Afganistán, una evacuación titánica que desluce 20 años de trabajo
Los analistas recuerdan que la historia demuestra que “es más fácil empezar una guerra que acabarla”
El operativo de evacuación finaliza agónicamente en Kabul. Con la salida de las últimas tropas estadounidenses mañana Afganistán quedará de nuevo en manos de los talibanes. Los países aliados aceleraron la salida de su personal y de los colaboradores afganos la semana pasada tras el atentado en las inmediaciones del aeropuerto de la capital que causó decenas de muertos, en medio de la desesperación de quienes trataban de llegar a su única puerta de salvación. En apenas dos semanas, se ha logrado sacar del país a más de 117.000 personas, en una compleja evacuación de gran envergadura a la que EE UU y la OTAN se han referido como una de las mayores de la historia, pero que rememora otras operaciones en las que -como en esta- miles se quedaron atrás.
“La retirada es una de las operaciones militares más delicadas que hay para evitar que se convierta en una desbandada porque evidentemente se está en una situación muy delicada con sensación de derrota, de ser superado por el enemigo y la tentación de escapar es obvia”, explica Jesús Núñez codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). El militar retirado enfatiza que si ya en febrero del año 2020 a la Administración de Donald Trump firmó un acuerdo de retirada y se definió un calendario de salida, ha habido más de un año para preparar la evacuación. Sin embargo, Estados Unidos retiró las tropas de combate y cuando la ciudad cae en manos de los talibanes se puso en marcha una evacuación que se hace a “a contracorriente”.
Ante las críticas por el caos de la operación, el presidente Biden se comprometía a “movilizar todos los recursos” necesarios para lo que definió como “uno de los puentes aéreos más grandes y difíciles de la historia”. Pese a los 5.000 militares que envió para garantizar la seguridad del aeropuerto la situación ya era crítica y hubo que acelerar.
El general del Ejército, William Taylor explicaba que el pasado miércoles cada 39 minutos salió un avión del aeropuerto de Kabul, entre aeronaves militares estadounidenses C-17 y Hércules C-130, y aviones de la coalición. De los centenares de personas que salían en los primeros vuelos, se pasó a unas 20.000 personas que eran rescatadas al día en la última semana en “una de las mayores evacuaciones aéreas jamás acometida”, coincidía en señalar el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Sin embargo, la cifra de quienes se pueden quedar atrás es dramática. El diario The New York Times calcula que al menos 250.000 afganos que pueden ser elegibles para obtener visas estadounidenses se quedarán en Afganistán. Igual que sucederá con algunos de los colaboradores del resto de países.
Los analistas recuerdan otras operaciones a gran escala como el puente aéreo de Berlín, que salvó a los berlineses occidentales de morir de hambre por el bloqueo económico de la Unión Soviética entre junio de 1948 y mayo de 1949, o la salida de Dunkerque en 1940 cuando más de 300.000 soldados fueron rescatados ante el avance nazi desde las playas de la localidad francesa, pero son prudentes a la hora de establecer semejanzas.
“No sé quién tiene la vara de medir, obviamente es relevante, pero es penosa en la forma en la que se está haciendo”, opina Núñez. “Si la ponemos entre las mal hechas es la siguiente después de Saigón”. Otra de las referencias más recurrentes en las últimas semanas, en la que los estadounidenses lograron evacuar en dos días a 7.000 personas a última hora en sus helicópteros que salían desde la azotea de su embajada en abril de 1975 antes de abandonar el país, tras la humillante victoria de Vietnam del Norte. Más de 130.000 vietnamitas huyeron por mar y aire.
El factor humanitario es otro aspecto a tener en cuenta, destaca Pere Vilanova, investigador senior del Cidob y catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Barcelona. “Desde 1945, ha habido varias guerras en las que el final ha incluido grandes desastres humanitarios porque no se podía gestionar la parte final de la guerra adecuadamente”. Echando la vista atrás, recuerda la derrota del ejército francés en 1954 en Dien Bien Phu y la pérdida de Indochina. “Cuando se retiran desde el puerto en barcos de guerra, se tiran al agua miles de vietnamitas que habían sido colaboradores o no querían vivir en el régimen comunista”. Vilanova menciona también la guerra de Argelia (1945-1962), cuando Francia deja a su suerte a decenas de colaboradores. “Se calcula que fueron represaliados 100.000 por los propios argelinos”. El catedrático cita el genocidio perpetrado por los jemeres rojos en Camboya a finales de los setenta tras la salida estadounidense y recuerda: “Es más fácil empezar una guerra que acabarla y esto es un rasgo común a todas las guerras y por bien que se pretendan hacer las cosas siempre sale mal y siempre sale muy mal desde el punto de vista humanitario”.
En opinión de Jesús Núñez, Estados Unidos pecó de extrema confianza. “EE UU se creyó su propia ficción de que había unas Fuerzas Armadas afganas capaces de controlar Kabul, que les iban a dar margen y cobertura suficiente primero para retirar las tropas y luego de retirar a la gente”, señala Núñez. Los propios expertos del Pentágono decían hace menos de un mes que el país estaba en una situación crítica porque los talibanes estaban avanzando por el sur y podrían llegar a Kabul en 90 días. Lo hicieron en 10 días. “La situación real es que nunca han estado en condiciones de ofrecer esa cobertura de seguridad”, agrega.
Con el tiempo en contra y la amenaza de más ataques contra el aeropuerto de Kabul, la operación liderada por EE UU ha logrado sacar del país en los últimos quince días a 117.000 personas, entre personal diplomático, colaboradores afganos y personas consideradas vulnerables, incluidos 5.400 ciudadanos estadounidenses. El Reino Unido ha puesto a salvo a 15.000 ciudadanos y afganos, en lo que ha sido la segunda operación aérea más grande que ha realizado el país desde 1949, según el Ministerio de Defensa. Alemania ha rescatado a 5.193 personas, incluidos 3.600 afganos, en 34 vuelos. No obstante, el Gobierno germano ha identificado a 10.000 personas que necesitan ser evacuadas, personal afgano, periodistas y activistas de derechos humanos. El Gobierno italiano finalizó sus labores tras haber logrado el traslado de 4.400 personas, mientras España, ha traído a 2.206 personas. Los países buscan ahora vías para ayudar a salir a los que no han podido hacerlo. Las potencias barajan la posibilidad de hablar con los talibanes para hallar una solución.
Ante la duda de si se trata de la mayor operación de evacuación, el analista Gabriel Reyes, del Centro Internacional de Toledo para la Paz (CITpax), considera que “está un poco sobrevalorado el volumen” de esta operación. Si se compara con Saigón o Dunkerque, “es una cuestión de proporciones”, dice. Para el analista este final deja un sabor amargo: “Es como quien hace los deberes en el último momento”. Dentro del mismo escenario, Reyes recuerda que pese la humillación que supuso para los rusos asumir su derrota en Afganistán, buscaron una salida digna por etapas y más ordenada, mientras que en el caso de Estados Unidos ha sido un proceso de salida por capítulos, vacilante, que se ha acelerado y desacelerado con las distintas Administraciones, que no han logrado un acuerdo de paz inclusivo y ha concluido con los talibanes llegando al poder. “Creo que es una salida muy triste y deslucida. Los talibanes se han apuntado un tanto y han logrado nublar 20 años de esfuerzos”.
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