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Estados Unidos eleva el enfrentamiento con China: “El mundo libre debe triunfar sobre esta nueva tiranía”

El secretario de Estado, Mike Pompeo, declara a Pekín enemigo de las democracias occidentales en un discurso solemne con retórica de guerra fría

Mike Pompeo visita la tumba de Richard Nixon antes de su discurso en la Biblioteca Nixon, este jueves.
Mike Pompeo visita la tumba de Richard Nixon antes de su discurso en la Biblioteca Nixon, este jueves.POOL (Reuters)
Pablo Ximénez de Sandoval
Yorba Linda (California) -

El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, transmitió a los norteamericanos y al mundo este jueves los términos actuales de un enfrentamiento retórico con China que será el legado diplomático de la Administración de Donald Trump. En un discurso que sonó como el germen de una nueva guerra fría, Pompeo habló de China como amenaza existencial para la economía, la libertad y la democracia en el mundo y llamó a los países occidentales a plantar cara a Pekín. “El mundo libre debe triunfar sobre esta tiranía”, proclamó.

La Casa Blanca lleva tiempo esbozando esta idea para transmitirla al público norteamericano en año electoral. Lo hace en el contexto de una pandemia mundial originada en China (que el presidente llama “el virus chino”) y cuando los roces son cada vez más frecuentes. El último, la exigencia de China de que EE UU cierre su consulado en la ciudad de Chengdu, la respuesta del país asiático a la clausura del consulado chino en Houston, acusado de ser un centro de espionaje de investigaciones médicas. En fechas recientes, los directores de la Agencia de Seguridad Nacional y del FBI han hecho discursos sobre la amenaza de China. La semana pasada hizo lo propio el fiscal general, Willam Barr. El objetivo de Pompeo este jueves era reunir toda la política de esta Administración respecto a China en un solo discurso, simple y claro, “para presentárselo todo junto a la ciudadanía”.

Pompeo eligió un formato especial para darle máxima solemnidad a un discurso que su propio departamento calificó de histórico, porque supone renunciar a una eventual evolución aperturista del régimen político chino. Dio su discurso en la Biblioteca Richard Nixon de Yorba Linda, al este de Los Ángeles. Nixon fue el presidente que cambió la relación del mundo con China en 1972, cuando viajó al país asiático para abrir relaciones diplomáticas y comerciales. El razonamiento detrás de aquel viaje que, a largo plazo, hizo a China parte de la comunidad internacional, es que era una forma de “inducir el cambio” en el férreo y asilado gigante comunista. El discurso de Pompeo en ese lugar pretendía simbolizar el abandono definitivo de las aspiraciones de Nixon.

“¿Cuál es el resultado para EE UU de 50 años de compromiso con China?”, preguntó Pompeo. “¿Acaso las teorías que propusieron nuestros líderes sobre la evolución de China hacia la libertad y la democracia se han hecho realidad? El viejo paradigma del compromiso con China ha fracasado. No debemos continuarlo. No debemos volver a él”.

Pompeo pintó un mundo en el que “llevamos mascarillas y vemos subir las cifras de muertos de la pandemia porque el Partido Comunista Chino no cumplió sus promesas con el mundo”, un mundo de “titulares sobre la represión en Hong Kong”, “abrumadoras estadísticas de abusos comerciales de China que cuestan empleos en Estados Unidos” y un Ejército chino “cada vez más amenazador”. La relación de Occidente con China “no ha traído la clase de cambio que el presidente Nixon quería inducir. La realidad es que nuestra política hizo resucitar a la fracasada economía china solo para que Pekín mordiera la mano que le daba de comer”.

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La retórica de guerra fría de Pompeo no dejó el más mínimo margen a la confianza o el entendimiento con los líderes chinos. “El presidente Ronald Reagan trabajaba con los soviéticos sobre la base de ‘confiar, pero verificar’. Cuando se trata del Partido Comunista Chino, yo digo ‘desconfiar y verificar”.

Sobre esta base, es la política oficial de Estados Unidos desde ahora presionar a otros países para que también den la espalda a China. “Llamo a todas las naciones a que empiecen a hacer lo que ha hecho Estados Unidos, insistir en reciprocidad, transparencia y responsabilidad por parte del Partido Comunista Chino. Las naciones libre deben marcar el tono y operar con los mismos principios”.

La comparación con la guerra fría la hizo el propio Pompeo, pero insistiendo en que China no es el mismo tipo de enemigo. “Aquí no se trata de contención. Es un desafío complejo al que nunca nos hemos enfrentado antes. La URSS estaba cerrada al mundo libre. La China comunista está aquí, dentro de nuestras fronteras. Por tanto, no podemos enfrentarnos solos a este desafío. Naciones Unidas, la OTAN, el G20 y la combinación de nuestro poder económico, diplomático y militar es suficiente para estar a la altura de este desafío, si se dirige con claridad”.

En una charla posterior para ampliar sus declaraciones, Pompeo dio otra pincelada de lo que espera de los países occidentales. “No se trata de elegir entre Estados Unidos y China. La elección es entre libertad o tiranía. Los que estén con nosotros deben saber que EE UU estará a su lado. No tienen que hacerlo por nosotros, tienen que hacerlo por ellos mismos”.

La escenificación del acto vino a representar también el viaje del Partido Republicano en política exterior desde Nixon y Reagan hasta el aislacionismo internacional facilitado por Donald Trump. En una tarde californiana, con la máxima solemnidad, Pompeo despedazó el legado de Nixon en política exterior a pocos pasos de su tumba y delante de sus últimos seguidores. A Nixon le apasionaba la política exterior y sentía que la diplomacia era su verdadero legado. Fue el primer presidente de EE UU en visitar Pekín y Moscú porque veía imprescindible abrir canales de diálogo. En su biblioteca presidencial mandó poner estatuas de todos los grandes líderes de su época, incluidos Mao Zedong, Chu Enlai o Leónidas Breznev, como signo de respeto y reconocimiento. Antes del discurso, Pompeo visitó la tumba de Nixon. El epitafio en su lápida reza: “El mayor honor que le puede dar la historia a un hombre es el título de pacificador”.


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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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