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Consejos para acompañar a nuestros hijos adolescentes en sus estudios de la ESO

Dos pistas: no vale ni castigar ni hacer los deberes por ellos; y sí apoyarles, respetarles y ayudarles a que sean autónomos

Un chaval estudia en su casa.
Un chaval estudia en su casa.Unsplash

Tener un hijo o hija en la ESO no es tarea fácil para los padres. Para empezar, porque están en plena adolescencia, etapa convulsa en la que no siempre es fácil comunicarse con ellos. Para seguir, porque hasta ese momento no han tenido que enfrentarse al estudio como lo que es: una responsabilidad que depende en gran medida de su capacidad organizativa. Y precisamente organización es lo que menos suelen tener en su cabeza, más bien tendente al caos en esa época.

Pero es que además no hay que olvidar que, como dice Ana Couto, pedagoga y coach educativa con más de cinco años de experiencia acompañando adolescentes en sus estudios, “queramos reconocerlo o no, estudiar es aburrido, y lo normal es que lo hagan cuando ya no les queda más remedio”. En efecto, ese es uno de los principales problemas de los chavales cuando estudian: dejarlo todo para el último momento. “Es muy difícil para un adolescente anticiparse antes de tener marcada una fecha de examen”, asegura Couto, quien añade que simplemente hay que enseñarles a hacerlo.

El otro gran hándicap que tienen los adolescentes a la hora de estudiar es que “solo repiten lo que viene en el libro o les han dictado en clase. Nadie les ha enseñado a hacer bien un esquema, a extraer la información más importante, a estructurarla y reflexionar sobre lo que están leyendo”. Al tener la base del estudio en la memorización sin saber a menudo lo que significa, “van inseguros al examen y, con un poco de nervios, tienen más posibilidad de olvidar parte de lo estudiado”.

Aunque también puede pasar lo contrario, que tampoco favorece los buenos resultados. Lo cuenta Aitor Álvarez Bardón, director del Máster en Neuropsicología y Educación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR): “Últimamente se ha insistido mucho en la necesidad de comprender los contenidos teóricos para que estos se conviertan en algo aplicable y útil para la vida diaria, pero es importante que junto a la comprensión de los contenidos haya una memorización de los mismos”. Lo que parece evidente es que los chicos llegan a esta etapa académica sin conocer técnicas de estudio, lo que les dificulta enfrentarse al libro.

Un buen proceso para un buen resultado

Estas situaciones, que generalmente van acompañadas de resultados académicos mediocres, si no malos, sulfuran a los padres, que no siempre entendemos que nuestros hijos, como dice Álvarez Bardón, “son como son, no como los padres quieren que sean”. Y aunque lo hacemos con buena intención, a juzgar por Couto, y desde el cariño, a menudo no acertamos. “El deseo de que los resultados sean buenos, muchas veces, son a costa de que el proceso sea de cualquier manera”. Couto se refiere al exceso de presión para que se pongan las pilas, incluyendo castigos y premios. “Funciona mejor dejar que se autorregulen, que se sientan orgullosos de su trabajo fomentando así una motivación interna”.

Pero también se refiere al acompañamiento erróneo, el del progenitor que más que acompañar, le sustituye. A veces los padres nos implicamos tanto en sus responsabilidades que les llevamos la agenda, les hacemos los esquemas, nos sentamos a su lado mientras estudian y les tomamos la lección después. No es una buena idea porque, “de esta forma cada vez se incapacitan más, se vuelven más dependientes de que alguien les organice o les enfoque lo que tienen que hacer”, afirma la pedagoga y coach, para quien es mejor enseñarles a hacer el resumen que hacérselo.

Tenemos claro que ni presionar en exceso ni estar demasiado encima es adecuado. Pero entonces, ¿cómo debemos hacerlo? En efecto, a veces los padres también necesitamos una orientación. Como punto de partida, Ana Couto apuesta por tomar distancia, porque no son nuestras notas, ni es nuestra responsabilidad: “Sobre todo las madres se culpabilizan si los chavales sacan malas notas. Debemos tener claro que sus suspensos no se deben a que fallemos como padres”. De hecho, recordarles que nosotros ya hemos pasado esa etapa “les deja a los adolescentes más espacio para responsabilizarse de sus cosas y de su estudio. Que tomen sus propias decisiones sobre lo que quieren”.

El lenguaje que utilizamos es importante

Por otro lado, deben buscar el método de estudio que mejor les vaya y el horario en el que consigan mayor concentración probando y errando: “A veces lleva días ajustarse bien”. Y plantearles las cuestiones con mano izquierda, sin imposiciones. Couto nos pone un ejemplo muy sencillo: “Recomiendo sustituir el ‘termina de comer y ponte a estudiar para aprovechar mejor la tarde’, por ‘¿a qué hora vas a empezar hoy y cuánto tiempo vas a necesitar?’, para evitar que se sientan presionados y, de paso, aprendan a organizarse”. Y ante sus errores, cambiar el ‘hoy te quedas sin consola porque ayer no estudiaste lo que debías?, por ‘¿cómo te vas a organizar hoy para terminar a tiempo?’.

No se nos puede olvidar la etapa en la que están, sí esa en la que necesitan distanciarse de nosotros para desarrollarse como personas. Aitor Álvarez Bardón da en el clavo: “Mostrar acercamiento y confianza es muy importante a pesar de que a veces no sea aparentemente correspondida. Incluso ante los problemas, es importante mantener una buena estructura de normas y de exigencias, pero siempre con cercanía, afecto y confianza en las posibilidades de los hijos”. Esa es otra de las claves: el respeto por sus intereses, su personalidad y, por qué no, sus limitaciones y, por supuesto, sus potencialidades.

Recomendaciones básicas para ayudarles

Seguir estos consejos planteados por Álvarez Bardón no garantiza que el chaval o chavala saque sobresalientes en todas las asignaturas, pero sí ayudará a que el clima de convivencia sea menos tenso y, con ello, la presión sobre progenitores y estudiantes deje paso a la autonomía que, al fin y al cabo, es de lo que se trata.

  1. Conocer el entorno escolar del alumno, “en qué clase estudia, saber quiénes son sus compañeros y profesores, sus intereses y necesidades. Y, por supuesto, acudir a las reuniones del centro”.
  2. Apoyar la escuela. “A pesar de que la labor educativa como tal es responsabilidad de los padres, el papel de la escuela es fundamental. Se deben apoyar las medidas que establezca y procurar que haya una constante relación entre ambos estamentos”.
  3. No focalizar todo en el estudio y no castigar haciendo deberes, que no hace sino “negativizar el trabajo y el esfuerzo, pues no se percibe como una oportunidad de crecimiento, sino como una imposición que puede ser rechazada”.
  4. Premiar el esfuerzo, la dedicación, la constancia y el interés más que los resultados, puesto que cada estudiante es distinto y es fundamental “respetar la diversidad”.

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