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Donald Trump 2.0: escenarios de la política exterior de EE UU si el republicano vuelve a la presidencia

El magnate neoyorquino ya puso patas arriba las relaciones de su país con el mundo en su primer mandato, de Rusia a China, de Europa a América Latina

Donald Trump
El candidato republicano a la presidencia de EE UU, Donald Trump, recibe en su residencia de Mar-a-Lago al primer ministro húngaro, Víktor OrbánZoltan Fischer / HANDOUT (EFE)
Macarena Vidal Liy

En 1997, un hombre que lo había sido todo en política exterior, el exconsejero de seguridad nacional de Estados Unidos Zbigniew Brzezinski, escribió ya jubilado un clásico de la geopolítica, The Grand Chessboard (”El Gran Tablero”). En él argumentaba que, para mantenerse como líder mundial, EE UU solo debía hacer tres cosas: reforzar sus vínculos con Europa a través de la OTAN; preservar sus bases militares en Asia para contener a China, e impedir que cualquier “entidad asertiva” como Pekín o Moscú ganaran influencia en las regiones clave de Oriente Próximo y Asia Central.

Las elecciones presidenciales del 5 de noviembre en EE UU, que enfrentarán de nuevo al presidente Joe Biden y al candidato republicano Donald Trump, se perfilan a primera vista como una disyuntiva drástica: el demócrata ofrece seguir la receta de Brzezinski a pies juntillas. El republicano promete dinamitarla.

Los dos candidatos no pueden ser más diferentes en política exterior. Dos imágenes lo ilustraban esta semana: el jueves, Biden saludaba al primer ministro de Suecia, Ulf Kristersson, horas después de que este país ingresara en la Alianza Atlántica en una ceremonia en Washington. El viernes, Trump recibía en su mansión de Mar-a-Lago al primer ministro de Hungría, el ultraderechista Viktor Orbán, cuyo gobierno tardó un año en dar el sí a la entrada de Estocolmo en la OTAN.

Biden, que hace gala de experiencia internacional y de décadas de relaciones con otros mandatarios, alardea de compromiso con la OTAN, ha reforzado o creado nuevas alianzas en Asia e insiste en enviar más ayuda militar para Ucrania. Pese a su apoyo a Israel en la guerra de Gaza, defiende la solución de dos Estados, el palestino y el israelí.

A Trump, la política internacional no le interesa especialmente, pero durante su mandato la puso patas arriba. Renegó de acuerdos internacionales sobre el cambio climático, el despliegue de tropas, comercio y armamento nuclear. Se acercó a autócratas como el ruso Vladímir Putin o el norcoreano Kim Jong-un —”Nos hemos enamorado”, llegó a decir de este último—, mientras arremetía contra líderes de países aliados como Alemania o el Reino Unido. También impuso un veto de entrada a ciudadanos de países árabes; amenazó con retirar las bases estadounidenses de Corea del Sur; y describió a Haití y El Salvador como “agujeros de mierda”.

Aunque el magnate no se ha prodigado en campaña con comentarios de política exterior, cuando lo ha hecho ha causado sobresalto tras sobresalto. Hace tres semanas, amenazaba con que, de regresar a la Casa Blanca, finiquitaría la razón de ser de la OTAN ―el principio de la defensa mutua― y permitiría a la misma Rusia que ha invadido Ucrania “hacer lo que diablos le dé la gana” con los miembros que no inviertan al menos el 2% de su PIB en Defensa. También insinuó que convertiría la ayuda exterior en meros préstamos. Previamente, había asegurado que pondría fin a la guerra en Ucrania “en 24 horas”.

Son detalles que han hecho saltar las alarmas entre los socios europeos y asiáticos de Washington ante la posibilidad de un regreso de Trump en la Casa Blanca. Aunque los ocho meses que faltan para las elecciones son mucho tiempo en política y todo puede cambiar; las encuestas recientes otorgan ventaja al republicano. Esa perspectiva, que preocupa a los aliados, en cambio, llena de regocijo a otros gobiernos, desde Israel a Moscú.

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca supondría un cambio de 180 grados con respecto al multilateralismo que defiende Biden, opina Grant Davis Reeher, director de la Escuela Maxwell de Ciudadanía y Asuntos Públicos en la Syracuse University. “[Habría] Un énfasis en las relaciones bilaterales en vez de las multilaterales, y una reducción general de la participación estadounidense en los asuntos internacionales”, explica el experto por correo electrónico. Entre otras cosas, Trump ya ha asegurado que volvería a retirar a EE UU de los tratados de París contra el cambio climático.

“Si sus cuatro primeros años fueron malos, otros cuatro serían aún peores”, afirma John Bolton, quien fuera consejero de seguridad nacional de Trump y ahora uno de sus mayores críticos, en el nuevo prólogo de su libro de memorias The Room Where It Happened (La habitación donde ocurrió).

Según apunta Bolton, Trump se rodearía de un equipo caracterizado menos por su preparación que por su obediencia absoluta al mandatario. Al no poder presentarse para un tercer mandato, el magnate no se vería constreñido por la necesidad de contentar a los votantes y podría asestar daños irreparables a EE UU y sus aliados, alega este halcón conservador.

“Habría una competición muy reñida entre Vladímir Putin y Xi Jinping sobre quién estaría más complacido de ver a Trump de nuevo en el cargo”, ironiza Bolton.

El mundo bajo Trump 2.0, según se deduce de sus declaraciones, el análisis de los expertos y los comentarios de quienes le conocen podría resultar algo así:

Europa y la guerra de Ucrania

“Podríamos ver una retirada del apoyo a Ucrania, aunque también es posible que, una vez que Trump regresara a la Casa Blanca, viera este problema de manera distinta”, apunta Reeher. El expresidente ha declarado sobre el conflicto: “Lo mejor que EE UU debería estar haciendo es lograr la paz, reunir a Rusia y Ucrania y que hagan las paces”.

En opinión de este académico, la reelección de Trump “no haría más que dañar las relaciones con nuestros aliados europeos”. “Aunque es verdad que las naciones europeas no contribuían a la OTAN al nivel que se suponía que debían hacer, los perjuicios que conlleva la postura del expresidente son bastante reales”, apunta Reeher. Es difícil, opina, imaginar que el magnate “pudiera plantearse seriamente salir de la OTAN, o incumplir el compromiso de defender a los países de la Alianza —hayan o no “pagado” su parte—. Pero ha hecho comentarios a esos dos efectos, así que hay que tomárselo en serio”.

En un segundo mandato, es posible que lanzara una guerra comercial con los fabricantes de automóviles europeos. Trump ha propuesto un arancel del 10% sobre todas las importaciones y ha planteado la posibilidad de elevarlos aún más a los productos chinos, sobre los que ya impuso fuertes cargas tributarias durante su mandato.

Asia y el gigante chino

De resultar reelegido, Trump probablemente adoptaría una posición aún más agresiva hacia China en el apartado comercial: ha llegado a mencionar aranceles superiores al 60%, algo que precipitaría una nueva entrada en barrena de las relaciones, ya de por sí debilitadas, entre los dos colosos.

La gran incógnita es cuál sería su posición hacia Taiwán. En el pasado, ha hecho declaraciones que le muestran poco dispuesto a defender la isla —Bolton relata un momento en el Despacho Oval en el que Trump comparó a la isla con su pluma estilográfica, y a China con su mesa de despacho—. Una hipotética invasión por parte de China detonaría una “significativa crisis internacional”, opina Reeher, y tanto una Administración demócrata como una republicana “harían todo lo posible por evitarla”. “Trump ha dejado claro que no le encanta el liderazgo chino, a diferencia de los gestos que ha hecho hacia Putin”, prosigue este analista.

El expresidente estadounidense podría renovar la presión sobre Corea del Sur y, como hizo en su primer mandato, amenazarla con retirar tropas que la protegen a menos que Seúl se hiciera cargo de una mayor proporción de los costes. Y está por ver si renovaría sus fracasadas negociaciones nucleares con Corea del Norte.

Oriente Próximo y Gaza

Trump no ha hecho grandes declaraciones en torno a la guerra en Gaza. Pero durante su mandato ordenó el traslado de la Embajada estadounidense a Jerusalén y mantuvo una política permisiva hacia los colonos extremistas judíos. El ministro de Seguridad Nacional israelí, el ultraderechista Itamar Ben-Gvir, ha declarado recientemente que Biden no respalda “por completo” a Israel. “Si Trump estuviera al mando, la conducta de EE UU sería completamente distinta”, manifestó Ben-Gvir.

Grupos progresistas demócratas y de la comunidad árabe estadounidense han lanzado una campaña en las primarias para retirar su apoyo a Biden y forzarle a cambiar su posición proisraelí en la guerra, para aceptar un alto el fuego permanente. Pero, advierte Reeher, de regresar a la Casa Blanca, “Trump estaría menos alineado con esos deseos, y esa es una de las ironías” de la situación.

América Latina

Con toda seguridad, el expresidente cuya influencia entre los republicanos tumbó una reforma migratoria acordada por los dos partidos en enero tras cuatro meses de trabajosas negociaciones, y que en su primer mandato prometió la construcción de un muro en la frontera sur de EE UU ejercerá “mucha más presión sobre México y América Latina para detener el flujo de migrantes en la frontera EE UU-México”, considera Reeher.

El presidente argentino, el ultraliberal Javier Milei, puede esperar un acercamiento de las relaciones. El magnate inmobiliario se ha pronunciado en términos elogiosos hacia él y ha prometido visitar Argentina. En cambio, se retomaría la hostilidad hacia Cuba. Durante su mandato, Trump finiquitó el acercamiento hacia la isla lanzado en la era de su predecesor, Barack Obama.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.
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