Xi Jinping regresa a Europa cinco años después
El mandatario chino, que arranca un viaje oficial por Francia, Hungría y Serbia, aterriza en un continente en el que la pandemia y la invasión rusa de Ucrania han enturbiado las relaciones entre Bruselas y Pekín
Cinco años después, el presidente chino, Xi Jinping, regresa de visita oficial a Europa. Pero, al volver, ya casi nada es como era entonces: primero, la pandemia, y después, la invasión rusa de Ucrania, han cambiado las fuerzas gravitatorias de la geopolítica y creado una sima en las relaciones económicas y diplomáticas entre Pekín y Occidente. El viaje arranca este domingo con la llegada de Xi a Francia, la parada central de una gira que lo llevará después a Hungría y Serbia, “con diferencia los dos mayores aliados de China en Europa”, en palabras de una fuente diplomática en Pekín. Se espera en cualquier caso que el presidente francés, Emmanuel Macron, acoja al mandatario asiático con gestos de cercanía y tono moderado, algo que analistas chinos interpretan como una Unión Europea con dos rostros. La invitación cursada por el Elíseo se encuadra en las celebraciones del 60 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, y responde a la visita de Estado de Macron a China hace un año. En el encuentro, de “significado histórico”, según Pekín, se prevé que el galo busque una vez más convencer a Xi de que use su influencia sobre Rusia para frenar la agresión a Ucrania; se hablará de Gaza y también de desequilibrios comerciales, otro de los grandes frentes que tensan los lazos con el gigante asiático.
Xi desembarca en el viejo continente con las relaciones con Estados Unidos en fase de estabilización, tras haber rozado mínimos en décadas, aunque la entente parece aún sostenerse sobre palillos. El líder chino tratará de aprovechar el encuentro con Macron para persuadir a uno de los principales líderes de la Unión Europea de que Bruselas rebaje su política de “reducción de riesgos” frente a China. También animará a París “a mantener la autonomía estratégica y la apertura en la cooperación” y buscará conducir a Europa “a formarse una opinión más independiente, objetiva y amistosa sobre China”, según dijo esta semana Lu Shaye, el embajador chino en Francia, en una comparecencia en París. Estos conceptos suelen ser interpretados como un intento de Pekín por abrir una brecha entre la política exterior europea y la de Estados Unidos. Desde el estallido de la guerra en Ucrania, los lazos entre las dos orillas del Atlántico han recuperado el lustre perdido en la era de Donald Trump en la Casa Blanca. Pero su posible regreso planea ya como una sombra y ha desatado las alarmas en las capitales europeas.
De los líderes europeos, Macron quizá sea quien más alto haya expresado la necesidad de apostar por esa autonomía, aunque en el saco también entra Pekín: “Atrás quedaron los días en que Europa compraba su energía y fertilizantes a Rusia, externalizaba su producción a China y delegaba su seguridad en Estados Unidos”, dijo el galo en un encendido discurso en la Sorbona la semana pasada en el que advirtió de la necesidad del despertar geopolítico de la UE. “Nuestra Europa es hoy mortal. Puede morir”.
Para los expertos del centro de análisis Trivium China, Xi “se enfrenta a una ardua batalla” para convencer “a una UE desconfiada” de que dé marcha atrás en su política de reducción de riesgos “especialmente cuando Pekín no aborda las principales preocupaciones europeas”, según un reciente boletín. “Con dos de los principales actores de la UE (Macron y [la presidenta de la Comisión Europea, Ursula] Von der Leyen) comprometidos con el reequilibrio económico, prevemos que las tensiones comerciales chino-europeas empeoren antes de mejorar”.
El Ejecutivo comunitario, dotado en los últimos meses de nuevas herramientas para poner coto a un creciente déficit comercial con el gigante asiático —llegó a rozar los 400.000 millones de euros en 2022—, ha emprendido acciones contra empresas y sectores chinos que han despertado la ira de Pekín. Los zarpazos arrancaron en septiembre con una investigación a la industria china del coche eléctrico en busca de subsidios estatales que podrían distorsionar la competencia comunitaria. Desde entonces, las acciones de Bruselas han ido in crescendo y ya se han iniciado hasta cinco investigaciones. China ha emprendido hasta la fecha represalias contra las exportaciones europeas del brandi, una medida teledirigida precisamente contra Francia —cuyo coñac supone el 99,8% de esa partida, según datos de aduanas chinas citados por Reuters—. La UE no descarta que Pekín active nuevas contramedidas, una vez pase la visita de Xi a Europa, lo que “podría llevar a una guerra comercial”, según la citada fuente diplomática. Esta también advierte de que, si China sigue sin atender las reclamaciones europeas, “podrían caer más” investigaciones.
La semana pasada es quizá la mejor muestra de cómo las relaciones con China se adentran en una nueva dimensión. En los cinco días laborables de la semana, Alemania anunció la detención de cuatro personas sospechosas de espiar para los servicios de inteligencia chinos; la Comisión Europea abrió un procedimiento contra la red social china de vídeos TikTok por las sospechas de que su aplicación Lite podría exponer a la infancia a riesgos; funcionarios europeos irrumpieron en las dependencias del fabricante chino de equipos de vigilancia Nuctech en Varsovia y Rotterdam en el marco de una investigación sobre subsidios extranjeros; el Parlamento Europeo votó a favor de un nuevo reglamento contra el trabajo forzado, que, aunque no menciona a China, ha sido elaborado con las presuntas violaciones de derechos humanos en la región china de Xinjiang en mente; el Ejecutivo comunitario estrenó también un instrumento sobre contratación pública internacional con el lanzamiento de una investigación sobre el acceso al mercado chino de los fabricantes europeos de equipos médicos; la embajadora alemana en China fue llamada a consultas por las detenciones sobre espionaje; Bélgica hizo lo mismo con el embajador chino por las sospechas de que Pekín pudo haber pirateado el ordenador de la presidenta del Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento belga, y diplomáticos chinos recibieron en Bruselas la noticia de que la UE valora incluir en la lista negra más empresas chinas por ayudar a Rusia a evadir las sanciones, según South China Morning Post.
Este es el pórtico de entrada con el que Europa recibe a Xi, aunque se espera que la visita a Francia tome un camino amable. Macron se encontrará con el líder chino en París, donde mantendrá el lunes una reunión a tres bandas junto a Von der Leyen; el martes Xi y Macron viajarán con sus esposas a los Pirineos para compartir un momento más íntimo en una zona donde el francés solía visitar a su abuela en la infancia. Este periplo se puede leer a modo de espejo de la visita de Macron a China el año pasado. Entonces, tras el cara a cara formal en Pekín, Xi invitó al galo a una ceremonia del té en la provincia de Cantón, donde su padre, Xi Zhongxun, ocupó el cargo de gobernador. Pasearon por hermosos jardines y se deleitaron con los arpegios de una cítara china de hace más 1.200 años. Macron fue criticado entonces por asegurar que Francia no tendría por qué alinearse necesariamente con la política exterior estadounidense.
Doble lenguaje
El canciller alemán, Olaf Scholz, también usó un lenguaje contemporizador con Pekín en su reciente visita a Pekín, a mediados de abril: fue contundente al advertir de los riesgos de ayudar a la maquinaria bélica rusa mediante exportaciones de uso dual civil y militar, reclamó a Xi que ejerza presión sobre el Kremlin para terminar la “campaña de locos” en Ucrania, y, en lo económico, exigió a China una competencia leal con la UE. Pero a la vez se apartó de la línea más dura de Bruselas al advertir del peligro de enrocarse en un excesivo proteccionismo ante la potencia asiática.
Analistas chinos interpretan este doble lenguaje como un signo de un bloque comunitario con dos caras. “En las relaciones con China, la UE está jugando al poli malo, y sus países miembros, como Alemania y Francia, al poli bueno para obtener beneficios”, dice Wang Yiwei, director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Renmin en Pekín. Desde París, donde se encuentra para asistir a eventos vinculados a la visita de Xi, este académico próximo al Gobierno de Pekín alerta: “Hoy en día, si no te asocias con China te quedarás atrás, especialmente en la digitalización verde”.
La ex ministra de Exteriores española Arancha González Laya, decana de la Paris School of International Affairs de Sciences Po, reconoce que hay algo de ese “poli bueno, poli malo”. Defiende, sin embargo, que la UE ha emprendido una política “bastante transparente” y “muy coherente” para solventar un “problema macroeconómico muy serio” del modelo de crecimiento chino, que afecta al bloque comunitario: el exceso de capacidad productiva en los sectores de las tecnologías vinculadas a la transición ecológica. “Uno puede decirlo un poco más amablemente y, otro, un poquito menos, pero creo que el mensaje [de los Estados y de Bruselas] está siendo el mismo”, defiende.
En cuanto a lograr avances en la guerra de Ucrania, González Laya se muestra “prudente”. Cree que la posición de China “importa mucho en el equilibrio de fuerzas”, y que la visita a París ofrece la oportunidad de explicar la postura europea “desde un país que está a dos horas de vuelo del escenario bélico”. Aunque sospecha que Rusia y China están esperando a que se despeje la incógnita de quién será el próximo presidente en Estados Unidos “antes de dar pasos muy visibles”. Cualquier avance en este asunto puede ser clave: Xi tiene previsto recibir al presidente ruso, Vladímir Putin, en mayo en Pekín; la investidura del ruso como presidente, tras ganar en marzo unas elecciones sin oposición real, tendrá lugar el 7 de mayo, con Xi aún en Europa.
Tras dejar Francia, el dirigente asiático viajará a Hungría y Serbia. En este último país, la visita coincide con el 25 aniversario del bombardeo de la embajada china en Belgrado por parte de la OTAN —el 7 de mayo de 1999— un episodio en el que murieron tres periodistas chinos y fueron heridos una veintena de diplomáticos, y que sigue enfureciendo a Pekín. Lo considera un “crimen bárbaro” y suele aprovechar la efeméride para criticar a la Alianza Atlántica y su “desfasada mentalidad de Guerra Fría”. Con Serbia, que no es parte de la UE, China mantiene una “amistad blindada”, según definición de Xi. Forma parte de su alianza de la Nueva Ruta de la Seda, el megaprograma chino de infraestructuras, igual que Hungría, la habitual voz díscola de los Veintisiete. “Hungría es ya el único país que le queda a China en la UE donde su imagen no está por los suelos”, describe la fuente diplomática. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, fue el único líder de un Estado miembro en viajar el año pasado a una cumbre para celebrar el décimo aniversario de la Nueva Ruta de la Seda en Pekín. En ella, Orbán desafió la postura de la UE al reunirse con Putin y asegurar: “Hungría nunca ha querido enfrentarse a Rusia”.
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