¿Es positivo recompensar a los hijos por sacar buenas notas?
La estrategia de dar premios materiales por calificaciones escolares altas no convence a las expertas, que abogan por poner el foco en el proceso y celebrar los logros académicos con experiencias inmateriales


“Venga, si sacas más de un ocho de media en las notas de este trimestre te regalo la Play”. Esta puede ser una de las promesas que hagan algunos padres a su hijo como motivación para que estudie y saque las mejores calificaciones posibles. Sin embargo, ¿ofrecer recompensas materiales a cambio de aprobados es un método positivo para fomentar el estudio o puede producir cierta dependencia y que los hijos solo estudien si al final hay premio?
“A los niños sí que les ayuda sentir que sus logros son valorados, pero la clave está en cómo lo hacemos”, afirma la psicóloga Irene López. “Lo más saludable suele ser que demos y regalemos palabras de apoyo, gestos de cariño o compartir tiempo especial con ellos. Los refuerzos emocionales siempre van a transmitir interés y no van a generar la dependencia que puede provocar el premio material en sí, por ejemplo”, añade la también directora del centro anda CONMiGO, especializado en atención y estimulación temprana, retraso madurativo y TEA (Trastorno del Espectro Autista).
La experta, además, pone el foco en que hay que buscar un equilibrio a la hora de motivar a los niños y adolescentes en el estudio. “Si le acostumbramos a que siempre haya un regalo material por cada logro, vamos a tener el riesgo de sufrir que su motivación se vuelva dependiente a una recompensa externa. Pero si lo llevamos a que estudie por una motivación intrínseca, vamos a ayudarle a que ese esfuerzo esté recompensado siempre”, explica.
La pedagoga Cindy Peñalver, autora del libro Mariposas en el cole (Duomo Ediciones, 2025), ofrece un punto de vista mucho más tajante a esta práctica: “Lo desaconsejo completamente. Creo que puede tener consecuencias poco visibles en el desarrollo emocional, relacional o incluso cognitivo. Toda persona responsable de la infancia debería tener como objetivo principal crear habilidades de vida que le ayuden a lo largo de la etapa adulta, también a ser autónomos, tener una buena autoestima y huir de ese refuerzo extrínseco”. Y recalca: “Cuando el foco está en el premio, eso genera a la larga menos curiosidad, menos iniciativa y mucha más dependencia del estímulo”.
Respecto a la diferencia entre fomentar la motivación extrínseca de la intrínseca, Peñalver lo tiene claro: “Para mí, es dónde ponemos el foco: en el resultado o en el proceso. En la motivación externa, hago las cosas para buscar el reconocimiento de otros; en la interna, es el criterio propio de saber de dónde viene el querer hacer lo que hago”. Para la pedagoga, como padres, hay que evitar la manipulación emocional, aunque sea de manera involuntaria. “Hay que evitar frases como: estoy contento, triste u orgulloso de ti. Es mejor averiguar cómo están ellos con lo que han conseguido: ¿Qué ha sido lo más interesante del proceso? ¿Qué es lo que más te ha costado?”.

¿Y qué pasa cuando, por ejemplo, dos estudiantes sacan notas similares, pero no reciben las mismas recompensas? “Si un niño no percibe que su esfuerzo no está siendo valorado, y el de otros compañeros sí, puede afectar a su autoestima. Si destacamos a algún alumno o hijo en el ámbito académico, a otro lo podemos valorar en otros logros que tenga en su vida. La idea general es que cada uno sienta que cualquiera de sus avances se vean reconocidos”, aconseja Peñalver.
Para los padres, la idea de ofrecer premios a sus hijos por sacar buenas notas no debe ser algo continuo: “A mi hija no la he premiado marcándole un objetivo, sino que lo hemos hecho con cosas que ya venían de antes. Por ejemplo, tenemos la costumbre de darle propina. Pues si ha conseguido buenas notas, la propina va a ser más. O algo así como: ‘Vamos a celebrar esas calificaciones con ir a ver una película al cine’. Le premiamos, pero sin exageración y sin prometerle nada antes. Como no es nada del otro mundo, no lo tienen como su motivación 100%”, comenta David Ruiz, padre de una niña de 10 años. Además, considera que está en alerta al evitar que la entrega constante de premios repercuta en una dependencia de su hija: “Sí que me preocupa, así que primero le digo que tiene que hacer su trabajo, y, si luego saca buenas notas, ya veremos”. “Alguna vez sí que premio a mi hijo, pero no es lo normal. Si ha mostrado interés y se ha esforzado, a veces le doy gominolas. Pero no lo hago siempre para evitar que tenga dependencia. No quiero que me diga: ‘Si hago algo bien, ¿tengo premio?’. No. Es algo que me genera cierta inquietud”, expresa, por su parte, Pablo Díaz, respecto a su hijo de seis años.
Otra manera de verlo es la de José Manuel Val, de 48 años: “Sí que he premiado a mis hijos cuando han sacado buenas notas. Les digo normalmente que elijan algún regalo, que sea factible o asequible. Pero no creo que estos reconocimientos les motiven más para estudiar, es solo un premio por sus buenas notas. Este método no les ha generado ningún tipo de dependencia. Saben que su misión es estudiar y sacar buenas notas”.

Uno de los aspectos más importantes a la hora de motivar a los niños en el interés del estudio es “poner el foco en los avances personales, y que valoren el esfuerzo sostenido que tienen los niños, y no solo el resultado final”, indica López. Y añade: “si hay perseverancia, se le premian pequeños avances y no solo el resultado final, tanto en el ámbito académico como a lo largo de todo su desarrollo, vamos a tener una buena base de autoestima y crecimiento personal”. Es un punto de vista que también comparte Peñalver, al destacar no solo los resultados, sino también las cualidades personales de cada uno: “Hay que poner el foco en la curiosidad natural. Si yo te pregunto qué te supone todo este esfuerzo o cómo podrías hacerlo otra vez para tener un resultado diferente, lleva a una reflexión y a tener niños más resilientes con un pensamiento crítico. El aprendizaje real no siempre se refleja en un número”.
Entre las alternativas al premio por una buena nota, Peñalver ofrece varias: “Considero que hay que valorar el esfuerzo, reforzar la curiosidad personal, hacerles preguntas para que lo que están estudiando cobre sentido, que no se quede solo en una nota de un examen. Vale más un reconocimiento emocional que un regalo material para el cerebro”. Además, señala, que hay que promover la autonomía porque fortalece mucho la motivación intrínseca: “Dar espacio a que se organicen sus estudios; aceptar el error en casa, porque el error es aprendizaje”. Y para celebrar el resultado, Peñalver, en vez de un premio, propone hacer una celebración en familia con experiencias.
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