesario: “Mira no, ahora andando”.
P. ¿Algún otro mito que piense que genera mucha culpa en padres y madres?
R. Sí, el mito tan arraigado de “Acuesta a tu hijo tarde para que se despierte más tarde, para que no madrugue”. Y coges tú, haciéndole caso a la gente que te lo dice, y le acuestas a las diez de la noche el viernes, y tururú, el sábado se vuelve a levantar a las siete de la mañana. Esto lo suelen decir personas que no han tenido hijos o que los han tenido hace mucho tiempo. “Es que como le acuestas tan temprano, por eso madruga”, te dicen. Pues mira, no. Es que si le acuesto tarde, también madruga y, encima, yo no tengo mi ratito y además mi hijo está más irritable porque ha dormido menos.
P. La adolescencia y el sueño, ¿cómo lo pueden manejar los padres y madres?
R. Lo que hace más daño a esta edad son los móviles. Tendría que haber una norma de dejar el móvil aparte, a partir de una hora. Ya no solo por la pantalla, por la luz azul, que mantiene en alerta el cerebro, sino porque sin querer llevas enganchado a TikTok más de una hora y te preguntas: “¿Por qué estoy viendo vídeos de gente que ni siquiera conozco?”. No es lo mismo una película que la ves y te vas a dormir. El móvil no tiene fin.
P. En comparación con los niños, ¿los adolescentes tienen una rutina de sueño distinta?
R. Sí, necesitan dormir mucho menos [unas ocho horas], pero la verdad es que siguen madrugando un montón. Normalmente, los adolescentes rinden mejor por la tarde, pero, claro, no pueden. Y entonces, para levantarse temprano, tendrían que acostarse pronto, pero es de pringados acostarse pronto. Y son los padres y madres los que tienen que dar ejemplo. No vale que tú prohíbas el móvil a tu hijo y tú lo tengas todo el rato o que te acuestes supertarde. Una opción puede ser dejarles leer. Es verdad que el libro tampoco tiene fin, pero pueden poner un fin juntos. Sobre todo, hay que recordar que los adolescentes no dejan de ser niños y que también necesitan una guía. No pasemos de ellos, si no se van a sentir solos y van a ir a su bola. Más todavía.
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