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Así lograron Trump y sus emisarios un acuerdo entre Israel y Hamás sobre el principio del fin de la guerra en Gaza

El presidente dio autonomía a su yerno, Jared Kushner, y a Steve Witkoff en una negociación que incluyó tácticas más propias de los negocios de familia que de la diplomacia internacional

Iker Seisdedos

Para Jared Kushner, yerno de Donald Trump, y el enviado de la Casa Blanca a Oriente Próximo, Steve Witkoff, el jueves empezó de madrugada en la ciudad de vacaciones de Sharm el Sheij, en Egipto, y terminó en Jerusalén, entre los aplausos del Gabinete del primer ministro Benjamín Netanyahu. Ambos tiburones inmobiliarios habían pasado los días anteriores dándole vueltas a un papel con los términos del acuerdo entre Israel y Hamás sobre la primera fase del plan de paz de Trump para Gaza: canje de rehenes por prisioneros palestinos, repliegue de las tropas israelíes hasta la mitad de la Franja y la entrada de ayuda humanitaria. Si nada se tuerce en una región en la que las cosas tienden a torcerse, ese folio podría significar el final de una guerra cuya devastación cuenta con pocos precedentes en la historia reciente y que ha matado a más de 67.000 palestinos.

Mientras los teléfonos de Witkoff y Kushner echaban humo a miles de kilómetros de distancia con tretas más propias de los negocios de familia que de la diplomacia internacional, Trump, el Negociador en Jefe, esperaba las noticias en la Casa Blanca. Se las dio Marco Rubio con otro papelito que también quedará para el recuerdo. Se lo deslizó en mitad de una mesa redonda con influencers de extrema derecha en la que a ratos al presidente se le cerraban los ojos, que abrió de par en par cuando leyó el siguiente mensaje: “[Acuerdo] Muy cerca. Necesitamos que apruebes un mensaje en Truth Social pronto, para que puedas ser el que anuncie el alto el fuego”. Después, Rubio le susurró algo al oído.

Al rato, Trump anunció en su red social un pacto que hace unas semanas parecía impensable. ¿Cuántas semanas? En la Casa Blanca sostienen que el punto de inflexión lo marcó el bombardeo israelí que asesinó el 9 de septiembre a varios líderes de Hamás en Doha, capital de Qatar, aliado de Washington, y del que no fue avisado previamente Estados Unidos.

Eso generó ansiedad entre otros países árabes, que temieron que podían ser los siguientes, según explicaron altos funcionarios de la Casa Blanca que, amparados en el anonimato, ofrecieron detalles sobre las negociaciones a los periodistas de Washington. Aquello también hizo que Trump, tras meses de dar carta blanca a Netanyahu en su despiadada campaña en Gaza, y de planes tan descabellados (y brutales) como el de convertir la Franja en “la Riviera de Oriente Próximo”, endureciera su postura con el viejo aliado.

Otra fecha crucial llegó justo dos semanas después, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas. A esa cita, en Nueva York, llegaron Kushner y Witkoff con un plan de 20 puntos favorable a Israel. En ese primer borrador ya quedaban fuera las ideas de expulsar a los palestinos ​​de Gaza y de dar a Israel el Gobierno de la Franja, lo que facilitó que los países árabes pudieran presionar a Hamás para negociar con la promesa de un camino hacia la solución de los dos Estados. Para redactarlo, Kushner y Witkoff partieron de otras propuestas previas, como la que en agosto pasado planteó el intercambio de 10 de los 48 rehenes israelíes que aún obran en poder de Hamás (20 de los cuales se cree que están con vida), y cuya liberación está prevista para este lunes o martes.

Ese primer documento lo pulieron con el primer ministro catarí, Mohamed bin Abdulrahman Al Thani, y después, en consultas con otros países árabes. El resultado de esos ajustes, que Kushner y Witkoff ultimaron durante el fin de semana previo en un hotel en Nueva York, fue el documento sobre el que Trump hizo una presentación a los líderes de países musulmanes en el marco de la Asamblea, poco después de que el presidente de Estados Unidos ofreciera un discurso airado contra los principios del multilateralismo que puso patas arriba la ONU. Luego, Trump les diría a los suyos que aquella reunión fue la más importante de una (otra) jornada intensa, durante la que se acordó que la siguiente cita sería en Sharm el Sheij y que las conversaciones darían protagonismo a la mediación de Qatar, Egipto y Turquía.

El plan también contemplaba la idea de forzar una llamada de disculpa de Netanyahu a Al Thani por el bombardeo en Doha. El primer ministro israelí pasó por ese trago el lunes siguiente, durante su cuarta visita a la Casa Blanca desde que Trump la ocupa por segunda vez. La conversación telefónica la inmortalizó el fotógrafo oficial como parte de un álbum de 70 imágenes sobre la visita.

Las seis que retratan la llamada son en blanco y negro, tal vez para subrayar la gravedad que Trump quiso imprimirle a la reprimenda por un bombardeo que hasta el momento ha tenido dos réplicas: la firma de un insólito decreto por el que el presidente comprometió a su país en la defensa de Qatar, y, este viernes, el anuncio sin precedentes, hecho por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, de que Estados Unidos permitirá al emirato construir una instalación aérea en la base militar de Mountain Home, en Idaho.

Kushner y Witkoff llegaron el martes pasado a la mesa de negociación en Egipto cuando los equipos técnicos ya habían hecho parte del trabajo, pero aún a tiempo para separar el plan de paz en dos fases claras, según los citados altos funcionarios de la Casa Blanca que, en su llamada con periodistas, se apresuraron a subrayar que “aún hay muchas cosas que pueden salir mal” en el camino hacia la paz.

Desde el viernes anterior, ambos habían seguido las conversaciones desde la mansión de uno de ellos en una de las zonas más exclusivas de Miami: la fortuna de Witkoff, amasada en el mundo inmobiliario, asciende a los 2.000 millones de dólares, mientras que Kushner, de 44 años, entró en septiembre, según Forbes, en el club de los milmillonarios. Gracias, precisamente, a su proximidad con Trump y a sus suculentos negocios de su firma de inversión en Oriente Próximo. Como no es empleado del Gobierno (ni ha cobrado por la mediación de estos días) no está obligado a desvelar qué sacará en claro de sus esfuerzos.

Empezaron hace meses con sus conversaciones con el ex primer ministro británico, Tony Blair, con el que Trump cuenta para el futuro de Gaza. Blair asistió a una reunión a finales de agosto en la Casa Blanca en la que, según The Atlantic, el presidente de Estados Unidos preguntó: “¿Acaso los palestinos no han sufrido bastante?“.

La primera fase, acordada este miércoles, cumple con los puntos 3, 4, 5 y 7 de los 20 del documento original. “Separar la liberación de los rehenes y el canje por [unos 2.000] presos palestinos simplificó mucho las cosas”, añaden las fuentes del Gobierno estadounidense. “Quedan pendientes otros asuntos como la entrega de armas, los detalles del Gobierno “tecnocrático y apolítico” previsto para Gaza, cómo se replegará el ejército israelí y cuáles serán los mecanismos de control para asegurarse de que esto último sucede realmente.

El arte del trato

Todo indica que los emisarios de Trump aplicaron una de las reglas de oro de su libro más famoso, El arte de la negociación (1987): lo primero es asegurarse el pacto; ya caerán después los detalles. Según los negociadores de la Casa Blanca, el presidente “volvió a demostrar su atrevimiento” y su capacidad para “tomar decisiones valientes” y estuvo en todo momento encima de las discusiones, “listo para hablar con los mediadores” y para “contestar llamadas a cualquier hora del día”, en ocasiones, como el miércoles, “repetidas veces al día”. También dio plena autonomía a su aliado en la región, un empresario metido a diplomático, y a su yerno. Este enfocó sus esfuerzos en Oriente Próximo durante la primera presidencia de su suegro, que acabó con la firma de los Acuerdos de Abraham, que sirvieron para formalizar las relaciones diplomáticas entre Israel y tres países árabes.

La llamada definitiva a Trump llegó pasadas las dos de la madrugada del jueves en Egipto (final de la tarde del miércoles en Washington). Fue entonces cuando Kushner y Witkoff le dijeron que el acuerdo estaba “listo para ser comunicado”. “Para ellos, fue crucial darse cuenta de que Hamás quería llegar a un pacto, que veían a los rehenes menos como un activo y más como un lastre que estaba degradando su capital exterior”, según indican las fuentes del Gobierno de Estados Unidos.

En cuanto a Trump, el presidente mandó otro mensaje a los mediadores árabes, y, a través de ellos, a Hamás: su plan de paz de 20 puntos era “importante” y no iba a dejar que pasara sin ser aprobado lo que considera, en su clásico estilo hiperbólico, “el mayor logro diplomático en décadas”. “Quería que se concretara”, insisten los altos funcionarios de la Casa Blanca. “Quería acabar con la masacre. Y quería que ambas partes comprendieran que él se iba a encargar de imponer una buena conducta que venciera las desconfianzas lógicas”.

Cuando el acuerdo estaba firmado y pendiente de su ratificación, Witkoff y Kushner volaron de El Cairo, donde se vieron con el presidente Abdel Fattah al Sisi, a Israel, y hubo más reuniones: con el presidente Isaac Herzog, y con Netanyahu y el gabinete que los recibió con aplausos.

Eso fue antes de que el ministro ultra Itamar Ben-Gvir se encarara con ambos para decirles, según The Atlantic, que traían un acuerdo que ellos no habrían querido para su país, a lo que Witkoff le respondió, en otra confusión entre lo personal y lo político, que él había aprendido a perdonar al traficante que vendió a su hijo el opiáceo que lo mató de una sobredosis. Tras la votación, el pacto quedó ratificado dos años y dos días después del ataque en suelo israelí en el que Hamás asesinó a 1250 personas y secuestró a otras 251.

¿Qué vendrá después de que los últimos rehenes, los vivos y los muertos, regresen a casa? Nadie puede saberlo. Lo que sí está claro es que de ello dependerá que el éxito diplomático que Trump se apuntó esta semana signifique un antes y un después en Oriente Próximo o que pase a la historia como un simple parpadeo en una guerra de dos años y un conflicto de siglos. Impaciente, el presidente de Estados Unidos ya reclama un premio Nobel de la Paz que lo esquivó una vez más el viernes. De todo ello también dependerá su suerte en Oslo el año que viene.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal jefe de EL PAÍS en EE UU. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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