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La aplastante victoria de Trump y Biden en el Supermartes deja señales de alarma para ambos

El discurso sobre el Estado de la Unión este jueves marca la nueva fase de la campaña

Joe Biden y Donald Trump.Foto: AP / GETTY

Joe Biden y Donald Trump arrasaron en el Supermartes. El primero, por falta de rivales, como acostumbra el presidente en el cargo. El segundo, porque tiene a las bases republicanas en un puño. Ambos dejaron políticamente cerrada la carrera por la nominación, aunque matemáticamente tengan que esperar una semana o dos para certificar su victoria. El rápido y contundente triunfo de los dos favoritos aboca a una irremediable repetición del duelo electoral de 2020 con los papeles cambiados: Biden, en la Casa Blanca, y Trump, en la oposición. Eso obliga a los estadounidenses a elegir entre dos candidatos que son claramente impopulares para el conjunto de la población. Un desenlace que ya parecía obvio antes del Supermartes menos disputado de la historia, pero que deja algunas señales de alarma para ambos.

La verdadera carrera empieza ahora, con el camino para Trump completamente despejado tras la retirada de la única rival republicana que le quedaba, Nikki Haley. Haley se marcha tras haber logrado imponerse solo en Washington, la capital estadounidense, y Vermont: los dos territorios en los que Biden ganó por mayor diferencia en 2020. En su discurso, Haley evitó dar su respaldo a Trump. Del lado republicano, la gran incógnita ahora es a quién apoyarán los votantes de la exembajadora ante la ONU: según las encuestas, una mezcla de republicanos de la vieja escuela moderada y antitrumpista, y simpatizantes desencantados de Biden. El presidente ya ha movido ficha y en un comunicado de reacción a la marcha de la exgobernadora les invitaba a unirse a él: “Donald Trump ha dejado claro que no quiere a los simpatizantes de Nikki Haley. Quiero ser claro: en mi campaña sí hay un hueco para ellos”.

Del lado demócrata, donde también el rival simbólico de Biden, el congresista Dean Phillips, ha anunciado el fin de su candidatura, el presidente se la juega este jueves con su discurso sobre el Estado de la Unión. La solemne cita anual ante las dos cámaras del Congreso es siempre una de las grandes fechas en el calendario político estadounidense. Pero esta vez resulta fundamental para Biden: lo que diga, cómo lo diga y la imagen que proyecte ante una audiencia de decenas de millones de personas perfilarán cómo le perciben los votantes a partir de ahora, en los meses en que los indecisos —ese bloque de electores que inclinará la balanza de uno u otro lado— consolidarán su opinión definitiva de voto.

En el Supermartes, Donald Trump se impuso en 14 de los 15 Estados que celebraban primarias republicanas. Solo se le escapó Vermont, un Estado centrista que vota demócrata en las presidenciales y que tiene un gobernador republicano moderado. Logró más de dos tercios de los votos en Alabama (84%), Oklahoma (82%), Texas (78%), Tennesee (77%), Arkansas (76%), Carolina del Norte (75%), Maine (72%), Minnesota (67%), Alaska (83%) y California (78%), y más del 60% en Colorado, Massachusetts y Virginia. Eso le permite adjudicarse la inmensa mayoría de los 874 delegados que había en juego. Ya tiene 1.078 de los 1.215 que necesita para la convención. Puede superar el listón el martes próximo, con los 161 delegados en liza de Georgia, Hawái, Misisipi y el Estado de Washington.

Biden se apuntó victorias en los escrutinios de los 15 Estados (en el lado demócrata no estaba Alaska, pero sí Iowa), la mayoría con porcentajes superiores al 80%. Solo tuvo una testimonial derrota por 51 votos a 40 frente al desconocido empresario Jason Palmer en el territorio de Samoa Americana, que ni siquiera vota en las presidenciales, y recibió porcentajes significativos de votos de castigo en varios Estados por su posición proisraelí en la guerra de Gaza. También puede lograr la nominación matemática virtual el 12 de marzo.

Ambos se centran ya en el 5 de noviembre, la fecha de las presidenciales, como mostraron sus primeras reacciones al resultado del martes. Trump compareció solo en el escenario desde su mansión de Mar-a-Lago, en Palm Beach (Florida), y evitó citar a Haley. Se lanzó a atacar a Joe Biden en un discurso inconexo, pero que dejó pinceladas de cuáles van a ser los temas de la campaña. Habló de inmigración y de criminalidad, dos conceptos que asocia injustamente, pero también de inflación, de la retirada de Afganistán, las guerras de Ucrania y Gaza y de la covid.

Dudas sobre los republicanos moderados

Aunque Trump no quiera mentar a Haley, el hecho de que una candidata que en la práctica estaba desahuciada haya logrado más del 30% de los votos en varios Estados parece indicar que Trump no despierta entusiasmo entre un segmento de los votantes republicanos. Y si Trump no convence a los republicanos moderados, más difícil lo tiene aún con los independientes, no registrados en ninguno de los dos partidos. El fantasma de las elecciones legislativas de 2022 en las que la gran ola roja que pronosticaba no llegó a la orilla por culpa de los candidatos extremistas está ahí.

Si algo ha quedado claro en esta primera etapa de las primarias es que ninguno de los dos candidatos enamora. Las encuestas apuntan a que entre un 60% y un 70% de la población preferiría que ninguno de los dos se presentara. Ambos arrastran sus propios lastres. Trump, su impopularidad entre los moderados, aunque por ahora lidera en las encuestas. En el caso de Biden —el primer presidente octogenario de EE UU— su gran escollo es su edad. Pero también la percepción de que la economía no marcha como debería, las quejas de buena parte de la población sobre el aumento de la inmigración ilegal y, entre el ala progresista, su respaldo a Israel en Gaza.

El presidente ya ha recibido avisos de sus votantes. Alguno de ellos serio. Tras su éxito en las primarias de Míchigan la semana pasada, la campaña organizada a toda prisa por grupos progresistas y la comunidad árabe estadounidense en varios Estados para pedir a los demócratas el voto “sin preferencia” o “no declarado” (equivalentes a un voto en blanco) y presionar así al presidente en favor de un alto el fuego en Gaza se ha apuntado un éxito importante en Minnesota. Allí, el 19% de las papeletas demócratas llevaban marcada esa opción. En Carolina del Norte, ese porcentaje era del 12%. En Massachussets superaba el 9%, y en Colorado el 7%, en una señal del descontento del voto joven y el ala progresista.

Hasta ahora, la Casa Blanca ha asegurado que escucha a estos votantes y expresa su confianza en que, llegado el momento en noviembre y ante la perspectiva de un nuevo mandato de Trump, volverán al redil y acabarán depositando su papeleta por Biden.

De hecho, la principal esperanza del presidente es que su electorado se movilice para evitar que gane Trump. En su primer mensaje tras la victoria del Supermartes, apuntó en esa dirección: “¿Vamos a seguir avanzando o permitiremos que Donald Trump nos arrastre hacia atrás, hacia el caos, la división y la oscuridad que definieron su mandato?”, se preguntó en un comunicado en el que citaba varias veces a su rival.

Trump, mientras, afronta una complicada agenda judicial. Ha sido condenado en casos civiles por fraude, abusos sexuales y difamación, pero este mes está previsto que se siente en el banquillo para hacer frente a un caso penal que puede conllevar penas de cárcel. Tiene otras tres imputaciones pendientes en las que ha ido ganando tiempo, pero no está descartado que tenga que volver a sentarse en el banquillo antes de las elecciones en Washington y Georgia por sus intentos de amañar las elecciones de 2020 y en Florida por el caso de los papeles clasificados.

Las elecciones de noviembre se decidirán principalmente en seis Estados muy disputados (Pensilvania, Georgia, Míchigan, Wisconsin, Arizona y Nevada) en los que ganó Biden en 2020. A Trump le puede bastar con conquistar tres para asegurarse la nominación y, al menos de momento, tiene ventaja en las encuestas en todos ellos.

La verdadera campaña electoral empieza ahora y tiene ocho meses por delante. Una campaña electoral más peculiar que nunca, con dos candidatos impopulares, en la que a las preocupaciones tradicionales de los votantes —la economía y la inflación, la inmigración, la delincuencia...— se suman otras insospechables hace unos pocos años, como la defensa de la democracia. Y en la que factores ajenos a los candidatos, sean causas judiciales o la marcha de la guerra en Gaza o en Ucrania, tienen muchas papeletas para inclinar la balanza en noviembre. Ocho meses en los que pueden ocurrir muchas cosas.

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