¿Qué hago cuando el niño tiene una rabieta? Ocho expertos con hijos dan sus consejos
Las pataletas son normales y más frecuentes entre los 2 y los 4 años. Para lidiar con ellas, los especialistas consultados apuestan por ponerse en el lugar del menor, evitar gritos o castigos e, incluso, esconderse en el baño para respirar
La niña se agarra al carro del supermercado con fuerza. Lo zarandea. Su cara está enrabietada y se pueden ver unos churretes bajo sus ojos, llenos de ira. Mira a su madre con determinación. La mujer trata de mantener la calma, mientras se esfuerza por permanecer tranquila, sin decir nada, a la espera de que el espectáculo termine. Este es tan solo un ejemplo, pero muchos padres y madres se habrán visto reflejados. Llantos, gritos, chillidos, golpes, quejidos o patadas son algunos de los comportamientos que suelen mostrar los niños entre los 18 meses y los 4 años, siendo los 2 y 3 años la época en la que las rabietas se agravan. Aunque las pataletas se pueden dar en cualquier momento de la crianza. Y, en ocasiones, el estallido es un momento difícil de manejar.
Los especialistas aseguran que estos comportamientos son normales en el desarrollo de los niños y que los motivos que los ocasionan son diversos, desde cansancio, hambre o malestar hasta la intención de poner a prueba la autoridad de los progenitores, desafiando las reglas establecidas. Muchos padres y madres, desesperados ante estas pataletas reiteradas, suelen pedir consejo a expertos que les ayuden a gestionarlas. Pero, ¿cómo aplican ellos, los especialistas, esas mismas recomendaciones en su casa?
Para saber más sobre cómo resuelven estas situaciones, hemos consultado a una psicóloga infantil, una psicóloga perinatal, una educadora, un profesor universitario, una guía Montessori, una periodista experta en crianza, a un psicoterapeuta y a la fundadora del Club de Malasmadres. Ocho expertos que cuentan en primera persona cómo han vivido o viven los enfados explosivos de sus hijos.
1. Carmen Romero Gallardo, psicóloga infantil (49 años, cuatro hijos)
¿Cuáles son las situaciones que han desencadenado las rabietas de sus hijos?
Mis cuatro hijos han tenido rabietas. Unos más que otros, pero en cualquiera de ellos hubo una etapa en la que era algo normal. Las pataletas se solían activar generalmente a la hora de cambiar de actividad. Es decir, cuando debían dejar de jugar para ir a la bañera o dejar la bañera para ir a cenar. Pronto aprendí que era muy importante informarles de la secuencia de las actividades y los tempos de cada una de ellas, para evitar cogerlos por sorpresa. Por otro lado, las pataletas también se solían activar en los momentos en los que no se cumplían sus expectativas. Cuando íbamos al supermercado y no les compraba la chocolatina que me pedían o la bolsa de patatas. Así que decidí que antes de salir de casa debía explicarles lo que íbamos a hacer y lo que podían esperar de cada situación.
¿De qué manera se ha enfrentado a esos momentos como madre?
Para entender los enfados de mis hijos tuve que saber parar y ponerme en su piel. Ver el mundo como lo ven ellos, entenderlos y empatizar. Sin embargo, también sabía que debía cumplir con mis responsabilidades como madre. Debía educarlos para que fueran adultos felices. Así que me preparé bien para poder gestionar esas situaciones y no dejar de ofrecerles el respeto que se merecían. Los niños suelen convertirse en pequeños volcanes y los adultos debemos estar preparados para ellos. No siempre es fácil ver a nuestros pequeños enrabiados. La rabia de nuestros propios hijos nos suele desbordar, por eso debemos estar preparados y entrenarnos para poder controlar también nuestras propias emociones.
¿Cómo las gestiona? ¿Participa su pareja para solventar la situación?
Mi marido y yo siempre hemos intentado ir coordinados. Ante cada rabieta intentábamos conectar con su rabia y mostrar nuestra aceptación. A partir de ahí, les ofrecíamos espacio y tiempo para que consiguieran regularse. A veces, los niños necesitan un abrazo para calmarse, otras veces prefieren estar solos y gestionar su rabia de forma independiente. Es importante respetar sus preferencias. Sin embargo, lo más importante es no tener prisa para que dejen de llorar, pues eso es lo que nos lleva a que acabemos cediendo. Nuestros hijos deben entender cuál es nuestra postura y mantenernos así hasta el final. Así, evitamos confusiones y futuras rabietas. Aprenderán a prever nuestras reacciones y entenderán lo que se espera de ellos en cada momento.
2. Diana Sánchez, psicóloga perinatal (49 años, 2 hijos)
¿Cuáles son las situaciones que han desencadenado las rabietas de sus hijos?
Mis hijos ya son mayores, actualmente tienen 12 y 15 años, pero han pasado por estas etapas. Si nos referimos a la etapa donde se producen más rabietas, alrededor de los 2 o 3 años, los motivos no eran siempre claros. El detonante podía ser insignificante: frustraciones que no sabían expresar verbalmente o que, aunque supiesen expresar, las gestionaban así. Por ejemplo, no querer irse del parque, no querer bañarse, no querer quedarse en la escuela infantil o irse a dormir. Es decir, frustración por enfado. Otras veces, a ello se sumaba el cansancio (sobre todo a última hora del día), tener hambre e, incluso, estar incubando algún virus.
¿De qué manera se ha enfrentado a esos momentos como madre?
Intentaba entender qué estaba pasando y buscar alternativas y soluciones. Sobre todo, al principio. En cualquier caso, cada uno de ellos es diferente. Con el segundo funcionaba no hacer nada y llevarle a caminar o andar, sin más. Con la mayor, acompañarla con presencia, sin hacer nada más. Intentar razonar no servía de nada. Y si me dejaban, abrazarles, acompañarles y validar sus emociones.
¿Cómo la gestiona? ¿Participaba su pareja para solventar la situación?
Cuando eran pequeños mi marido viajaba muchísimo y, si estaba, participaba, por supuesto. Pero no era muy a menudo. En parte, el problema de sus rabietas está asociado a que como adultos entramos en una especie de lucha de poder para que hagan lo que queremos. Este es el principal problema.
3. Anabel Valera Ibáñez, consultora educativa y experta en liderazgo (43 años, 4 hijos)
¿Cuáles son las situaciones que han desencadenado las rabietas de sus hijos?
A cierta edad, los niños empiezan a adquirir conciencia de sí mismos, a entender que no se corresponden con sus figuras de referencia, que “no soy papá o mamá”, que “yo pienso diferente y tomo mis decisiones”. Es la edad del “no”. Y aprender a decir que no, a establecer límites, no solo es válido y legítimo, sino también muy necesario. Seguro que será algo que querremos que sepan hacer durante la adolescencia cuando se enfrenten con el mundo. Aprender a decir que no se aprende en la infancia, cuando “entrenan” con sus padres. Cuando un niño experimenta una rabieta no tiene las suficientes herramientas para canalizarla. Su cerebro ejecutivo es aún muy inmaduro y la emoción secuestra completamente al niño, que se bloquea por el estrés.
¿De qué manera se ha enfrentado a esos momentos como madre?
Con mi primera hija, trataba de atajar los berrinches ignorándola o respondiendo también con rabia, así que solo conseguía empeorar la situación. Profundicé en la Disciplina Positiva que me descubrió la importancia de las “neuronas espejo”: cuando yo me enfadaba ante una rabieta, ella se bloqueaba aún más. Así que aprendí a ofrecerle mi apoyo y hacerle entender que estaba para lo que necesitara. Ahora, ante una pataleta, trato de entender cuál es la causa y qué necesidad no cubierta tiene mi hijo o mi hija: quizá es cansancio, celos, hambre… o ha tenido un mal día en el colegio y explota en casa con su persona preferida, que es su persona de confianza.
¿Cómo las gestiona? ¿Participa su pareja para solventar la situación?
Trato de mantener el sosiego, vivir la situación tomando conciencia de ella. Me quedo siempre en la misma estancia que el niño, normalmente sentada en el suelo, a su nivel: en primer lugar para que me sienta cerca, y en segundo lugar para evitar que se haga daño. Generalmente, a medida que se va calmando, suele acercarse, buscando el contacto y la seguridad de un abrazo. En cuanto a la intervención de la pareja, es importante que ambas partes sean coherentes, que actúen siguiendo las mismas estrategias. Ser padres no nos convierte en educadores, es necesario acompañar a los hijos en su crecimiento de forma coherente y respetuosa, primando la conexión y el apego seguro.
4. César de la Hoz Pérez, psicopedagogo, mediador y profesor universitario (46 años, 1 hijo)
¿Cuáles son las situaciones que han desencadenado las rabietas de sus hijos?
Cuando quiere algo y no lo puede conseguir. Por ejemplo, le gusta mucho salir a la calle, así que aunque llueve, quiere salir. Te coge de la mano y va directo a la puerta señalando con el dedo o intentando abrirla. Las primeras veces era salir o salir y si no, rabieta. Ahora ya le cuento que llueve (le gusta mucho el agua) y lo entiende, o le digo que hace frío o es tarde y después de explicárselo lo entiende aunque, por supuesto, sigue habiendo parte de exigencia, no desaparece porque tú se lo expliques. Es normal y es bueno que vaya construyendo su carácter.
¿De qué manera se ha enfrentado a esos momentos como padre?
Tiene 17 meses, así que con mucha paciencia y tratando de anticipar y explicar en vez de imponer un criterio. Es importante no decir simplemente “yo soy papá y no se sale”, sino explicarle, señalar por qué (buscar estímulos en la calle para que entienda que no es la hora o no se puede o no es el mejor momento). No tardas más de un minuto en hacerlo. Si hace buen día, salimos. No tiene sentido no salir porque yo no quiera como adulto si hace buen día. Tampoco engañarle contándole una milonga. Forzar la rabieta es un error, es mejor explicar por qué sí y por qué no. Por otro lado, te lo va a pedir de nuevo a los cinco minutos, es normal en caso de los peques. Pues se repite la operación, es lo que tiene educar.
¿Cómo las gestiona? ¿Participa su pareja para solventar la situación?
Una rabieta se puede trabajar a medio plazo, porque suelen repetirse por el mismo motivo, por tanto, lo vas trabajando poco a poco y sin que se imponga un criterio. Como ya entiende bien lo que le dices, con una alternativa y sin utilizar un lenguaje duro, poco a poco va entendiendo que hay cosas que en ese momento se pueden hacer y cosas que no. Por otro lado, es importante reforzar la parte adecuada y socialmente competente, no quedarte en el “no” a secas. A veces funciona y a veces no, pero es crucial no trabajarlo desde la imposición aunque extingamos lo que quiere conseguir y demos una alternativa. Es un proceso a largo plazo. Sí, mi pareja participa y tratamos de hacerlo de la misma forma.
5. Rocío Niebla, periodista experta en crianza (34 años, 2 hijos)
¿Cuáles son las situaciones que han desencadenado las rabietas de sus hijos?
Decirles que no a deseos. Quitarles los dibujos animados cuando estimo que ya llevan tiempo suficiente. Hacerles que ellos hagan sus propias cosas aunque tarden más: vestirse, llevar el desayuno a la mesa, llevar su mochila al cole. Limitarles o controlarles el azúcar.
¿De qué manera se ha enfrentado a esos momentos como madre?
Cuando ellos se enfadan y reaccionan de manera agresiva, yo me enfado. Es así. Si me pilla muy cansada, me enfado con más facilidad. Lo que intento es que pase la situación de su ira, sin cortarles el proceso de rabia, luego los intento calmar, y una vez todo está más tranquilo (yo la primera) pongo palabras a lo que ha pasado. Les digo sobre todo que “nosotros, en esta familia” no pegamos y que ellos tienen que abandonar la violencia. Pero cuidado, no es ni fácil ni siempre consigo no enfadarme.
¿Cómo las gestiona? ¿Participa su pareja para solventar la situación?
Cuando yo no consigo serenarme interviene mi pareja. Y a la inversa lo hacemos también. Nos esforzamos para que confíen en nosotros, no para que nos teman. No nos gusta gritar porque veo miedo en sus ojos, y creo que eso les hace a ellos cada vez más pequeños y a nosotros más grandes. Con lo que las distancias se separan y la confianza y el vínculo se resiente o rompe. En ocasiones, no consigo que se calmen al momento, pero todo pasa. También trato de ponerlos en el rincón de pensar, que tienen ahí libros y cojines, y que se relajen. No hay un manual para gestionar esto, cada situación es diferente, pero lo importante es: amor y firmeza.
6. Miriam Escacena, guía Montessori y docente (44 años, 2 hijos)
¿Cuáles son las situaciones que han desencadenado las rabietas de sus hijos?
Una rabieta se puede desatar en situaciones del día a día en las que las cosas no han sucedido como ellos esperaban, por ejemplo, cuando se les responde con un “no” a una petición, como puede ser la de comprarles una chuche para merendar o quedarse más tiempo en el parque… Es curioso que a los padres no nos suelen pillar en buen momento, ¿quién de nosotros no tiene la imagen de su hijo pataleando en el suelo del supermercado y todo el mundo alrededor mirándonos con cara de desaprobación? Es como la ley de Murphy, si se cae la tostada, lo hará por el lado de la mermelada, así que tomémoslo con el mejor humor posible porque pasar va a pasar, y más de una vez.
¿De qué manera se ha enfrentado a esos momentos como madre?
En momentos en los que siento que mis hijos me retan o me plantean una lucha de poder intento acordarme del personaje lleno de fuego que representa la ira en la película de animación Del revés, y por lo menos saco una sonrisa intentando ver la situación desde fuera. Cuando me ocurre con mi hijo pequeño, trato de respirar y de recordar que yo soy la adulta y que tengo que regularme yo para poder regularle a él. Cuando me pasa con mi adolescente mayor me repito una y otra vez: “No es contra mí, es su cerebro”, como dice Sara Desirée Ruiz. Soy consciente de la teoría, y sé muy bien que si como adultos reaccionamos con enfado o ira ante una explosión emocional de nuestros hijos lo que va a pasar es que nos contagiemos mutuamente estas emociones a través de las neuronas espejo y acabe siendo todo un despropósito.
¿Cómo las gestiona? ¿Participa su pareja para solventar la situación?
Intento recordar siempre que un niño pequeño no puede autorregularse, y que para calmar la tempestad primero me tengo que tranquilizar yo. A veces, tengo que recurrir al famoso tiempo fuera para mí. Los expertos dicen que una emoción no dura más de 90 segundos, así que si tengo a otro adulto cerca (pocas ocasiones porque yo crío sola), trato de pedir ayuda y decirles a ellos “mamá va a ir al baño para calmarse un momento”, contar hasta 100, respirar, y salir con ganas de empatizar y ayudar. Por último, quiero compartir mi pequeña checklist en caso de SOS: intentar dirigir la atención a otra cosa, reconectar, buscar el humor riéndome de mí misma, ofrecer un abrazo, hacer unas cosquillas o dejar que me las hagan a mí a ver quién aguanta más sin reír… (esto último suele funcionar siempre).
7. Rafa Guerrero, psicoterapeuta, director de Darwin Psicólogos (42 años, 2 hijos)
¿Cuáles son las situaciones que han desencadenado las rabietas de sus hijos?
Generalmente, en casa las rabietas estallan cuando se les dice que “no” a algo, se pone algún límite o cuando estamos cansados y/o hambrientos. Las rabietas son más frecuentes, intensas y duraderas cuando alguno o varios miembros de la familia no estamos bien ni en calma.
¿De qué manera se ha enfrentado a esos momentos como padre?
Trato de enfrentarme a las rabietas de mis hijos con la mayor calma posible, aunque no siempre es así. Entenderlas como un reto y una oportunidad de aprendizaje es muy atractivo. No siempre las gestiono bien, porque no siempre tengo buenos días y no soy capaz de estar en equilibrio como para proponerme ayudar a mis hijos.
¿Cómo las gestiona? ¿Participa su pareja para solventar la situación?
La gestión efectiva de la rabieta o el conflicto depende mucho de los adultos. Si nosotros estamos descansados, calmados y actuamos con seguridad es más probable que tranquilicemos a nuestro hijo. Desde luego, no todos los días son así de estupendos. Una de las variables que también ayuda mucho a amortiguar la rabieta en los más peques es si disponemos de tiempo para acompañarles en ese mal trago que están pasando o, por el contrario, vamos con prisa porque llegamos tarde al colegio y al trabajo. Si no tenemos prisa, sentarme todo lo cerca que me permite mi hijo para que se sienta acompañado suele aliviar mucho la situación. Los niños se calman con nuestra sola presencia. Mi mujer tiene un papel fundamental en la gestión de estas situaciones. Debemos actuar como un equipo. Cuando uno no puede más o se le ha acabado la paciencia o los recursos, es imprescindible pedir el cambio a nuestra pareja.
8. Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres (41 años, 3 hijas)
¿Cuáles son las situaciones que han desencadenado las rabietas de sus hijos?
Son momentos que generan mucha tensión cuando no sabes cómo enfrentarte a ellas. Se producen de la nada, por algo que no les das o porque no pueden hacer algo. Como en todo en la vida, la experiencia es un grado, pero no solo porque aprendas cómo hacerlo, sino por la actitud con la que te enfrentas a esas situaciones. Creo que llegamos a la primera maternidad sin saber por dónde nos viene el aire y eso nos lleva a la frustración y a la desesperación. A culpabilizarnos demasiado. Pero como te importa y ser madre es un trabajo complicado, demasiado a veces, con poco reconocimiento social, que necesita de mucho tiempo, intentas aprender a gestionarlo, buscas herramientas o pides ayuda.
¿De qué manera se ha enfrentado a esos momentos como madre?
Tengo la gran fortuna de rodearme de expertos y expertas maravillosas como Alejandra Melus, Sonia López o Rafael Guerrero, entre otras, que me han enseñado a entender más y mejor a mis hijas, a trabajar la paciencia, la escucha activa y acompañar las emociones. Ahora me enfrento de otra manera, desde otro lugar, a las rabietas de mi tercera hija. Soy más compasiva conmigo misma, me recuerdo que lo estoy haciendo bien y que no soy una mala madre por perder la paciencia o gritar cuando no puedo más. Hay que bajar la autoexigencia, seguir recordándonos que no somos perfectas. Porque seguramente ese día que te cuesta gestionar esos momentos difíciles no has tenido un buen día, has conciliado como podías… Las madres soportamos mucha carga y nos han engañado con la idea del “tiempo de calidad”.
¿Cómo las gestiona? ¿Participa su pareja para solventar la situación?
Si no estás bien, afecta a todo, a las relaciones con las personas y también con tus hijas. Hablar con ellas, mostrarme vulnerable, contarles cómo me siento es importante también. No puedo gestionar sus emociones si primero no trabajo las mías. Y, por último, algo que me preocupa mucho y que hemos analizado en nuestra última campaña No eres menos madre, es lo juzgadas que nos sentimos, hagamos lo que hagamos. Vivir una rabieta con ojos acusadores de familiares o amigos es duro, todo el mundo tiene la solución perfecta y te hacen sentir una mala madre, poniendo en duda cómo lo estás haciendo. Las madres necesitamos más respeto, más empatía y más ayuda activa. En mi caso, somos una pareja corresponsable, donde la gestión de las emociones la compartimos. El reparto de tareas es importante, tanto las visibles como las invisibles. En estas últimas entra la educación y la gestión de las emociones.
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