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crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Te sientes representado por los padres de los dibujos animados?

Tras toda una vida consumiendo series de animación, me he dado cuenta de que el modelo de paternidad que aparece está condicionando cómo nos ven nuestros hijos. Muchas insinúan que mamá es la que organiza bien las cosas y papá, el tontito al que se convence con dos carantoñas

Bluey
Martín Piñol

Si te pones a ver dibujos animados con tus hijos, te tocará ver tantas veces el mismo capítulo que al final te lo sabrás de memoria. Y según lo amplia que sea tu prole, y los gustos de ficción que tengan, volverás a ver esos capítulos horrendos una y otra vez con cada nueva criatura. Y a veces escucharás a tu hijo mayor, el visionador original, gritar muy indignado: “Quitad eso, que es un rollo”, el mismo rollo que tanto había pedido él en su época. Mientras muchos alumnos se gastan un pastizal en máster de guion para aprender cómo funciona la ficción televisiva, cualquier padre con horas de sofá paternal lo absorberá gratuitamente. Porque después de tragarte una misma serie tantas veces y con tanto aburrimiento, al final, le acabas viendo el esqueleto y cómo funciona.

Tras toda una vida consumiendo series de animación, primero como niño (con títulos tan longevos como Los Simpson, que han crecido con nosotros y aún tienen vidilla para rato), después como padre primerizo y ahora ya como progenitor de dos, me he dado cuenta de que el modelo de paternidad que aparece también está condicionando cómo nos ven nuestros hijos. De entrada, en muchos títulos no aparecen los adultos, porque eso siempre es un freno lógico a las aventuras que corren los protagonistas infantiles. Muy cortos serían los capítulos si a los tres minutos de emisión los progenitores le dicen al niño protagonista intrépido: “Oye, deja de investigar, entrenar con tus poderes o salvar el universo y ponte a dormir, que mañana toca cole y después no hay quien te levante”. Con este punto de partida, los críos espectadores ya asocian de alguna manera que sin padres hay aventura… y que con ellos solo hay normas y aburrimiento.

Pero centrémonos en aquellos que sí aparecen. En mayor o menor grado, los de las series de dibujos animados son padres un poco inútiles, un poco tontorrones, un poco infantiles, que a veces rivalizan con sus hijos en comportamientos pueriles. Por el contrario, casi todas las madres de animación son disciplinadas, atentas, trabajadoras, incansables… Como guionista sé que los personajes sensatos, organizados y cariñosos no generan tanto conflicto televisivo como los caóticos inmaduros, y entonces cuesta escribir historias trepidantes o graciosas con giros de guion. Y otro apunte que también interesa mucho en televisión: sin conflicto te salen menos episodios por temporada (o mucho más aburridos) y no se amortiza tanto el producto.

Si miramos ejemplos conocidos, cualquier niño o niña estudiosa tenía a Lisa Simpson como modelo en el que reflejarse, pero padre atento y amoroso solo estaba Ned Flanders.

Usando este modelo de personajes opuestos, en general se le está insinuando a los niños desde pequeños que mamá es la que organiza bien las cosas, la que educa de manera correcta y conoce las respuestas de todo. Y, por el contrario, papá es el tontito al que puedes convencer con dos carantoñas para que se salte las normas o te permita caprichos que no son saludables. Como saben todos los colectivos que llevan años peleando por ser representados en la ficción (y mira aún en pleno siglo XXI las polémicas que surgen por un elfo o una sirenita negros en rodajes con actores de carne y hueso), lo que no se ve o no se cuenta parece que no existe.

Nadie duda de que la mayoría de las madres son el pilar de la crianza y cargan con un peso organizativo enorme, la famosa carga mental. Pero de la misma manera tampoco podemos ignorar que padres eficientes, presentes y dedicados hay unos cuantos. Y quizá habría muchos más si desde pequeños hubiéramos tenido figuras aspiracionales en las historias que hemos consumido en tantísimas horas frente a la tele. Si miramos ejemplos conocidos por todo el mundo, cualquier niño o niña estudiosa tenía a Lisa Simpson como modelo en el que reflejarse, pero padre atento y amoroso solo estaba Ned Flanders, del que se reían en cada capítulo. ¿Era Homer un retrato exagerado, una crítica al padre americano, o simplemente la representación de un modelo de crianza que ya está superado o en vías de superación?

Peppa Pig y su familia.

Peppa Pig es mucho más reciente, y Papá Pig es tierno, sí, pero también un patán. Por suerte, eso ha ido cambiando en los últimos años. Por ejemplo, en otro gran éxito incontestable a nivel global, Bluey nos muestra una familia harmónica y compenetrada, mucho más real que algunas sitcoms realistas donde siempre hay adultos comprensivos y cariñosos y al final todo son abrazos y reconciliaciones. Las sensibilidades cambian, pero como en los catálogos de cadenas y plataformas conviven series infantiles de años muy distintos, el contraste se nota mucho más cuando los visionas en el mismo día. Sé que solo he expuesto tres títulos emblemáticos que representan una época, pero que son universalmente conocidos, y seguro que buscando mucho más encontraríamos modelos que rompen el esquema. Pero esto no es una tesis doctoral sobre la animación infantil, sino una columna que tiene una pregunta para ti: ¿te sientes representado por los padres animados?

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Sobre la firma

Martín Piñol
Escritor, humorista, guionista de televisión y profesor de escritura y comedia. Autor de 35 libros, varios de ellos premiados y traducidos, escribe como colaborador en la sección Mamás&Papás de EL PAÍS desde 2016. En lo relativo a la crianza, no es ni pediatra ni psicólogo ni experto en nada, pero tiene dos hijos y se fija mucho.
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