Bolsonaro nombra a un general y a un almirante en activo para su Gobierno
Los uniformados suman nueve entre los 22 miembros del Gabinete. La mayoría, como el presidente, están en la reserva
Hasta ahora el Gobierno de Brasil contaba con dos militares en activo, incluido el ministro de Ciencia, el teniente coronel Marcos Ponte, el único astronauta brasileño. El resto estaba retirado, como el propio presidente Jair Bolsonaro, que tiene rango de capitán. Pero eso ha cambiado entre el jueves y este viernes, el tiempo que ha tardado el ultraderechista en incorporar a su Ejecutivo a un general y a un almirante reclutados directamente de la cúpula de las Fuerzas Armadas. El Gabinete de Bolsonaro incluye entre sus 22 miembros nueve militares y dos mujeres.
Ambos nombramientos suponen fortalecer el ala militar del Gobierno, encabezada por el vicepresidente, el general retirado Hamilton Mourão, en detrimento de la considerada ala ideológica. El general Walter Braga Netto, que hasta ahora era el número dos del Ejército, ha asumido este viernes el crucial ministerio de la Casa Civil. Este departamento, que ejerce tareas de coordinación, fue ocupado por Dilma Rousseff en un Gobierno de Lula da Silva. La creciente militarización de la Administración genera inquietud en el Congreso de este país que sufrió una dictadura entre 1964 y 1985.
El nuevo ministro Braga Netto, que trabajará codo con codo con el presidente, fue el jefe de la intervención militar en Río de Janeiro en 2018. El segundo nombramiento militar ha sido anunciado este viernes. El almirante Flavio Viana Rocha, que hasta ahora comandaba el primer distrito naval, encabezará la secretaría de Asuntos Estratégicos, que entre otras tareas, asesora al jefe del Estado en asuntos internacionales.
Al jefe del Ejecutivo brasileño siempre se le ve muy cómodo entre uniformados. Sus hijos le llaman capitán. Desde que salió el Ejército, Bolsonaro se construyó una carrera como diputado defendiendo sobre todo los intereses corporativos de los agentes de la policía militar. Los discursos nostálgicos del régimen dictatorial son una constante en su trayectoria, ha defendido la represión de aquellos años en nombre de combatir al comunismo y ahora trata a la posición de izquierda como enemigos, más que como adversarios políticos. Durante los 14 meses que lleva al frente del Gobierno sus ataques a los discrepantes y a la prensa han sido muchos, duros y criticados tanto por los jefes del Poder Legislativo como por el Judicial.
Bolsonaro, que salió de las Fuerzas Armadas tras ser acusado de indisciplina en los años ochenta, eligió rodearse de hombres uniformados desde la carrera a la Presidencia. Su compañero de candidatura fue el vicepresidente Mourão, al que se otorga un cierto poder moderador sobre el visceral presidente. Mourão acaba de ser nombrado al frente del recién creado Consejo de la Amazonia, que coordinará toda la política respecto al mayor bosque tropical del mundo pero nace sin presupuesto.
Pero el patrón verde oliva del Consejo de Ministros se ha repite en otros niveles del Gobierno. Hasta enero pasado había designado a 45 para ocupar puestos que incluyen la dirección general de la presa de Itaipú o la Presidencia del Consejo de Administración de Petrobras, según el recuento del diario Folha de S.Paulo. Lo mismo ocurre en otros puestos como el portavoz presidencial, que es un general. Bolsonaro también colocó a un militar científico al frente del Centro de Investigaciones Espaciales (INPE, por sus siglas en portugués) después de cesar al director, un científico civil, descontento con los datos de deforestación.
Las tiranteces entre las alas militar e ideológica son constantes desde que comenzó el mandato de Bolsonaro. Existe un tercer sector que se mantiene más al margen de esa pelea. Son los pragmáticos, liderados por el ministro de Economía, Paulo Guedes.
Onyx Lorenzoni, uno de los primeros políticos que apoyó la carrera presidencial de Bolsonaro y que hasta ahora era su ministro de la Casa Civil, asume ahora la cartera de Ciudadanía, un lugar estratégico en términos políticos porque incluye Bolsa Familia. En medio de la crisis en la gestión de este programa contra la pobreza, que tiene una lista de espera de 1,7 millones de familias según las estimaciones de este diario, aunque el Gobierno reconoce medio millón de familias, el presidente quiere, de alguna manera, dejar su huella en Bolsa Familia, que fue creado en los Gobiernos del PT, el principal partido de oposición.
El ascenso del general Braga Netto al ministerio de la Casa Civil es un intento de Bolsonaro de rodearse de los militares en los que confía dentro del Palacio de Planalto. Los otros tres ministerios instalados en la sede de la Presidencia, diseñada por Oscar Niemeyer como buena parte de Brasilia, serán ocupados por hombres llegados desde las Fuerzas Armadas. La Oficina de Seguridad Institucional, con el general en la reserva Augusto Heleno, la Secretaría General de la Presidencia, con el capitán retirado de la Policía Militar Jorge Antonio de Oliveira, y la Secretaría del Gobierno, con el general en activo Luiz Eduardo Ramos.
Pero la militarización promovida desde la Presidencia de la república va más allá. Los ejemplos son múltiples. El proyecto estrella del Ministerio de Educación son las denominadas escuelas civico-militares. Se trata de extender a todo el país un modelo que ya funcionaba en algunos Estados. Son colegios en los que la gestión está en manos de uniformados y la enseñanza queda en manos de civiles. Su principal seña de identidad es la disciplina. El precio es otro atractivo. Aunque hay que pagar una cuota mensual, a diferencia de lo que ocurre en las escuelas públicas, donde la enseñanza deja a menudo mucho que desear, son mucho más baratas que las escuelas privadas. Bolsonaro inauguró hace un par de semanas el primero de estos centros en el Estado de São Paulo.
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